CACABELOS STORIES: TRES RESEÑAS MÁS

Contraportada de Cacabelos Stories con un extracto del prólogo de Silvia Blanco Iglesias

Bueno, ya terminé #CacabelosStories de Jose Yebra o, mejor dicho, el fíu de Milita la peluquera. Mal, porque leílu nel tren y no ye lugar. Os recomiendo su lectura con una copa de vino en la mano (yo soy más de godello que de mencía😜) para disfrutarlo!!!

Porque se disfruta y se lee de un tirón. Son historias de vida que resultan familiares: la música, los colegas, la familia, la muerte, el cine, el amor…. no se si el autor se desnuda en estas páginas o se las inventa, pero hace que parezcan reales y tuyas, cualquiera podría haberlas vivido. Pero no contado con tanta gracia e ironía…

Son stories cortas, cinematográficas, entretenidas, lugares comunes donde perderse y encontrarse, con sabor a mosto de uva y juventud, a humo de la risa y amistad. Aprendizajes tempranos para niños grandes, eso que nunca dejamos de ser. Lugares comunes de la memoria colectiva, un retrato social y cultural de Cacabelos, tu pueblo y el mío.

Pilar Sánchez Vicente

Domingo 31, último día de enero, al menos hoy se ha podido disfrutar de una tarde sin lluvia para poder salir a dar un paseo en bici y luego continuar con “CACABELOS STORIES” el libro de Jose Yebra que nos hace rebobinar a nuestro pasado. En la página 99 escribe con su estilo peculiar sobre la “Bodega del Niño”, hace referencia al Camino de Santiago, ya que se encuentra en el mismo paso del Camino y al inicio de la Calle de las Angustias. Sigue contando historias ocurridas dentro de la bodega, y se para en los peregrinos y peregrinas que entran a ella. Yo le daría a esa bodega una “bula papal” con el fin de poder ganar el jubileo sin llegar a Santiago de Compostela, la misma que tiene la puerta del “Perdón” de Villafranca del Bierzo, bien es sabido de que alguno o alguna han encontrado en esta bodega sus propios ejercicios espirituales y han perdido entre sus cubas la propia “compostelana”, ese pasaporte para llegar al Pórtico de Gloria.
Recordamos otras bodegas-tabernas que fueron antecedentes de la del “Niño”, en San Roque, también en el Camino de Santiago, estaban la de “Saturno” y “Flora”. Al lado de la del «Niño» se encontraba la de “Sagrario” que sentada en su banqueta te ofrecía con el vino clarete un pincho de huevo cocido con pimentón. A unos metros la de Quino “Lence” con el ataúd y la esquela de Ángel Basante (El practicante) como elementos de su decoración y el caldero de lavar los vasos, con más vino que el propio garrafón del que manaba lo que servía, ya sabemos que eso era de no cambiar el agua, y el servicio dónde está preguntaba la clientela y a lo que Quino contestaba, a mear al huerto, al lado de los tomates, eso en verano, y de los repollos en invierno, así estaban sus cultivos tan frondosos. Luego al lado del Café Centro, la bodega de Androllo en la que se cantaba “en la bodega de Androllo, donde se asa el tocino, donde se canta tan bien, donde se bebe el buen vino….”. El mismo Café Centro era la del “Soriano”, clarete, blanco o butano, de pincho anchoa con mejillón, plato único. Más abajo la patata de “Queixiños” (igual no se escribe así, pero se pronuncia), un poco al fondo estaba Militos con las ancas de rana, era y es el “Pajarito”, dícese que en el pozo del sótano las tenía vivas, de las ranas hablamos. En el Barrio de San Isidro (antes Campo Tablado), dividían la clientela entre la de “Esther” y “La Machorra”. También, pero hace ya muchos años, en la propia Caleixa (ahora calle Cervantes) de ese mismo Barrio, tenía mi abuelo Pestaña y mi abuela Pilar Trincado una bodega de “quita y pon”, quiero decir que solamente se abría cuando el vino estaba para beber después de la vendimia, por el Día de Todos los Santos más o menos, y una vez que la cosecha propia se terminaba, se cerraba y se abría otra bodega de esas del “quita y pon”, eso era economía social colaborativa en Cacabelos. Que no se me olvidé la tasca antigua de “Ubaldo”, mejillones y riñones, se no los tenía te tocabas los cojones,
Y escribe Jose Yebra en otro capítulo del CABELOS STORIES que el baile de la “raspa” la inventó el cura de Carracedo, no le falta razón, yo siempre lo había escuchado, pero eso no es nada ante la creatividad artística de Don Antonio, cura párroco del Santuario de la Quinta Angustia. Cuentan las malas lenguas que llegaba Don Antonio en una mañana de domingo, primero de febrero, para abrir la iglesia y dar la misa de 10 h. Don Antonio era un cura como tiene que ser, sotana, boina y zapatos negros brillantes, intentando abrir la puerta sintió un golpe sobre su cabeza, un golpe seco pero blando a la vez, una enorme cagada de un cigüeña situada a más de veinte metros de altura, desde el campanario, le pintó la boina de blanco, a lo que Don Antonio exclamó “me cago en…”, así surge esa frase marxista, leninista, que sale de las trincheras y a la vez tan nuestra.
Gracias Jose por hacernos sentir estos momentos tan entretenidos.

