MEMENTO MORI… ENTONCES, CARPE DIEM!

(SOBRE LA MUERTE ES MÍA, NOVELA DE PILAR SÁNCHEZ VICENTE)

Ashes to ashes, funk to funky

We know Major Tom’s a junkie

David Bowie, Ashes to ashes (1980)

Memento mori, sí. Recuerdo ahora la primera fotografía de un ser humano carente de vida que tuve entre mis manos, que pude ver, disfrutar y odiar con todo el miedo que esa imagen poderosa producía en la mente de un niño de casi diez años. Una instantánea para que sus seres queridos recordasen con cariño a aquella mujer joven de expresión perdida, de ojos estáticos mirando al infinito, a la nada eterna que se abría paso ante su figura postrada. Años más tarde, ya como universitario en Oviedo, peregrinábamos muchas noches de juerga hasta el escaparate de Dolsé, el fotógrafo, para ver la orla de Derecho en la que aparecía la que conocíamos como la muerta. No era necesario ni buscarla, que el camino sobre aquel cristal estaba ya marcado con montones de huellas dactilares previas formando sobre ella una perfecta cruz, casi como un leve homenaje inconsciente. Llevé a mi amigo Charlie hasta allí y luego estuvo varias noches casi sin dormir, envuelto en pesadillas. Es la muerte, amigos y amigas, nada más y nada menos. 

La Muerte, sí, sus ritos ancestrales, la manera de enfrentarse a su inefable acontecer, porque nacemos para morir independientemente de nuestras intenciones iniciales con respecto a la misma. Es necesario, en mi opinión, acercarse a ella, saludarla: y es aquí cuando debe aparecer en escena La Muerte es mía, una novela necesaria, imprescindible de Pilar Sánchez Vicente, que me hace viajar en el tiempo a aquellos momentos en que, siendo niño, me obligaban mis mayores a besar mejillas frías para despedir de esta tierra a mis seres queridos, y yo petrificado, sin poder quitar mi vista de aquellas fosas nasales rellenas con algodones. No, no, en mi pueblo no había tanatopractora alguna; amortajar era una labor ancestral de las mujeres, de las más allegadas. La vida comenzaba y tocaba a su fin en casa. Ciclo cumplido, siguiente generación lista para la acción. Esto no se va a parar porque tú o yo nos vayamos.

No me gusta en demasía destripar obra alguna, sólo recomendar lo que me parece fundamental no sólo para que pasemos unas buenas horas más que entretenidas (importante también, no cabe la menor duda), sino para que el arte de verdad siga alimentando y nutriendo nuestras vidas. Por tanto…

hablemos ya de

Memento Mori, la empresa que se alimenta de la muerte y sus ritos, ancestrales o no, como puro y duro negocio, entre briefings, targets e influencers. Del origen de un negocio familiar, entrañable, a la lucha a brazo partido por el mercado funerario, cada vez más vivo y activo, valga la paradoja. Disfrutemos de la defensa a ultranza de la buena muerte, de la más que necesaria eutanasia que Claudia, la primera mujer tanatopractora habida en nuestro país, dispuesta a luchar por este derecho hasta el límite, lleva a cabo aun enfrentándose a mil y un líos. No importa, la maestría de Pilar a la hora de introducirnos en las vicisitudes de sus personajes y sus tramas brilla en cada momento. No conviene olvidar que la autora está tratando aquí con todos los tabúes que la muerte lleva implícitos: eutanasia, suicidio asistido, la legislación al respecto de tales tabúes (o, más bien, la crítica ante la falta de la misma). ¿Por qué no convertir el arte de morir en una parte integrante de la vida, como se supone que sucedía antaño? A pesar de toda la parafernalia digamos que católica o cristiana que trasciende a la muerte en nuestra vieja y cansada cultura, desde mis recuerdos de la infancia puedo ver la muerte como un acto vital más. Justo lo que nos regala Pilar con esta estupenda novela, nunca desde el morbo y sí desde el más puro homenaje a la condición humana, a lo inevitable de un ciclo que nos dice que comenzamos a morir desde el mismo momento en que nacemos. 

