VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE XVI -BELLE & SEBASTIAN MEET EL POETA PATÉTICO

  • ¿Y entonces, Indalecio, qué pasó?

  • Pues nada, amigu, que dejé de llamarla y, como las pillaba a la primera, se dio por aludida y no me buscó ya más. Aún la vi el otro día en el Carrefour, con dos guajes pequeños que no callaban ni un segundo. Me vio, que yo lo sé, pero se hizo la sueca.

  • Y eso que no fue en el Ikea…

  • Cagonrrós, lo tuyo ya no ye patético, ye lo siguiente.

  • ¿Y qué ye lo siguiente?

  • Ni puta idea. Eso ya lo busques tú, que pa eso yes poeta, aunque seas Patético.

En 2008 Indalecio tenía una novia formal, Rocío, de esas que sin querer consiguen provocar sonrisas diáfanas en las caras de las madres y las tías; de esas que, en una cena familiar, se levantan raudas a recoger los platos y se ofrecen sonrientes para fregar toda la cacharrada. ¡Si hasta se parecía un poco a Doris Day, carajo! El cumpleaños de Indalecio se acercaba, una nueva década, la de los cuarenta, y Doris… Perdón, Rocío, (¿en quién estaría yo pensando?), para no meter la pata, preguntó con delicadeza a su novio querido que qué quería como regalo. Él, desde su innata austeridad, pidió lo primero que se le vino a la cabeza en aquel momento.

20160212_165430

  • Felicidades, cariño. Aquí tienes, mi amor, mi pichurrín. ¡Ay, que ricu ye él, madre!– Y, además de un pellizco en la mejilla de intensidad media-alta, le entrega un paquete envuelto en un papel de regalo pelín cursi, con demasiadas flores para el gusto de Indalecio, y que le parece demasiado ancho como para contener lo que él había pedido… Lo abre entre intrigado y acojonao.

  • ¿Astur? ¡Qué cojones…? ¡Qué mi madre…! ¡Isabel San Sebastián? Joder, si no la soporto.

  • P-p-pero, fue lo que me pediste, amor, ¿no? Hasta lo apunté en mi agenda y todo para que no se me olvidara, mira… “el último de Isabel San Sebastián”

  • Joder, ye la hostia; hay que jodese… No dije eso. El último de Belle and Sebastian, que no lo tengo aún… El último de Belle and Sebastian…

Y allí quedó “Astur” sobre la mesa de un restaurante elegante de Oviedo que ya no existe hoy en día. No sabemos si Do… perdón, Rocío, lo llegó a leer o no, pero sí sabemos que su “life pursuit”, su búsqueda de la vida junto a Indalecio se acabó aquel día, porque Indalecio es un ser radical en sus principios, no admite casi errores. Quizá algún día el Poeta Patético, buen amigo suyo, se anime y le dedique la oda que Indalecio merece.

Mi amigo Indalecio

vive el amor

cual auténtico paramecio

que da vueltas y vueltas

sin poder agarrarse fuerte

a la barra del trapecio:

así es su circo,

ni Conan El Bárbaro

ni un pájaro

ni un avión,

a la vista salta:

otro más,

otro “cariñoso” cabrón.

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE XV – THE KNOWLEDGE

Indalecio sabe más que de sobra que, si se pusiese en serio a ello – y a las pruebas se remite, sería muy capaz de aprobar “The Knowledge”, ¡y con nota! Y os preguntaréis, si es que no lo sabéis ya, “¿qué narices es eso de ‘The Knowledge’?” Pues no es más que una manera como otra cualquiera de acortar “The Knowledge of London Exam”, un examen acerca del conocimiento de Londres y sus múltiples calles y vericuetos que toda aquella persona que quiera ser taxista allí tiene que aprobar para poder conducir uno de esos taxis antaño negros, tan tradicionales, y que ahora lucen llenos de publicidad.

london-2007-2-015

Ahead of The Knowledge

Estuvo a punto de irse a vivir a Londres cuando su amigo Lemmy insistió e insistió y volvió a insistir para que estuviese cerca de él, que confiaba plenamente en Indalecio y en sus dotes como conductor, que no se le ocurría un chófer más apropiado. La pena era que el propio Lemmy pasaba cada vez más y más tiempo en Los Ángeles y, al final, Indalecio permaneció fiel a sus alsas.