Samuel Núñez Pestaña

Digo la verdad cuando afirmo que nunca he puesto un pie en Cacabelos. Sin embargo, si asegurara que nunca he estado allí, mentiría.
Las páginas de Cacabelos Stories no se leen, se transitan, se huelen, se escuchan, se saborean. Una abandona temporalmente el espacio físico que ocupa y se sumerge de lleno en las anécdotas que  Jose Yebra, con impecable destreza y punzante ironía, va tejiendo capítulo a capítulo.
El resultado es un curioso, divertido y heterogéneo tapiz emocional donde es imposible no acabar reconociéndose, un itinerario psicogeográfico que nos convierte en peregrinos y peregrinas descubriendo sus calles, sus plazas, bebiendo en sus bodegas, bailando en sus discotecas…poniendo en práctica esas cosas sencillas que, en las circunstancias actuales, nos parecen tan difíciles e irrealizables: Vivir hasta el hartazgo, socializar, aprender en comunidad…crecer y construirse individualmente hasta convertirse en un engranaje más, que junto al resto, dota de sentido y movimiento al todo, un todo Cacabelense, la historia de un lugar que es impensable sin la constante interacción de las personas que lo habitan.

Un particular homenaje a la raíz, la reivindicación del pueblo como principal eje narrativo alrededor del cual orbitan las experiencias vitales del autor, así como los dintintos relatos que han nutrido durante años la vida de sus gentes.
Un justo y necesario memorándum, un canto a la familia, la amistad, el amor, la música, el cine, el buen vino, la muerte, la nostalgia…y sobre todo el humor.

No, no he estado en Cacabelos, pero después de esta lectura, de la que no he salido indemne, me atrevo a asegurar que de algún modo Cacabelos también me pertenece y pienso volver, física y literariamente, tantas veces como sea posible.

Gema Fernández Martínez

Escucha la playlist de Cacabelos Stories para el programa Rock Hunters, de La Corredoria Suena.

https://www.ivoox.com/rock-hunters-episodio-216-12-11-2020-audios-mp3_rf_60336226_1.html

CACABELOS STORIES: DOS RESEÑAS

¿Se puede ser de un lugar sin haber estado allí? Nunca mis pasos me habían llevado a Cacabelos, es cierto, ni tan siquiera hasta el Bierzo, y sin embargo en los últimos días he viajado en este año que ha pasado tan extraño a muchos de los rincones de ese lugar con ese nombre tan sonoro imposible de olvidar, y me he sentido hogar, un vecino de Cacabelos más, he conocido viñedos y museos del pasado, hoteles que miran a un río y peluquerías, aulas y templos del vino como la Bodega del Niño, e incluso he volado con la imaginación sobre el que le dicen alto de Pieros donde las nubes, ciertamente, tienen un color diferente, y me he colado en las risas y en las charlas de amigos y en la vida de sus vecinos dejándome llevar, con la intención de poner mucha atención y escuchar, y todo ello gracias a ese contador de historias que es el escritor y poeta José Yebra, autor él de una pequeña maravilla titulada, no podía haber encontrado mejor título desde luego, Cacabelos Stories, un buen número de pequeños relatos sobre su pueblo llenos de mordacidad y también de veracidad, con esa forma de narrar que tiene tan tierna y a la vez tan gamberra que le dan a esas historias un sabor muy especial.

El ritmo del libro es, acorde con los tiempos que vivimos, frenético y se desborda cual si fuera un río caudaloso que nos arrastra sin remedio, y de repente se detiene y nos invita a pensar en esas pequeñas cosas que han de conformar siempre nuestra realidad. Un libro en apariencia local pero con un latir universal donde Yebra rinde homenaje a su tierra natal y a esas gentes recias y luchadoras haciendo

nuestra su historia personal, la historia de un pueblo de nombre Cacabelos que ya no podré olvidar, y del que a pesar de no haber estado nunca allí me siento casi en la distancia no un turista accidental sino un vecino más de ese lugar.

«Uno de los primeros recuerdos que habitan en el fondo abisal de mi memoria sucede en una viña, la que mis padres tenían en Fontousal, una zona de viñedos sita entre Cacabelos y Camponaraya. Era un día soleado, imagino que de finales de septiembre o primeros de octubre, supongo también que sería domingo ya que mi madre, Milita la Peluquera, había ido a vendimiar, que jamás habría dejado ella un día laboral en su peluquería por ir a cortar racimos de uvas y dejarse la espalda en el empeño»…

César Inclán

*En la imagen, portada de «Cacabelos Stories», joya editada por la editorial asturiana Más Madera, mientras un ciclista se lanza a la carrera para llegar a sus páginas, pues como dice el autor en uno de sus relatos, ¿para qué llamar por teléfono habiendo bicicletas?

