“Quizás viajar no sea suficiente para prevenir la intolerancia, pero si logra demostrarnos que todas las personas lloran, ríen, comen, se preocupan y mueren, puede entonces introducir la idea de que si tratamos de entendernos los unos a los otros, quizás hasta nos hagamos amigos” – Maya Angelou
Las hermanas Clark nunca fueron a ninguna guerra. Esperaban, guardaban la casa y tejían bufandas de extensiones imposibles.
y los hombres
con sus cargamentos
rebosantes de testosterona
y plenos de adrenalina
buscaban trincheras
húmedas y vacias;
humanos en movimiento,
deserción de sentidos
inesperados y cambiantes.
Las hermanas Clark
esperaban, sí,
porque no sabían hacer otra cosa,
porque las habían creado así,
y hoy, entre décadas malgastadas,
te dicen que te quieren,
que necesitan de tu amor
para seguir viviendo
sin respirar.
Las hermanas Clark
os quieren de verdad;
nunca duermen
y acarician vuestros cabellos
en el umbral de vuestros sueños.
Las Hermanas Clark es el título de un poema de Otra lengua extinta, mi primer poemario, de la Editorial Suburbia Ediciones, el número 9 de su colección malas tierras. Este poema está inspirado en una fotografía del año 1850, de la fotógrafa Frances Benjamin Johnston. Una imagen ciertamente inquietante, la verdad, de ésas de las que no puedes ni apartar la vista porque te atrapan en su contexto.
Por cierto, podéis adquirir Otra lengua extinta enviando un correo a la editorial: suburbiaediciones@hotmail.com: preguntando en librerías o en estas webs:
en tu óxido
nadan mis intestinos:
la nada de lo poco
que queda de simple
respiración intuitiva;
que si un día
bebiste en mí
viviste de ti
contemplaste sin luz
una época de gloria
y hastío
ya nada pervive
en imágenes
ni memorias
colectivas
de sudor ajeno
y caballo propio;
olvida pues tu memoria
y deja que pasen:
ya están agotados
de golpear
con desgana
el pomo fálico
de tu portón
ambidiestro.
ANIMALES CASI DOMÉSTICOS
El ser humano aún no está
al cien por cien domesticado,
piensan desde algunas cúpulas (que así las denominan
por su obtusa animadversión
por la arquitectura poliédrica).
Es por eso que volamos
a sólo un palmo del suelo,
que si ponemos un pie vertical
ya sentimos otra vez la tierra,
cómoda y esquilmada,
confort de agradecimiento,
de aplauso, de sonrisa,
de triunfos contra natura.
Todavía no estamos domesticados, no, porque sigue habiendo humanos en rebelión que continúan sordos al silbido «amable» del amo.
Alguien habló un día con no sé quién que conocía a no sé que otra persona que tenía un amigo que iba mucho por un bar de Oviedo que organizaba sesiones poéticas, también conocidas como jams o timbas. Ese alguien conocía al Poeta Patético. “Oye, ¿y por qué no te animas este jueves y te acercas a ese local, que hay sesión de micro abierto?” Y allí encaminó sus pasos el Poeta Patético el pasado jueves tras un copioso y tardío menú del día en el barrio, de ésos de siete euros y sopera llena de fabada (no de les meyores fabes, por supuesto) que dé para llenar casi cuatro platos a rebosar también de morcilla, lacón, chorizo y panceta, un pequeño imperio en el lado oscuro de la grasa. No pudo con el cuarto, que todavía faltaba el segundo plato: carrilleras guisadas con la de dios de patatas fritas y un pimiento triste adosado sin piedad al que nadie nunca hace ni puto caso. Plato limpio tras untar el quinto trozo de pan. De postre, tarta de la abuela, una buena ración, de las de paisano. Dos cafés con coñac y seis sol y sombra. No puede haber mejor calentamiento para una sesión de poesía, sin duda alguna. El camino desde el barrio hacia el Antiguo le sirvió para ir desalojando algo de metano de su cuerpo, aunque había reservas en su aparato digestivo para unas cuantas horas.
– Buenas, ponme una Mahou… Vengo a recitar, ¿hay que apuntarse o algo o ya salimos por libre?
– Espera, ho, que ya te apunto yo. Dos poemas por persona, que hoy hay mucha peña. Soy Chema – dice mientras estira el brazo esperando recibir un apretón de manos por pura reciprocidad. No es así. El Poéta Patético ya se ha aferrado a su mahou y no puede ver más allá de su alcohólica sed.
– Apunta ahí, El Poeta Patético.
– Joder, ¿así, como suena?
– Sí, claro, ¿cómo cojones quieres que suene?