Aún así, porque le dio la más real de las ganas, se estudió las diez primeras hojas de “The Knowledge”, y consiguió todas las rutas a la primera en un test aleatorio que él se hizo a sí mismo hace dos veranos cuando estuvo en Londres de visita. No es por chulería ni porque ya no viva ninguna de sus abuelas, pero él sabe sin dudarlo que no es más que otro “Ace of Spades”, el puto amo, que se diría por aquí.

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE XIV – SUSPICIOUS MINDS

Era su segundo día como conductor oficial de un alsa, hacía la ruta Oviedo – Gijón y a la inversa, pero la de paradas, la que iba (y sigue yendo) por la carretera vieja, nada de autovías ni y griega ni nada que acorte el trayecto. Tres viajeros se sentaban entre primera y segunda fila, la de la izquierda justo detrás de él. Aunque Indalecio aún no lo sabía, uno era ese poeta tan pesado que con el tiempo acabaría siendo su amigo, el tal Jose Yebra, e iba el muy cursi hablando inglés con dos extranjeros: un japonés de libro y un hindú (desconocía Indalecio que Vik era de raza hindú pero no de la India, sino de Isla Mauricio), los otros dos Koji y Vik.

Como es costumbre, recurrimos ahora al traductor simultáneo:

– ¡Anda, Jose, mira, Elvis Club! ¿Podemos venir aquí otro día? – Koji, que había viajado desde Londres junto a su amigo Vik para asistir a la boda de nuestros amigos comunes Ana y Gabi, tenía preparada una sorpresa para los novios a modo de imitación de Elvis Presley koji-elvisépoca Las Vegas. Gran fan e imitador del Rey del Rock, no sospechaba el pobre que casi todo el mundo acabaría dirigiéndose a él en las etílicas noches ovetenses como Koji Kabuto, y es que Mazinger nos marcó mucho de pequeños, justo es reconocerlo. Al residir en Londres y ser originario de un barrio de Tokio (cerca de Shibuya, sin casa azul), desconocía totalmente la acepción que el término club tenía en España, ya que para él un club no era más que otra discoteca a la que ir a bailar.

– A ver… ¡Cómo te explico yo estooooo….? Este club de ahí no tiene nada que ver con cualquiera de los que tú puedas conocer en Londres, o en Tokio, ni, por descontado, con Elvis – y termina Yebra su explicación acercando todos los detalles semánticos al entendimiento de sus dos amigos.

– Ah, joder, ya, ya… No, no, nada que ver, ya veo…

E Indalecio, con un gran oído para la lengua inglesa (nunca había bajado de un ocho con cinco en el instituto), sonríe desde su asiento sin dejar de controlar la carretera y el tráfico ni un mísero instante.

Ya en Gijón, aunque este día de mayo no invita en exceso a un baño en las frescas aguas del Cantábrico, Jose Yebra intenta convencer a sus dos amigos para que se adentren valientes con él en el mar. Por supuesto que no lo conseguirá.

img021

Años más tarde, de casualidad, se da cuenta de que Indalecio sí que se habría arriesgado, porque Indalecio es un valiente, un hombre de pelo en los sobacos que jamás se planteará depilarse siquiera el contorno de sus cejas.

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE XIII – VETUSTA BLUES

Y volvió a ocurrir, porque sucede cada cierto tiempo, es un tópico demasiado típico como para que la gente que sólo es capaz de pensar repitiendo lo que va escuchando se olvide de él. Se encontraba ese miércoles Indalecio en Cacabelos (de vez en cuando le cambia el turno a Nacho para poder hacer la ruta Oviedo-Ponferrada), almorzando como un campeón en La Moncloa de San Lázaro, fuera, en la terraza, con una temperatura ideal, 22 grados. En la mesa de su izquierda, dos chicas y un chico no dejaban de hablar de “el producto, la productividad, lo que aporta el trabajo en equipo, la variabiilidad del mercado, el target, el briefing, el branding, los community managers, el spammer…”, en fin, de toda esa pedantería económica tan de moda en este siglo de coachings, runners y gilipollas tan variopintos y pintorescos como una tribu de replicantes en una película de temática apocalíptico-futurista, aunque sin intención distópica de ningún tipo.