Siguiendo y saboreando el libro del cacabelense Jose Yebra con el título “CACABELOS STORIES”, y digo “saboreando” como si fuese un helado de cucurucho o nuestro querido Chupa Chups, pues no me veo pegándome un atragantamiento en una tarde de invierno para hacer una lectura maratoniana. Es que Jose Yebra en este libro te mete de lleno en los recuerdos, al menos así lo estoy sintiendo yo que soy de Cacabelos. En la página 39 describe el juego de “cintalabrea”, yo que siempre le había llamado “cintoalabrea”. Rebobino a mi infancia, adolescencia y juventud en el Barrio de San Isidro (antes Campo Tablado), lugar donde viví desde los 8 años hasta que me case y me fui para el otro extremo de Cacabelos. Este juego del que habla Jose Yebra yo lo tenía como metido en el cajón oscuro, por lo que el comenta, la dureza de pegar con el cinto que te quedaban moratones por todo el cuerpo, con la hebilla algunas veces y eso que era una norma que por ese lado no se podía dar. No me gustaba nada, yo nunca elegía ese juego, pero la presión de grupo y la decisión de la mayoría te hacían ser valiente, encima en el Campo Tablado, con una espacio infinito donde no había lugar para esconderse y la rápidas carreras de aquellos que tenía algún año más que uno, te atizaban sin piedad. De esos que te llevaban las de ganar, recuerdo a Suso el “rucho”, Gelo “aira” o Hipólito el “polo”, pero aún no terminaba , al atardecer y cuando llegaban de la tareas agrícolas los veteranos del Barrio, tanto Carito el “calcón”, Gemiro o Juan el “colaso”, también se unían al juego, así que más cuero sobre el que pillaban. Gracias Jose por volvernos a sentir estas historias tan reciente de nuestro pueblo.

Eso, eso, saboreando el libro de Jose Yebra, sin atragantones, llega la parte de la fiesta, de la llegada del fin de semana y de las noches largas de verano, llega «SARAVÁ! la discoteca más emblemática del Bierzo. En «CACABELOS STORIES» la describe Jose Yebra como algo del futuro y te mete de lleno en las pistas de bailes, dos y a dos alturas, ubicada en el Barrio de San Isidro (antes Campo Tablado) y no podía ser mejor el lugar escogido, pero también habla de la otra discoteca de Cacabelos, la Marychris. Es que en música, baile y otras jotas no había quien nos ganase. Aparece otra discoteca más, la Faustin, como anterior, a esa no entraría Jose Yebra ya que por su edad no llegaría a la taquilla. Pero yo si puedo hablar de que la mejor música del Bierzo estaba en esta última, la Faustín, en la Avda de Arganza, aún queda el espacio y restos de su interior, pero esa gran música venía de la mano de uno de los mejores «pincha discos» y no «DJ ni Disc-Yockey», ya que en mi pueblo somos eso, de pueblo bastante, hablo de Fernando, y es un buen momento para recordarlo. Gracias Jose, has abierto la veda de los recuerdos y de la memoria.

Samuel Núñez Pestaña

MEMENTO MORI… ENTONCES, CARPE DIEM!

(SOBRE LA MUERTE ES MÍA, NOVELA DE PILAR SÁNCHEZ VICENTE)

Ashes to ashes, funk to funky

We know Major Tom’s a junkie

David Bowie, Ashes to ashes (1980)

Memento mori, sí. Recuerdo ahora la primera fotografía de un ser humano carente de vida que tuve entre mis manos, que pude ver, disfrutar y odiar con todo el miedo que esa imagen poderosa producía en la mente de un niño de casi diez años. Una instantánea para que sus seres queridos recordasen con cariño a aquella mujer joven de expresión perdida, de ojos estáticos mirando al infinito, a la nada eterna que se abría paso ante su figura postrada. Años más tarde, ya como universitario en Oviedo, peregrinábamos muchas noches de juerga hasta el escaparate de Dolsé, el fotógrafo, para ver la orla de Derecho en la que aparecía la que conocíamos como la muerta. No era necesario ni buscarla, que el camino sobre aquel cristal estaba ya marcado con montones de huellas dactilares previas formando sobre ella una perfecta cruz, casi como un leve homenaje inconsciente. Llevé a mi amigo Charlie hasta allí y luego estuvo varias noches casi sin dormir, envuelto en pesadillas. Es la muerte, amigos y amigas, nada más y nada menos. 

La Muerte, sí, sus ritos ancestrales, la manera de enfrentarse a su inefable acontecer, porque nacemos para morir independientemente de nuestras intenciones iniciales con respecto a la misma. Es necesario, en mi opinión, acercarse a ella, saludarla: y es aquí cuando debe aparecer en escena La Muerte es mía, una novela necesaria, imprescindible de Pilar Sánchez Vicente, que me hace viajar en el tiempo a aquellos momentos en que, siendo niño, me obligaban mis mayores a besar mejillas frías para despedir de esta tierra a mis seres queridos, y yo petrificado, sin poder quitar mi vista de aquellas fosas nasales rellenas con algodones. No, no, en mi pueblo no había tanatopractora alguna; amortajar era una labor ancestral de las mujeres, de las más allegadas. La vida comenzaba y tocaba a su fin en casa. Ciclo cumplido, siguiente generación lista para la acción. Esto no se va a parar porque tú o yo nos vayamos.