Otro aspecto más que destacable en La muerte es mía (repito, sin spoilers) reside en la fuerza de las protagonistas, antagónicas pero igual de ricas en actitudes, en matices que nos hacen por momentos amarlas y sentirnos identificados con su devenir, con su manera de hacer y actuar, mientras que en otros podemos llegar hasta sentir un cierto odio por ellas (sobre todo por Rita). La muerte, sí, ese dejar de ser y existir tratada desde el máximo respeto por parte de Claudia, o como negocio fulgurante que siempre tiene que ir a más y dar más beneficios en el caso de Rita, para la que la ética casi nunca es motivo para el pensamiento o la reflexión, sólo es una mera cuestión de dinero, de poder medrar dentro de este entramado funerario. 

En la presentación del libro que tuvo lugar en octubre en la Biblioteca Municipal del Fontán de Oviedo (una magnífica y nutritiva conversación entre la propia autora, Pilar Sánchez Vicente y la también genial escritora Leticia Sánchez Ruíz, con la grata sorpresa que nos regaló además como cierre el sin par Rodrigo Cuevas interpretando dos de sus canciones, Muerte en Motilleja y Rambalín) se mencionó la que probablemente sea mi serie favorita de todos los tiempos, A dos metros bajo tierra (Six feet under), porque, salvando las más que evidentes distancias socioculturales entre serie y libro, esta novela, un thriller con una fuerte crítica social que nos hará plantearnos más de una duda sobre las asunciones que llevamos dentro desde casi siempre (y por siempre me refiero a la vida de cada cual), porque es necesario parar y reflexionar sobre el significado de la muerte misma, sobre la libertad que cada ser humano tiene a la hora de decidir sobre la muerte propia… Como iba contando, que el hilo se va y el santo sobrevuela estos cielos astures tan nublados, que a mí me recordó en parte a aquella serie en la que la vida de la familia Fisher gira en torno a su negocio funerario, en ese aspecto tan vital que consiste en aportar humanidad a la muerte, en buscar nuestro lugar en este puzle humano con el fin de eliminar gran parte de ese miedo cuando se acerca el final, sin dejar ni por un instante de considerar el último aliento como una parte integrante más de la misma vida. Si alguien que se encuentre leyendo esto es fan de esta serie mítica de HBO, no sé a qué está esperando para ir corriendo hasta su librería más cercana y hacerse con La muerte es mía (y si no lo es, pues también, ¡qué carajo!). Me lo agradeceréis, sin duda, porque en cuanto terminéis de leer la página 350 y levantéis la vista para mirar al horizonte, seguro que seréis unas personas nuevas, más empáticas y con una dosis menor de pánico a eso que nos cuentan que es el final.

Jose Yebra

“Death must be so beautiful. To lie in the soft brown earth,

with the grasses waving above one’s head, and listen to silence.

To have no yesterday, and no tomorrow.

To forget time, to forget life, to be at peace.”

Sylvia Plath

EL CHOPO T-REX Y BOWIE EN PELUCHE

chopo-cacabelosla locura no consiste
en ver un T-rex
en el tronco de un árbol
mientras paseas al atardecer
bajo el frío sol de un invierno
agotado de esperar
su propia temperatura,
no;
la locura viaja y vibra
dentro de nuestras vísceras
sin interesarse apenas
por seres que dejaron de serlo
muchos millones de años atrás;
la locura, en definitiva,
tan sólo radica en creer
que todavía pueda existir
un rex o «similárico» ejemplar
que por haber salido a este mundo
por el coño de una madre señalada
alce su cabeza,
su busto parlante,
lector aburrido
poco electrizante,
por encima de las sombras
del resto de las gentes;
sub… sub… y sub
sin ditto lo cual
me traslado al árbol siguiente
para ver si no me habla
de criaturas ya extintas…
o, en su de(fuck)to,
de aquéllas que sin duda
sólo merecen la más absoluta
y regia
extinción
(sin excepción)