Y ahí está ahora nuestro rapsoda sujetando su cuarta Mahou, aguantando estoicamente letanías que ni escucha, palabras y rimas que hablan… ni puta idea tiene él de lo que hablan, que a él no le gusta esa mierda de la poesía. Puaj. Otro trago más.
– Y ahora tenemos un nuevo poeta en esta timba. UN FUERTE APLAUSO PARA… ¡EL POETA PATÉTICO!
(El resto no es más que una transcripción literal de lo que aconteció acto seguido el jueves pasado en un local del Antiguo de Oviedo que se dedica a organizar sesiones como ésta.)
Eeeeeh, a ver… que yo estoy aquí básicamente para tomar cerveza, como diría Bukowski, y eso que a mí Bukowski me la pela, me la puede chupar doblada, el puto cabronazo… Os podéis largar a ver un partido de fútbol si os da la gana, los tíos, digo, que si alguna se queda y quiere follar luego, no tiene más que decírmelo… Eeeeeh… Bueno voy con un poema… Perdón, ufffff, es que fueron tres platos de fabada para comer, y siempre mejor fuera que dentro, ¿no? Va:
Tu boca sabía a ajo
y tu saliva pegajosa
se pegaba en mi barba,
pero yo te amaba
no como tu novio
ese imbécil sin cerebro
tan lleno de caspa
como vacío de ideas.
No me gusta el sabor a ajo
y por eso me fui
porque tras la tercera arcada
preferí echar la pota en la calle
a llenarte entera la boca
de callos con garbanzos:
eso sí que es amor,
cercanía glotona
y una más que romántica
halitosis compulsiva.
Y bueno, eso… que, a ver, que lo de poeta patético es muy sencillo, como bien acabáis de comprobar. Yo reconozco mi patetismo, pero vosotros no, que os creéis portadores de no sé qué mierdas… en fin, que a veces me da por leer poesía, y puedo citar al gilipollas del Rimbaud (Rimbaud, Rimbaud la la, Rimbaud, Rimbaud la la, el paraíso puede estar en Trinidad… ) – esto último cantado con la música del Koumbó de Georgie Dann – o uno que me recomendó una amiga hace tiempo, un tal Casanova, uno canario que palmó con 19 años hace ya una pila de años, que seguro que se suicidó, el puto imbécil… mierda de mártires malditos… En fin, que tengo que recitar otro poema, y dice así:
El cadáver bonito
para tu puta madre
que yo quiero
llevar mi cuerpo y mi vida
hasta los límites de la más sucia
fealdad que jamás podáis imaginar
y ya no lavaré más mis dientes
nunca traicionaré
a ninguno de mis hermosos pelos
volaré a cualquier parte
y desde el tren de aterrizaje
os mearé con destreza
mientras hago esfuerzos
por sacarlo de mi:
mi octavo pasajero
que, como decía Paco,
el camionero de mi pueblo:
la meada sin un pedo
es como la fiesta sin gaitero.
Hala, y ya, a tomar por culo… ¡Chema, ponme otra Mahou!
Como bien señaló Nayar al día siguiente: «éramos cuatro gatos y un pájaro». Sí, un gorrión que se había colado en la Casa de Cultura de Cangas de Onís y que se encargó en más de un poema de los efectos de sonido. Doce poemas recitados por cada uno: Nayar Crespo y José Yebra (yo mismo), nueve propios y tres ajenos. (En el origen, íbamos a ser tres poetas recitando, pero a Laura Junco se le hizo imposible la asistencia).
Nayar homenajeó a su hermano, Alberto Claver, a Pablo Benavente y a Ignatius Farray y su épica Oda a Donald Trump.
Por mi parte, ante la ausencia final de Laura, me decidí por tres mujeres, tres poetas que admiro: Maya Angelou, Alejandra Pizarnik y Carol Ann Duffy. Ya está bien, dejémonos ya de sobrevolar la mera divagación y vayamos con LA POESÍA:
Veintiún Gramos
«She might think I’ve forgotten her don’t tell Her It isn’t so»
Bob Dylan
Habíamos vendido
Lo que nos quedaba de alma.
Simplemente para no dejarles nada
A nuestros demonios.
Porque
¿Qué cojones sabrán ellos de perdiciones,
Si no te han mirado a los ojos desde tu regazo?
¿Qué sabrán ellos de perdiciones
Si no han visto
Ese moño que te pones
dejando a la vista
Las tres pecas que,
como un semáforo apagado,
me piden extrema precaución
en tu cuello?
Y ahora ya os dejo por hoy, y con una alegre cancioncilla, y aprovechando que llevaba puesta una camiseta de los Sleaford Mods, ahí os va ésta que os preste: (estamos hablando de poesía, ¿no?)