No me gusta en demasía destripar obra alguna, sólo recomendar lo que me parece fundamental no sólo para que pasemos unas buenas horas más que entretenidas (importante también, no cabe la menor duda), sino para que el arte de verdad siga alimentando y nutriendo nuestras vidas. Por tanto…

hablemos ya de

Memento Mori, la empresa que se alimenta de la muerte y sus ritos, ancestrales o no, como puro y duro negocio, entre briefings, targets e influencers. Del origen de un negocio familiar, entrañable, a la lucha a brazo partido por el mercado funerario, cada vez más vivo y activo, valga la paradoja. Disfrutemos de la defensa a ultranza de la buena muerte, de la más que necesaria eutanasia que Claudia, la primera mujer tanatopractora habida en nuestro país, dispuesta a luchar por este derecho hasta el límite, lleva a cabo aun enfrentándose a mil y un líos. No importa, la maestría de Pilar a la hora de introducirnos en las vicisitudes de sus personajes y sus tramas brilla en cada momento. No conviene olvidar que la autora está tratando aquí con todos los tabúes que la muerte lleva implícitos: eutanasia, suicidio asistido, la legislación al respecto de tales tabúes (o, más bien, la crítica ante la falta de la misma). ¿Por qué no convertir el arte de morir en una parte integrante de la vida, como se supone que sucedía antaño? A pesar de toda la parafernalia digamos que católica o cristiana que trasciende a la muerte en nuestra vieja y cansada cultura, desde mis recuerdos de la infancia puedo ver la muerte como un acto vital más. Justo lo que nos regala Pilar con esta estupenda novela, nunca desde el morbo y sí desde el más puro homenaje a la condición humana, a lo inevitable de un ciclo que nos dice que comenzamos a morir desde el mismo momento en que nacemos. 

Otro aspecto más que destacable en La muerte es mía (repito, sin spoilers) reside en la fuerza de las protagonistas, antagónicas pero igual de ricas en actitudes, en matices que nos hacen por momentos amarlas y sentirnos identificados con su devenir, con su manera de hacer y actuar, mientras que en otros podemos llegar hasta sentir un cierto odio por ellas (sobre todo por Rita). La muerte, sí, ese dejar de ser y existir tratada desde el máximo respeto por parte de Claudia, o como negocio fulgurante que siempre tiene que ir a más y dar más beneficios en el caso de Rita, para la que la ética casi nunca es motivo para el pensamiento o la reflexión, sólo es una mera cuestión de dinero, de poder medrar dentro de este entramado funerario. 

En la presentación del libro que tuvo lugar en octubre en la Biblioteca Municipal del Fontán de Oviedo (una magnífica y nutritiva conversación entre la propia autora, Pilar Sánchez Vicente y la también genial escritora Leticia Sánchez Ruíz, con la grata sorpresa que nos regaló además como cierre el sin par Rodrigo Cuevas interpretando dos de sus canciones, Muerte en Motilleja y Rambalín) se mencionó la que probablemente sea mi serie favorita de todos los tiempos, A dos metros bajo tierra (Six feet under), porque, salvando las más que evidentes distancias socioculturales entre serie y libro, esta novela, un thriller con una fuerte crítica social que nos hará plantearnos más de una duda sobre las asunciones que llevamos dentro desde casi siempre (y por siempre me refiero a la vida de cada cual), porque es necesario parar y reflexionar sobre el significado de la muerte misma, sobre la libertad que cada ser humano tiene a la hora de decidir sobre la muerte propia… Como iba contando, que el hilo se va y el santo sobrevuela estos cielos astures tan nublados, que a mí me recordó en parte a aquella serie en la que la vida de la familia Fisher gira en torno a su negocio funerario, en ese aspecto tan vital que consiste en aportar humanidad a la muerte, en buscar nuestro lugar en este puzle humano con el fin de eliminar gran parte de ese miedo cuando se acerca el final, sin dejar ni por un instante de considerar el último aliento como una parte integrante más de la misma vida. Si alguien que se encuentre leyendo esto es fan de esta serie mítica de HBO, no sé a qué está esperando para ir corriendo hasta su librería más cercana y hacerse con La muerte es mía (y si no lo es, pues también, ¡qué carajo!). Me lo agradeceréis, sin duda, porque en cuanto terminéis de leer la página 350 y levantéis la vista para mirar al horizonte, seguro que seréis unas personas nuevas, más empáticas y con una dosis menor de pánico a eso que nos cuentan que es el final.

Jose Yebra

“Death must be so beautiful. To lie in the soft brown earth,

with the grasses waving above one’s head, and listen to silence.

To have no yesterday, and no tomorrow.

To forget time, to forget life, to be at peace.”

Sylvia Plath

MALOS TIEMPOS PARA LA HUMANIDAD: ABURRIMIENTO CIENTÍFICO PARA SOLDADOS DISTÓPICOS

MALOS TIEMPOS PARA LA HUMANIDAD: 

ABURRIMIENTO CIENTÍFICO PARA SOLDADOS DISTÓPICOS.

Natalia Menéndez

En ocasiones escribir poesía es como ir a la guerra. Escribir con el arma cargada, disparando contra la vida y también contra la muerte. Un ejército de soldados distópicos cuyos huesos se quiebran en el campo de batalla. No tienen nada que perder, pues ya no hay hogar para el regreso. 

