un automatismo
y otro más…
transcurridos dos segundos:
marasmo de engendros,
de gestos pérfidos
y sonrisas dentífricas
asomando con su luz
entre dientes cariacontecidos
por el helado frío
de una magia incontinente:
refugio de vagos,
maleantes y putas:
piojos felices
del pelo social
del champú aniquilado:
que aseados nos quieren:
bienolientes,
mercrominantes,
ventiladictos
entre corrientes
de brisas rítmicas,
olímpicas
y atemperadas.
Me inquietan terriblemente estos muñecos (creo que me viene del trauma infantil de ver Barbarella y las muñecas de mandíbulas asesinas) con estos dientes de anuncio de dentrífico, la expresión pérfida, con capacidad para tomar vida propia más allá del ventrílocuo…
Por cierto, mítico grupo…se me han pegado…ahora voy por «I ran»!
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A mí no me inquietan,me llaman mucho la atención,pero podría jugar con esos muñecos sin ningún problema… Otra cosa sería ya una muñeca colgando de la mano de una niña rubia, angelical, muy pálida, llamándote con voz suave desde el fondo de un pasillo medio a oscuras…
Los Seagullls, de los que más molaban allá por los primeros 80, sin duda alguna.
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…en ese escenario, daría grima una muñeca, un peluche e incluso una flor 😦
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Ciertamente… muy aterradora esa imagen, por grimosa, como tú dices.
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Quizás tenemos tantos… ¿Elementos? Que somos, que asustan pero igual nos conforman. Puede que al verlos en imágenes reales como esos muñecos funcionan como espejos que sugieren el lado oscuro que está esperando. Es agradable asumirnos como la flor, las dádivas, el bello amanecer, las huellas aquel día en la arena pero… y lo demás ¿Qué pasó con todo eso? ¿Hicimos magia y desapareció? Tapiarlos y apagarles la luz no ha sido un buen plan. Quizás la sombra nos tiene sentados en sus rodillas, tal vez somos el muñeco, muñeca, que el ventrílocuo o la ventrílocua, pone a hablar. Me ha gustado mucho, da mucho que pensar. Saludos, Scarlet
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Gracias, Scarlet. Tu manera de verlo e interpretarlo da mucho que pensar, y para eso nace la poesía, para que pensemos y busquemos respuestas a tantas incógnitas que se nos escapan sin que nosotros queramos.
Un abrazo, José Yebra
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Abrazo…
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