«I’ve got called an anarchist That’s for the middle class trainspotters I don’t want my dog on a string That’s gonna hurt the thing»
Coime, Indalecio, ¿dónde vas tan repeinao? Si hasta güeles bien y todo.
Nah, Nachón, que voy hasta El Olivar, ahí en la Calle Oscura, que presentan un libro de poesías…
¡Home, no me jodas! ¡Poesías, tú?
Sí, ho, ye esti manguán que vien siempre en el alsa, José Yebra, el que escribe estes histories del Alsa, que me dedica algunas que pa qué…
Sí, ya sé, ho. ¿Pero ése que pinta en ese xaréu?
Ya ves, que escribió tres de las del libru, Degeneración Salvaje. Voy a ver cómo ye el asuntu…
Y allí está Indalecio, en el Olivar a las 20.30, puntual como un conductor del alsa. Pide una cerveza, saluda al ínclito José Yebra, le reprocha un par de cosas que no le gustaron de la última publicación que el autor escribió sobre su persona, «joder, pero cómo se te ocurre contar lo de la Avecrem y el Risky», y con las mismas, compra un ejemplar. Como el recital va con retraso, lo normal, se saca sus gafas, deja la cerveza en la barra, y pone cara interesante para leer algún que otro poema. Los tres del mencionado Yebra ya los conocía del blog: CORRE, CORRE, CORRE…, … IN THE NAME OF…y UNAS POCAS COSAS, QUE ALGUNAS SON,con lo cual, busca algún otro al azar, y da con éste, de David González, en la página 99:
FULL METAL JACKET
de pie
en posición de firmes
en uno de los estantes
de mi biblioteca:
una bala de no sé qué calibre:
una bala de plomo en todo caso
con camisa de cobre o de latón:
una bala blindada
full metal jacket
de punta hueca además:
una bala que robé
en casa de un narcotraficante
en casa de jeremiah johnson
una vez que fui a comprarle
medio gramo de caspa del diablo:
el mismo diablo que carga las armas:
no con esta bala como es natural:
no con esta bala eue en realidad
no es una bala sino más bien
una vida
que alguien
me debe:
«¡Hostias!», pensó Indalecio, «es cojonudo», lo cual corroboró cuando lo escuchó recitado a micro abierto por Ana Vega. Y allí se quedó, más intrigado que de costumbre, a ver aquel recital poético. No estaba David González, ese 29 de diciembre de 2105 en El Olivar, pero sí otros poetas, otras poetas «salvajemente degeneradxs», Alberto Claver, Gema
El Olivar se llena de poesía salvaje y degenerada. De pie, de izquierda a derecha, José Yebra, Laura Marcos, Kiko Martínez, Víctor Cuetos, Alberto Claver y Suarón. Agachado, Pablo X Suárez.
Fernández, Laura Marcos, Kiko Martínez, Suarón, Víctor Cuetos, Iyán Vigil, Pablo X Suárez y José Yebra… . Y se lo pasó tan, tan bien, que repitió la experiencia el día 4 de enero, esta vez en La Escuela Rock Bar de Cangas de Onís. Volvió a quedarse con la boca abierta al escuchar a Alberto Claver recitar con vehemencia su poema
FACTURAS:
recuerdo la vez
que cortaron la luz
mientras comíamos:
se apagaron las bombillas
y la sonrisa de mi madre.
no tardo en recuperarla.
la luz.
Se quedó intrigado al ver y escuchar a Kiko Martínez, hasta que se dio cuenta, «¡Hostia, si ye’l batería de Mala Reputación!» Un punto más a favor de la poesía en sí misma, que el batería de un grupo que le gusta haga poemas como éste:
TODO
Todo es equilibrio.
Todo tiene un por qué.
Armonía impresa desde hace siglos en cada rincón.
Silencios, que matan cualquier palabra,
aunque alguien se empeñe en bautizar
cada brizna que se encuentra lejos; lejos de su alcance.
Sacrilegio del humano cuando no sabe callar.
Le hizo gracia la «gilipollez» esa que hizo su «hagiógrafo» junto a Nayar Crespo. Eso de recitar en inglés mientras el otro pasa los subtítulos, uno V.O. y el otro S.E.
Desde hace ya unos días, Indalecio lee poesía… eso sí, a escondidas, «no vaya a ser que me pillen y piensen lo que no es, coime, que esta gente ye muy primaria.»
Cuarteto poético salvajemente degenerado. De izquierda a derecha, José Yebra, Alberto Claver, Kiko Martínez y Nayar Crespo en La Escuela Rock Bar de Cangas de Onís, 4 de diciembre de 2016