Jose Yebra dice en el prólogo de su libro que se trata de un atrevimiento por su parte escribir estos poemas en inglés. Un atrevimiento nada inconsciente, ya que el autor posee un bagaje literario suficiente para afrontar la creación poética en lengua inglesa con destreza, con la naturalidad que proporciona haber leído y estudiados a los clásicos anglosajones, con la certeza de la que la poesía es música y la música poesía, y que el rock está siempre presente en su acto creativo. Sus versos destilan rock por todos sus poros. Son buenos tiempos para la lírica, malos tiempos para la humanidad. 

Jose Yebra suelta a su soldado distópico en un mundo desolado, y además lo hace en un producto final que combina palabra e imagen completando así en goce

estético que genera una literatura en varias dimensiones. Se trata de la osadía de un universo entrelazado en el que la simbiosis de las fotografías de Malin Ellisdotter y los poemas de Jose Yebra caminan con paso firme por el pesimismo existencial, en poemas que nos hablan de la herencia de la humanidad, de la pertenencia a un planeta devorado por nuestros descendientes, y se cuestiona los conceptos de evolución, la modernidad y la felicidad, a todas luces sobrevalorada. 

El soldado distópico sabe que la utopía ha llegado a su fin y que la lucha por un mundo mejor ya no es posible y solo nos queda sobrevivir con desesperanza. Sin embargo, el poeta no se queda de brazos cruzados, condena la inacción y hace un llamamiento a tomar partido y a asumir riesgos: “Venid, arriesgad vuestras vidas, comenzad a caminar sin rumbo fijo…”

Con versos directos que recorren lo individual y lo colectivo, en una especie de exorcismo poético la presunta modernidad de nuestra existencia es puesta en cuestión: “nunca hemos sido modernos, nunca hemos regalado a la tierra una fascinante comprensión del verdadero sentido de la vida”. Así, en ocasiones el mundo, inconveniente y gris, un planisferio con un borde abismal, se torna una pesadilla kafkiana “como un insecto aún con vida/bicharracos que se mueven en círculos dentro de vuestros estómagos”. 

Y en esa ensoñación el poeta nos presenta versos que aluden a la oscuridad y la ausencia de vida:

El mundo es gris/sin el color de tu destino.

Se trata de un ser humano que no comprende el mundo, pues el tiempo disponible se ha consumido y el tiempo actual es tiempo de construcción de muros, un contexto de guerra donde reina el sentimiento de no pertenencia, un contexto de desolación, un vagar sin rumbo por lugares abandonados: “no sale más el sol, la vida no existe (Hola oscuridad, ¿me estabas esperando?)”. Sin embargo, no está todo perdido, también hay espacio para la resiliencia. El soldado se adapta a este nuevo contexto ausente de luz, es resistente a los temores (“nos recuperamos a tiempo de nuestras perturbaciones previas”) e incluso hay lugar para la esperanza (“Otra vida, otro mundo es posible”).

Con una adjetivación abundante, las metáforas bélicas se suceden (“deshuesado ejército/ blancura masacrada/ gatillo solitario”) al mismo tiempo que las fotografías de Malin Ellisdotter acentúan el pesimismo existencial mostrando un mundo gris, un universo en blanco y negro. Las imágenes bidimensionales resultantes creadas por la combinación de poesía y fotografía se fusionan en texturas, rostros desdibujados, máscaras que ocultan nuestros verdaderos sentimientos y defectos, el paso del tiempo presente en los árboles, de la raíz a las ramas, palpable en las estrías de los troncos, en la corteza envejecida que es testigo de la rabia humana, la rabia conocida cuyo sonido emite el soldado distópico. 

En ocasiones se percibe una doble voz, tal vez la propia conciencia, como un eco que tal vez beba de fuentes literarias norteamericanas, pues recuerda en cierto modo al cuervo de Edgar Allan Poe. Ese eco recorre el poemario (anymore, nomore en vez de nevermore).

No quiero / sentir la tierra dentro de mis fosas nasales nunca más.

Tan solo eran el cebo perfecto para ellos, pero no para mí, nunca más. 

Su angustia le hizo repetir, pero no, yo no estaba allí, nunca más. 

Bajo el puente- de nuestro firme descontento nunca más.

El soldado distópico sobrevive a la contienda, pero la lucha no ha sido gratuita. Ha perdido el ojo izquierdo y ni siquiera una experta cirujana plástica como Anne Coleman podrá reconstruirlo. No obstante, el soldado ha perdido mucho más que eso, no se trata solamente de un rostro desfigurado, también ha heredado un mundo desfigurado que ya no se puede recomponer, un planeta que solo se puede habitar convertido en un fantasmal espectro. 

PARA PODER VER LA PUERTA

«No quiero saber nada…

Ni de esa luz incierta

que retrocede vaga

ni de esa nube limpia

con perfiles de cuento.