– … es como cuando voy a Oviedo, que me gusta salir en vaqueros, playeros y camiseta, pero es una ciudad tan, taaaan pija, que la gente te mira mal, y te acabas sintiendo como el culo… – sentenció el chico del terceto de al lado desde su traje ajustado, su media melena rubio oscuro, barba de tres o cuatro días y dientes nuevos macerados en un Vitaldent cualquiera.

“Ah, no… no, no y no, ¡cagondiós!”, pensó Indalecio, “otra vez con la puta cantinela ésa de que Oviedo ye pijo. Hasta ahí.”

– Chssst, CHSSSST, TÚ, EH… VOSOTROS. – suelta de sopetón Indalecio tras masticar aprisa y tragar acto seguido un buen trozo de botillo.

– ¿Nosotros? – responde el pipiolo de la economía medio boquiabierto y hasta asustado casi se podría decir.

– A ver, ho, yo no suelo entrometeme en conversaciones privaes, al menos así, gratuitamente, mentendéis, ¿no? Pero ye que nun pude más al oir la bobada esa de siempre, que si Oviedo ye muy pijo y tal… Vamos a ver, chaval, escúchame bien, ho, yo llevo en Oviedo viviendo treinta y picu de años, y saliendo por ahí con camisetes de toda calaña y nunca, pero nunca en mi puta vida nadie miróme mal, ¡oiste? Que yo vi a entrada Green DayGreen Day en El Antiguo en mayo del ’94 justo antes de que fueren famosos, y allí no había pijo alguno… Y si no me crees, ponte de eses traces que dices, y vete pol mi barriu, Teatinos, que parez que pa vosotros Oviedo nun ye más que la Calle Uría, coime. Y, hala, seguid con esi botillo, que se vos enfría y ta cojonudo, como para perdese un bocau de semejante manjar… (laputamadrequemeparió…) – esto último en un tono muy, muy bajo, dicho para sí mismo, como pura reafirmación de toda la perorata que les acaba de soltar a esos Caminantes Blancos de la economía patria.

20151113_152318Y sigue Indalecio dándole vida a esa media ración de botillo del Bierzo con cachelos, repollo y garbanzos mientras disfruta como un auténtico cabrón del silencio que ha brotado en la mesa contigua, puede oler y respirar el pasmo, ese asombro limítrofe con el mismo miedo que emana desde el botillo con cachelos y repollo de los vecinos comensales.

En medio de una gran sonrisa, recuerda ahora Indalecio el día que llegó toda la familia a Oviedo desde el pueblo, aquel piso de la Calle Turina, el ascensor, muchos vecinos yendo y viniendo, los amigos que hizo con suma rapidez, y el primer beso que le dio a Nora, la fía del fruteru, en el portal, a oscuras, mientras desde el piso de su amigo Nacho salía con rabia la voz de Eduardo Benavente cantando Adictos a la Lujuria; era la hora de Caja de Ritmos, un sábado de agosto del año 1983. “Oviedo pijo, Oviedo pijo, ja. Pijo, mis cojones son neutrones.”

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE XII, GOD SAVE LEMMY!

– ¡Cagonsandiós bendito, que no domino yo eso de conducir por la izquierda! Pa que lo sepas, manguán, yo conduje un autobús de esos de dos pisos por todo Londres hace ya unos cuantos años.