bowie-pelucheEsos días en los que paseo
por galaxias paralelas
noto como tu ojo izquierdo
nos observa sin intentar
ni por un instante controlarnos
porque tú no eres uno de esos grandes hermanos
que todo lo quieren vigilar,
tan solo eres, y lo proclamó aquí
sin anestesia alguna
desde mi atea atalaya,
lo más parecido a un dios
que jamás habré venerado;
por eso a veces «emigro»
a otras galaxias cercanas,
fumo sin fumar un montón de cigarrillos
y comparto un par de chutes
con el mayor Tom,
abusando complacido
de su eterna sonrisa
de dientes perfectamente imperfectos.

EL MEJOR BOCADILLO DE CHORIZO / LA NIÑA DE SUS OJOS

casa-de-mi-abuelaVuelvo del colegio,
hace mucho frío
y la calefacción no tira.
«Siéntate conmigo a merendar»,
y adiós a ese partido callejero entre amigos…
No importa ya.
Cada vez que paso al lado
de la casa vieja
veo toda tu infancia,
esa tan dura que me contabas
al calor de ese brasero
en tardes frías
de inviernos largos;
mi bocadillo de chorizo
y los ojos tan abiertos
como los oídos…
El regreso a casa:
te escucho nacer
a un llanto más
de aquella muerte,
a un lloro menos
del olvido,
de esa dignidad
que se tiraba al monte
para alimentar el hambre
de aquellos que una vez
fueron los suyos.
No recuerdo calor más agradable
ni bocadillo de chorizo
más apetecible.

dormir-en-alsala niña de mis ojos
el niño de mis desvelos
el colacao
y las galletas;
la ropa, el calzado
y yo?
deprisa deprisa:
en una mano
el cepillo de dientes
y en la izquierda
el peine
recoged rápido las tazas!
menos mal, no llueve
paraguas al paragüero;
llave abre
llave cierra
ascensor averiado,
sólo son tres pisos;
cantamos escaleras abajo:
«debajo un botón ton ton…»
portal
«buenos días»
«buenos dias»
«vaya grandes que están ya!»
«crecen que se matan, sí»
colegio, el timbre
besos, amor, cariño
«aprended mucho»
y ahora rápido a la estación
al alsa
a trabajar lejos de casa
por casi 600 €
hasta las seis de la tarde,
porque todo va bien
y la macro economía
nos saluda sonriente
desde el cielo despejado
de aquellos rascacielos.

SMARTPHONE ASS MADONNA

Virgin Mary to Major God,

Take your E’s and wizz and log your smartphone on…

 

Calla, osada, no hables,

Y menos aún en esas lenguas paganas,

Herméticas,

Heréticas y saqueadoras de sí mismas,.

Ahora escúchame,

Abre bien alto tus oídos.

No vine aquí para quedarme,

No soy parte de esas máquinas,

Inmundas, infectas,

Ladinas y perversas,

Ni siquiera soy porque estoy,

Ya que ni estoy ni nunca he estado.

Ningún viaje es en vano,

Mas el mío fue tan eterno como inexistente,

Odisea inventada de neurona agradecida.

¿Escuchas ahora ese motor rugiente?

Agárralo, con fuerza.

¿El destino, tú crees?

Ahora tócalo, así, sin levantar tus dedos

De su superficie.

¿Qué sientes?

¿Es poder? ¿Acaso miedo?

Es como una virgen

A la que acarician por vez primera

Y se abre sin premura al contacto

Tierno y decidido

De una silueta impropia

Ajada de tiempos pretéritos

Alejados sin fervor de sí mismos,

De sus propias circunstancias,

De sus innombrables miedos.

¿Ahora, ya crees en mí?

Me parece bien, más que bien incuso diría,

Aunque yo jamás

ni un puto pelo me fiaría

De la nada que nunca ha sido

Ni será jamás mortal en tiempo infinito.

No busques más los límites,

Que ya los he construido yo misma,

Con tus lloros, con ese faldón

Dejado a la intemperie

Por esas manos rudas e ilimitadas.

Arrodíllate y contempla extasiada

La magnitud de su poder.