Tampoco del magnolio

que quizá aún perfume

con su nieve insitente…

No saber, no soñar,

pero inventarlo todo»

Ernestina de Champourcín, poeta, (1905-1999)

“Tell her where the rain will fall
Tell her where the sun shines bright”

(Dile donde caerá la lluvia

Cuéntale donde el sol brilla con fuerza)

Alice, canción de The Sisters of Mercy

«Es la cuarta vez que tengo que cambiar esta bombilla este mes, joder », susurró enfadada Paulina sin percatarse siquiera de la presencia de esa insistente molestia de ese nudo que se había instalado cabrón en la boca de su estómago desde que su hija Lucía y ella misma se habían mudado a este pequeño estudio del barrio madrileño de Chamberí, en el número uno de la calle Ramiro II, un quinto piso la mar de coqueto y apañado, económicamente más asequible que el anterior.

“Alice pressed against the Wall

so she can see the door

in case the laughing strangers crawl

and crush the petals on the floor”

(Alice, aprisionada contra la pared para que así pueda ver la puerta, por si la gente extraña que se ríe se arrastra y aplasta los pétalos contra el suelo)

Da igual que en la habitación de Lucía suenen los Sisters of Mercy a todo volumen, que ya no hay ni hermanitas de la caridad ni hostias en vinagre. Porque llega otra noche y en la oscuridad que alivia nuestra vigilia ella volverá a aparecer, la cara pegada al asfalto, la sangre brotando en oleadas desde su interior, abriéndose camino a través de su boca, de sus fosas nasales, incluso desde sus oídos. Lucía siempre la ve, pero nunca la saluda, solo da media vuelta, deja escapar otro suspiro más de fastidio e intenta conciliar el sueño.

Lucía no sirve, no es válida.

Quizá por el hecho de ser gótica, que eso siempre supone un estadio de empatía con todo lo desconocido. Lo intentará pues con Paulina.

Por la mañana, al tratar de encender la luz del baño, volverá a escuchar como estalla otra bombilla más. No hay LED que resista. Hace pocos días, un electricista amigo revisó a conciencia toda la instalación y no le quedó otro remedio que el de concluir que todo estaba bien y en perfecto orden. Por si acaso, cambió todo el cableado y también los portalámparas para, acto seguido, enroscar en cada uno de ellos la que él mismo definió como  «la bombilla infalible, ¡mínimo veinte años!»

Paulina siempre anda con prisa. La velocidad de la vida actual nunca le da un simple respiro. Necesita pagar el alquiler y todo trabajo es poco, aunque debería estar muchísimo mejor pagado, eso seguro.

«Mañana, en cuanto regreses del trabajo, vamos a ir las tres a tomar un café aquí al lado, con unas porras y una buena conversación entre amigas, ¿os parece?», y Paulina, sin darse casi ni cuenta, responde con un leve «sí, será un placer» mientras se seca el pelo frente al espejo.

«Alice in her party dress

she thanks you kindly,

so serene…»

(Alice con su vestido de fiesta te da las gracias con amabilidad, muy tranquila…)

«¡Dios, joder…. Luci, quita esa música, hostia, que son las siete de la mañana! », pero Lucía no hace ni caso y Paulina, su madre, sale del baño con un cargamento muy potente de mala leche en dirección a la habitación de su hija, abre la puerta de golpe y ve que Lucía duerme profundamente, no hay música alguna. Andrew Eldritch no nos quiere decir nada porque él nada tiene que ver con esto.

«Joder, me voy a volver loca aquí.»

Vuelve a no desayunar porque ese nudo hoy aprieta mucho, demasiado. El metro, la nueva oficina, las pijas de Sara y Meli, un café solo a las once y veinte acompañado de un generoso trozo de bizcocho de naranja, varios cigarrillos y muy pocas conversaciones. De nuevo el metro, esta vez de vuelta a casa. Lucía ya ha regresado de estudiar con su amiga Tania. Se saludan con un beso rápido y fugaz y un «¿qué tal?» que no espera respuesta alguna.

“Alice in her party dressed to kill

she thanks you turns away

she needs you like she needs her pills

to tell her that the world’s OK”

(Alice vestida de fiesta para matar, te da las gracias y te da la espalda, te necesita así lo mismo que necesita sus pastillas para decirle a ella que el mundo está bien)

Ahora sí. Esperan a que termine la canción. Se abrazan mirándose a los ojos. «Todo va a ir bien», dice Lucía. Y las tres, bien agarradas de la mano y luciendo sus mejores galas, se acercan a la ventana, la abren, miran abajo sin miedo y sonríen. La furgoneta de siempre sigue ahí abajo, aparcada. Saltan sin pensárselo ni medio segundo, incluso se podría decir que felices. Le dirán a Alicia donde va a llover, que el sol luce brillante esta noche, que el mundo volverá a estar a sus pies. Esperarán la inminente llegada de nuevas inquilinas para así, las tres juntas, poder compartir toda esa sangre que un día dejó de circular por todo el interior de sus cuerpos desahuciados.

26 de noviembre de 2018

El titular rezaba “Se suicida cuando iba a ser desahuciada”.

Alicia, mujer de 65 años, se quitó la vida lanzándose desde la quinta planta de su vivienda en el distrito madrileño de Chamberí. Llevaba tres meses sin poder pagar el alquiler.

La Constitución española de 1978.

Título I. De los derechos y deberes fundamentales

Capítulo tercero. De los principios rectores de la política social y económica

Artículo 47

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

Relato publicado en el libro colectivo «Miedos», publicado por la editorial asturiana Más Madera, 2019.