– Hostia, ¿sí? Cuenta, cuenta…

Tarde de abril, de lluvia y partida de mus en el pueblo con los de siempre. Indalecio, entre chascarrillos varios, cuenta a sus amigotes que en dos semanas le toca llevar a Inglaterra a un grupo de estudiantes de un instituto de Oviedo, a Margate, concretamente, esa ciudad en la costa este que fue punto de encuentro y desencuentro entre mods y rockers allá por los años 60 del siglo pasado, y luego seguir como chófer por allí ocho días, que si un día a Canterbury, dos a Londres, otro a Cambridge, un no parar de conducción por el carril izquierdo, ningún problema para Indalecio. Pero escuchemos su historia, que si no empiezo a divagar y no paro (luego me riñe Indalecio, que me dice que, literalmente, “soy un cuentista, que charro más de lo aconsejable, que un día ve meteme un par de hosties bien daes”)

– ¿Te acuerdas, Milio, cuando fui a Hamburgo con el pobre Lolo – que en paz descanse, puta droga – a ver a los Motörhead, que andaban de gira con los Judas Priest?

– Hostias, sí, que yo nun pude ir, cagonmimadre… ¿En el 98 o 99, no?

check_out_bastards_beer– Sí, octubre del 98. Un conciertazo de la de su puta madre… Pues luego nos fuimos Lolo y yo a quemar Hamburgo, a la zona de San Pauli, y entramos en un local con una música cojonuda… joder, nun recuerdo el nombre… Bah, da igual; tamos allí con nuestras birras cuando de repente me dice Lolo, “Cagondiós, Inda, ¿no ye aquel el Lemmy?” Y miro yo así, ajustando bien los ojos y, “¡Su puta madre, que ye él, sí!” Y con un par nos fuimos a saludarlo… y con el inglés de Lolo y lo simpaticón que yera el jodío, pues que nos liamos por ahí con el Lemmy hasta las tantas…

– Mi maaadre, cabronazo, ¿pero todo eso qué tien que ver con lo de conducir pol otro lao?

– Calla, ho, calla y escucha, castrón, que yes muy impaciente, hostia. Pues a ver, que Lolo le dijo al Lemmy que yo era conductor de autobús, y el pavo va y nos dice que necesitaba un conductor de autobús pa rodar un vídeo en junio del año siguiente, que si yo quería, que taba contratau. Claro, íbamos muy pedo, pero el Lemmy fizo una seña y apareció allí un tío que apuntó todos mis datos y me dijo que firmara. Y allí fui, pa Londres en junio del año 99, a rodar el vídeo de la versión del “God Save the Queen”; un puto desfase, la doble de la reina, la xente saludándonos por todo Londres, ¡la de dios! Por eso te digo yo que lo de conducir por la izquierda, ta chupao, joder, ¡chupao!

– Entós, ¿cuando me dixo el Julio que había visto a Lemmy por el pueblo hace unos años, yera verdá? ¡Qué cabrón yes, qué cabrón, bien el Lemmy a vete y tú sin decir nada a los colegas!

– Anda, colega, colega… tate a lo que tas, joder, y mete órdago, manguán.

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE XI – UNA DIOSA ALETARGADA

Presumía orgulloso Indalecio de muy chaval de su gran capacidad para aguantar y gestionar el miedo, lo cual le permitía hacer chanzas a sus amigos en aquellas tardes invernales de domingo cuando tocaba una de terror en el cine del pueblo. Con una sonrisa nostálgica, se acuerda de todo lo que se rió de su pandilla señalándolos a todos al mismo tiempo con el índice de su mano derecha aquel día que estrenaron Viernes 13; «sustos finales a mí…», pensaba él muy altivo desde su prepotencia.
Pero un día apareció ella, Karen Quinlan, en un telediario de los de las tres de la tarde, la foto ocupando toda la pantalla, el presentador explicando muy hierático los excesos de aquella joven en blanco y negro que la habían llevado sin remisión a un prolongado estado de coma. Se coló en sus sueños, se apoderó de sus miedos y ahí se quedó porque ahora vive con él, Karen, que es ella la dueña del sudor de sus pesadillas, e Indalecio no lucha ya, la deja vivir ahí para que le recuerde que da igual lo que haga o dejé de hacer, que al final todo se parará y él se acabará apeando de esa consciencia del ser que supone la misma vida… Por eso Indalecio nunca fue capaz de soportar a The Mamas & The Papas y soñaba (ya no) con irse un día a las Cíes a matar jipis con el añorado Germán Coppini.