Hiere, asusta, destruye, aniquila

Mentes demasiado maduras,

Al borde mismo de la severa putrefacción.

Me voy,

Te quedas,

No le cuentes a nadie

Que la mentira vive en mí

Y translúcida en la oscuridad

De toda vuestra mierda seca

De herejes destructores de almas

Que no son, ni serán.

Apago ésta, mi mentira caduca,

Y te dejo sola y lejana.

 

This is Virgin Mary to Major God…

Fuck you, cunt, I’m not stepping through the Door…

Otro poema inspirado por una imagen de Juan López de Ael propuesta por Hélène en La Poesía no Muerde. No sé por qué razon extraña, pero fue ver esta imagen y llegarme a la mente Bowie con su Space Oddity… El resto, puro existencialismo casi racional.

HUNKY DORY Y LA HOSTIA EXISTENCIAL

Seguro que todavía queda gente rara en este mundo que no sabrá quién es David Robert Jones, el Duque Blanco… Y no sé vosotros, pero yo me acuerdo perfectamente del momento exacto en el que supe de la existencia de David Bowie. Sábado 24 de mayo de 1975, el día antes de mi Primera (y casi última) Comunión. Mi primo Pablo, que de aquella trabajaba en un barco mercante y viajaba por todos los mares y océanos conocidos y, lógicamente, conocía muchos, muchísimos países, había venido a participar de la supuesta celebración familiar.

Ahora estamos almorzando en familia, riéndonos de los chistes escatológicos que mi abuela Sagrario tenía a bien contar en cuanto tomaba dos copitas de anís del Mono. Mi primo se levanta a poner música – llevaba siempre consigo un estéreo enorme; yo podía pasarme horas y más horas muertas admirando aquel armatoste de hipnóticos altavoces del que salían sonidos desconocidos por mí hasta entonces (“¡Esos jipis! ¡Bajai ese volumen, gonmiputamadre!”, que decía mi padre) – y regresa con la carátula de una cinta en la que se ve a una persona de pelo rubio, largo, con la expresión como perdida en un punto del infinito, la cabeza inclinada hacia la derecha, la nuestra, y las manos sujetando la cabeza tal que parece que se le puede caer en cualquier momento si las aparta.

  • Chago, mira que tía más buena – le dice mi primo Pablo a mi padre.
  • Pues sí, guapa sí es… Aunque yo las prefiero morenas – contesta mi progenitor tras coger la foto con su mano derecha y observarla con atención.
  • ¡Jajajajajajaja! ¡Serás bobo! ¡Es un tío!
  • ¡Gondiósbendito! ¡Ya no se distinguen los hombres de las mujeres, joder! ¿Cómo iba a saber yo que era un maricón? Si es queeee…
  • ¡Jajajajajajaja! Pues es David Bowie, un cantante inglés, ese que estás oyendo ahora…

Y mientras los oriundos de la casa estamos escuchando “Changes” sin tan siquiera saber que se trata de esa canción, y sonándonos a todos el inglés como un simple “guachiflí, guachiflú”, me apresuro a coger de la mesa la foto de la portada del “Hunky Dory” y me la quedo mirando completamente absorto mientras los demás siguen discutiendo en aguda armonía.

comulgar

Al día siguiente, mientras el cura se acercaba a mí repitiendo a cada niño esa inútil letanía que reza “el cuerpo de cristo”, no dejaba de sonar en mi cabeza “Queen Bitch”, y cuando Don Damián me metía la hostia en la boca, yo estaba en el estribillo, “chisouchuichy…”, que fue lo que salió de mi boca como un susurro antes de decir “¡amén!” Y así fue transcurriendo mi mañana, con mis tripas elaborando las más sutiles melodías que el ayuno puede componer a la espera de los ansiados churros con chocolate, y con esa canción de Bowie dando vueltas sin cesar como un satélite soviético en la órbita de mi cerebro.

¿Mi cerebro? ¿Alguien ha mencionado mi cerebro? A día de hoy, todavía me pregunto si habrá vida en Marte o no.