CACAHUÉS PASADO

poesía

Espasa

espesa

se pasa

escasa

se casa

se basa                en

                                         una

masa               con

guasa

poesía

rasa

rebasa                  y

abrasa                  a

la NASA

poesía

descompasa            y

desengrasa

esto

             no

                         es

                                     poesía                    dice

                                  pues

dale

                            al

                                                    intro                  y

estafa

                                      polimerasa

ZAPATOS SIN CORDONES

«Te protegeré del miedo, de la hipocondría, de todo lo que desde hoy turbe tu vida».

La Cura – Franco Battiato

La palabra, dicen, es sanadora… Dicen; el viaje por los versos conoce caminos que, quizá, puedan curar viejas heridas y también alertarnos ante la posible aparición de las nuevas.

¿Qué es el miedo sino la más humana de todas las sensaciones? Miedo al dolor, a su inexplicabilidad, a no encontrar respuestas ante el eterno desafío de la galopante incomprensión humana. Los monstruos que habitan en nuestros interiores están ahí, agazapados y a la espera, buscando con avidez esa grieta para poder salir, no ya como esa luz de la que nos habla Leonard Cohen, sino como ese tornado que nos desubica y nos sitúa en un universo en el que las emociones no son, no sirven de guía a la que aferrarse si la oscuridad aparece de súbito con el único fin de paralizarnos y no dejarnos ser quienes somos en realidad.

Amar el miedo desde la soledad y el mar de fondo de estas palabras.

Ella, amada, querida, deseada, el puerto de origen y el destino; desubicada y luchadora contra sí misma por sí misma con el arrojo de una valentía que en ocasiones parece muy difícil encontrar.

La aceptación, el amor exacto en el momento adecuado: con toda la inmensa dificultad que ese simple hecho (así lo parece) supone.

En Zapatos sin cordones cada poema es un viaje, puede que incluso un exorcismo, la búsqueda de la luz a través de un fuego que nos abrasa pero al que soportamos sobre nuestra piel sin regalar una sola mueca externa de dolor, porque nuestro dolor no es nada, no significa absolutamente nada ante la dureza amada, ajena, que le (nos) permite seguir viviendo.

Todo esto (y más) es para mí Zapatos sin cordones, el último poemario de Julia Navas Moreno, publicado por Chamán Ediciones.

«Y anhelamos, impacientes,

la normalidad anómala de nuestra existencia».

Julia Navas Moreno

SERIE : A VISTA DE DRON – 1. Cacabelos -Zona Centro

Cacabelos, mi pueblo, a vista de pájaro. Disfruten.

LUGARES CON ALMA

(Un viaje de altura por pueblos de Los Ancares y El Bierzo)

Vertebrando Cacabelos de Este a Oeste se erige la Avda. de la Constitución y, en su centro, dos de las más célebres plazas la acompañan, dos símbolos de todos los tiempos, de los infinitos juegos infantiles del ayer y de los agradables encuentros entre vecinos en la actualidad: La Plaza Mayor y La Plaza del Vendimiador.

El Sagrado junto a la Iglesia Santa María, y una representación de las más bellas casas con galerías del pueblo que nos conducen a La Plaza Mayor.

La Plaza Mayor con sus característicos magnolios.

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EL SEÑOR COCRETA Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL: DOS POEMAS

Se dio a conocer como El Poeta Patético. Unos meses más tarde, tras indagar en los mundos del postureo poético cambió su nombre a Patético Poetry, porque sin un buen «poetry» detrás, por mucha frase de mierda que escribas, nadie te va a hacer caso. Pero los tiempos evolucionan, cambian a toda hostia, y ha decidido, tras un elaborado proceso místico de introspección en busca de los chakras poéticos, adoptar una denominación definitiva: EL SEÑOR COCRETA, que vino al norte huyendo de la Meseta (Y no, noes «Pickle Rick», aunque se parezca muchísimo). Ha participado en algún recital online en Instagram durante el confinamiento, en Histeria, micro abierto y ahora nos trae estos dos poemas que evocan tiempos pasados desde una nostalgia contenida en anuncios pretéritos, y también la situación actual a la que las Fuerzas del Mal nos quieren someter. Ahí van:

AQUELLOS ANUNCIOS DE LA TELE

recuerdo ahora los anuncios de mi infancia:

henos aquí los de Pravia

Farala fue chica nueva en la oficina

ya se ha jubilado y vive en Filipinas;

aquel negrito del África tropical

que cultivando cantaba la canción del Cola Cao

se levantó en armas contra la patronal

y ahora solo toma café

de Colombia, del de Juan Valdés;

hasta que aquellas camisas Ike llegaron

y nos contaron que volvían las rayas

y es que tras un buen copazo de Soberano que es cosa de hombres

no hay nada mejor

y acompañarlo de La Española

que es una aceituna como ninguna;

las muñecas de Famosa

que andan por la franja de Gaza

ya deben estar llegando al portal

y el chisus en el pesebre

sonríe porque está alegre

(le han regalado una camisa Ike por Navidad

y él siempre vuelve, vuelve a casa por Navidad);

los cuerpos Danone

el algodón no engaña

ahora se llama Don Limpio…

y hablando de este último,

en mi casa siempre compraban la colonia

Lavanda inglesa de GAL

aunque a mí me gustaba mucho más la de Fa

el frescor salvaje de los limones del Caribe

por el anuncio de la tele,

el de da primera teta, Fa, Fa, far away…

En fin, que siempre me extrañó aquello de “inglesa”

Lavanda inglesa

porque pensaba que eran gente mucho española

que dejaba su aroma, llámalo X,

por los territorios norteños del País Vasco.