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE IX -MIRÍADA DE POLITÓLOGOS

Domingo 14 de febrero de 2016

Indalecio lee por tercera vez en la prensa del día, esa maldita manía suya de leer más allá de los titulares, la palabra miríada. “¡Su puta madre, panda de pijos pretenciosos!”, se dice a sí mismo antes de dar el último trago al segundo café solo de la mañana.

“De entre esa miríada de palillos, voy a escoger uno para luego hurgar azaroso entre mis sucios dientes”, comenta al aire, en voz baja, esbozando una sonrisa cómplice de su propia autoindulgencia…

La televisión, de fondo, emite una frase: “es tiempo de politólogos…”, dice una periodista con cara de interesante estreñimiento. “¡Oh, no, cagondiós ya!”, brama Indalecio, “hasta los putos cojones. Eso se merece un poema.”

Es tiempo de politólogos

Pasillos en fuga

rimbombantes al eco

de palabras desde la máquina.

“Es tiempo de politólogos”

nos cuenta ella

y yo, echo a pensar

si serán analizados

los pájaros que vuelan

y los que no;

los que migran

y los sedentarios;

todos los estorninos al unísono

o los ñandús solitarios.

Sí que me queda muy claro,

de clarinete barítono,

que nunca se dará profundo

ese hecho antaño extasiado,

aquél que nos decía eso de

‘pájaro que vuela,

a la cazuela’

Aquí los pájaros vuelan, sí,

y libres seguirán volando

porque desde nuestros asientos

dejamos que hagan,

que sigan haciendo,

nidos de barro

extraídos con sus picos

de nuestros cansinos tuétanos.

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE VIII -BARBIES FROM HELL

  • ¡Inda! ¡INDA! ¡INDAAAAA! – ¡cómo odia Indalecio que se refieran a su persona, que lo llamen o lo que sea acortando su nombre, y más ahora, que suena como el imbécil ése que tertulia cual hombre de las cavernas los sábados noche en La Sexta (ese contrapunto rojo al azul de Antena 3, ambas hijas de la misma madre), aunque mejor eso que como cuando de pequeño los niños del colegio lo llamaban L’inda y cantaban acto seguido, tras haber respondido «¡qué?» el ingenuo de Indalecio, con voz de pito «beso de aire puuuuuro.»
  • ¡Qué paaaaaaasa?
  • A ver, ho, que ye’l cumpleaños de la ahijada y nun tuve tiempo de comprale nada, que se me pasó por completo. ¿Sales tú en un momentín y le compras una Barbie, que ye lo que me pidió? Ye que yo nun tengu tiempu, bobo, que tengo que preparar les casadielles pa la fiesta d’esta tarde…
Campillín 2

Hago vigilia mientras sueñas por las noches…

Y ahí va Indalecio, en uno de sus días libres, en busca de una Barbie para su sobrina y ahijada, Jennifer (la Jenni para la gente más allegada). Decide pasar por el Campillín y por el Fontán, esos mercadillos de Vetusta que tantas sorpresas, de toda calaña, nos pueden proporcionar. Ay, pero de camino se encuentra de sopetón con su antiguo colega de porros mal liados y sala de juegos recreativos como alternativa a las aburridas clases de filosofía..

  • ¡Hostia, Tuñón!
  • ¡Cagomiputodiós, Indalecio!

Un abrazo espontáneo, de esos bien apretados y series periódicas de palmadas fuertes en la espalda y… una simple Barbie agónica, como de película de George Romero, un single de Fischer Z, ‘So Long’ en honor de todos aquellos duros que ambos se habían gastado por aquel entonces en aquella oscura sala de juegos que estaba justo al lado del instituto para poder escuchar esa canción; tropecientas cañas y vehementes promesas para un futuro lleno de mensajes de WhatsApp y reuniones de los colegas de aquellos años que no se verán jamás cumplidas. Regreso a casa bastante más tarde de lo acordado y en unas condiciones discordantes con la vertical humana propiamente dicha.