Lavanda inglesa… española de GAL…

casi como el champú Johnson,

tan suave que puedes usarlo todos los días.

“enviaremos un hombre a Marte

otro al Aconcagua

y otro al fondo del océano”

“¿y podrán?”

“¡los Madelman lo pueden todo!”

“¡cuántas geypermaneras de jugar conoces ya?”

“muchas, porque mi Geyperman adopta todas las posturas”

ay, que tiempos, qué maravilla de anuncios…

“todas las posturas”, igual qué aquella banda, la del Señor X,

Y es que, “en el mundo de los gatos, Isidoro es el amo”

“por el cambio”

 

 

CONSPARANOIA

por si no todavía lo sabéis:

Los Beatles jamás existieron

por qué Paul iba descalzo en Abbery Road? Eh?

pero, vamos, Finlandia tampoco existe

y Jari Litmanen en realidad jugaba con Suecia;

Siri puede predecir el apocalipsis

y si te tomas dos carajillos y te metes dos rayas

además contribuyes bien a levantar España.

Avril Lavigne murió en 2003

y la suplanta una tal Melissa Vandella:

el sk8ter boy es hoy un bróker que vota a Trump

y que grita “all lives matter!”

la tierra es plana y está hueca

si vas todo recto llegas hasta La Meca;

JK Rowling no existe

porque Nicholas Cage le chupó toda la sangre

en un baño mixto allá por 1985

porque no es más que un vampiro de 150 y pico años

y ella tampoco escribe nada, que son otros.

 

menos mal que tenemos a Miguel Bosé

que nos lo explica todo con precisión:

Linda, beso de aire puro

Super Superman donyuanderstanailofyu…

de hecho, yo no escribo esto

es un nanobot que me han implantado

en la vacuna contra el Covid-19:

un “chis” que se han inventado

las fuerzas oscuras del mal

que quieren controlarnos con un “chis”

y me pregunto ahora asombrado,

si hacen las vacunas con fetos abortados,

qué van a dejar de comer a los comunistas bolivarianos?

 

el planeta está electrificado

y el 5G riega nuestras plantas:

poneos ya vuestros gorritos de papel de aluminio

porque se va a terminar pronto su dominio

seremos magufos buscando balcones libres en Magaluf

fiesta magalufa sin un amanecer bilderberg a la vista: balconing universal

porque, claro, si la tierra es plana,

cómo hostias va a amanecer si no es poco!?

 

y ahora ya sí que ha comenzado la Eugenesia

que Bill Gates pretendía:

estoy lleno de polvo inteligente

(en realidad, siempre lo he estado)

y me aparto sin mascarilla del resto de la gente

que no son más que masones desinformados.

TOGETHER

TOGETHER

El lunes 22 de junio, en la última clase de preparación de la EBAU con mi grupo de 2º de bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales del IES La Corredoria, se nos ocurrió terminar con un «exquisite corpse» como ejercicio de redacción y creación literaria. Lo comencé yo, y participaron Claudia Busta Busta, Miguel Castro Celaya, Lucía Fernández López y Beatriz Sánchez Pérez.

Este es el resultado final:

TOGETHER

The snow fell hard for the fourth week in a row. They had prayed for snow after all, but who knew it would come like this.

They were tired of not seeing the sun. It had been literally two months since it started. In some places, they couldn’t even go out; others had a great time building snowmen and drinking hot coffee. In general, everything was a mess and a terrible thing happened eventually.

One day, all became grey: the climate disappeared, there was no difference between day and night… The days passed by and nobody knew what was happening…

Until a cat meowed for the first time. That day, the 31st of February, 2020 ½ everything changed. People were no longer ruling, the animals had taken over the world, and the only ones allowed to vote were women.

When this happened, everybody started a new order in the world. The animals took the government and made jails for the humans. The first day of May all the people stayed inside the jails, but a group made the Resistance to fight back the animal world.

Some animals joined the humans in their fight against oppression and intolerance. They even went to live with them in the wild.

It may sound weird, but the animals started being the highest part of the social status. Humans lost the fight. The new society included changes such as paying with carrots instead of coins. Humans were desperate and thought about recovering their normal lives, just as they had been before.

This situation had to stop and they needed to go back to their normal lives. So, one day, a girl called Frida started a revolution. Humans needed to take the control back again.

But they needed to do it in a way so that nobody was above anyone, no racial or sex discrimination. It was the moment to change the system and rebuild it in an equal way for everybody.

In the end, each country chose a speaker and all met to create an equal world without prejudice and discrimination. This new world increased the budgets in health, education, the environment and science, and everyone started working at the same time and in the same direction.

THE END