  • Pero… PERO… ¡QUÉ COÑO YE ESTO? ¿PERO TÚ TE CREES QUE PUEDO IR YO CON ESTA BARBIE A NINGÚN SITIU, CACHO CASTRÓN?
  • Barbie y Ken harén

    ¡Hola! Nos incrustaremos en vuestras pesadillas igual que la cal en los filtros de las lavadoras, y no habrá Calgón que nos pueda echar

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE VI – AVECREM Y RISKY BISNIS

  • ¡Mi madre, Indalecio, nun te conocía! ¡Cúanto va ya! Porque tú yes Indalecio, el del Molín, ¿no?
  • Sí, sí, el mismo – responde Indalecio mientras escudriña desde su atalaya de conductor de alsa y con su visión mega-concentrada, al más genuino cien por cien, quién narices puede ser esa señora que se dirige a él con tamaña familiaridad.
  • ¿Nun te acuerdes de mí? Soy Merce Eva, la del panadero.
  • ¡Coime, sí, claro, cagonrrós! ¿Cómo te va?

Merce Eva estaba irreconocible. En nada se parecía a aquella chica con la que se morreó en el reservado de la discoteca del pueblo tras haber bailado imantados un par de lentas casi veintiocho años atrás.

  • ¿Y qué tal Ricardín, ho? Has de darle recuerdos de mi parte. ¿Seguís por Xixón? – pregunta interesado Indalecio. Ricardo era uno de sus amigos de tiempos adolescentes, de pandilla numerosa y juerguista.
  • Ay, fíu, que ya no estamos juntos. Conoció una rumana de veinte años y se largó, el muy hijoputa…

Y Merce Eva se sienta en el asiento delantero de la parte derecha, justo detrás de Indalecio, para ir contándole todas esas noticias que él, por ser poco chismoso, desconocía de pleno. Indalecio, más que escuchar toda esa retahíla de historias, quejas y reproches pasados, se para a pensar en el día de la boda de Carmen Eva y Ricardo, en el fiestón que se montó, en las invitaciones alternativas que hicieron él y el Curuxo, “Enlace Avecrem y Risky Bisnis”, que aquellos eran sus motes de instituto; ‘Avecrem’, que se lo puso Tarrancho a Merce Eva, ya que gustaba él de leer al revés todo lo que se ponía por delante; y Risky Bisnis algún otro de la pandilla que ahora no recordaba Indalecio, por la película aquella de Tom Cruise (Risky Business), por su parecido fonético con Ricardo y porque además, tal era el nivel de inglés por aquel entonces, creían que Risky era tan sólo el nombre del protagonista de la película. Ha dejado ya de escuchar a Avecrem, aunque hace algún gesto vago que da a entender mínimamente que sigue el hilo de lo que ella le está contando. Y ha llegado al día de marras, “¿No vienes al reservado, Inda?” “No, no, paso, que voy a bailar el jevi con los colegas.” Y allá que se fue Indalecio con sus amigotes, otro Air Guitar Hero más. Avecrem no perdió el tiempo, ya iba ahora de la mano de Risky, directos al reservado previo paso por la barra a pedirse una de esas asquerosidades de los años 80, Licor 43 con Coca-Cola. Indalecio los ve de reojo, sonríe, y sigue moviendo su cabeza arriba y abajo, tocando esa guitarra eléctrica imaginaria entre punteos decididamente deicidas… Ridin’ down the highwaaaay, goin’ to a show… It’s a long way to the top if you wanna rock’n’rooooll.

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR, PARTE III, BRUXISMO

Ya no quería volver más a la dentista porque sabía más que de sobra que acabaría quedándose sin dientes, que cada noche los rechinaba sin un propósito funcional específico, con los consiguientes y pertinaces dolores de cabeza mañaneros, por no hablar ya de los músculos del cuello y de la mandíbula, que eran pasto de constantes pinchazos del más ferviente dolor. Cuando le decían en el colegio de pequeño que su madre era una bruxa, nunca pensó que eso podría derivar más adelante en un galopante bruxismo del sueño. Va a intentarlo con unas sesiones de hipnosis a ver si acaba por fin con esta puta pesadilla. Mientras tanto, cuando duerme, Indalecio sigue rechinando sus dientes…