poesía
Espasa
espesa
se pasa
escasa
se casa
se basa en
una
masa con
guasa
poesía
rasa
rebasa y
abrasa a
la NASA
poesía
descompasa y
desengrasa
esto
no
es
poesía dice
pues
dale
al
intro y
estafa
polimerasa
poesía
Espasa
espesa
se pasa
escasa
se casa
se basa en
una
masa con
guasa
poesía
rasa
rebasa y
abrasa a
la NASA
poesía
descompasa y
desengrasa
esto
no
es
poesía dice
pues
dale
al
intro y
estafa
polimerasa
Se dio a conocer como El Poeta Patético. Unos meses más tarde, tras indagar en los mundos del postureo poético cambió su nombre a Patético Poetry, porque sin un buen «poetry» detrás, por mucha frase de mierda que escribas, nadie te va a hacer caso. Pero los tiempos evolucionan, cambian a toda hostia, y ha decidido, tras un elaborado proceso místico de introspección en busca de los chakras poéticos, adoptar una denominación definitiva: EL SEÑOR COCRETA, que vino al norte huyendo de la Meseta (Y no, noes «Pickle Rick», aunque se parezca muchísimo). Ha participado en algún recital online en Instagram durante el confinamiento, en Histeria, micro abierto y ahora nos trae estos dos poemas que evocan tiempos pasados desde una nostalgia contenida en anuncios pretéritos, y también la situación actual a la que las Fuerzas del Mal nos quieren someter. Ahí van:
AQUELLOS ANUNCIOS DE LA TELE
recuerdo ahora los anuncios de mi infancia:
henos aquí los de Pravia
Farala fue chica nueva en la oficina
ya se ha jubilado y vive en Filipinas;
aquel negrito del África tropical
que cultivando cantaba la canción del Cola Cao
se levantó en armas contra la patronal
y ahora solo toma café
de Colombia, del de Juan Valdés;
hasta que aquellas camisas Ike llegaron
y nos contaron que volvían las rayas
y es que tras un buen copazo de Soberano que es cosa de hombres
no hay nada mejor
y acompañarlo de La Española
que es una aceituna como ninguna;
las muñecas de Famosa
que andan por la franja de Gaza
ya deben estar llegando al portal
y el chisus en el pesebre
sonríe porque está alegre
(le han regalado una camisa Ike por Navidad
y él siempre vuelve, vuelve a casa por Navidad);
los cuerpos Danone
el algodón no engaña
ahora se llama Don Limpio…
y hablando de este último,
en mi casa siempre compraban la colonia
Lavanda inglesa de GAL
aunque a mí me gustaba mucho más la de Fa
el frescor salvaje de los limones del Caribe
por el anuncio de la tele,
el de da primera teta, Fa, Fa, far away…
En fin, que siempre me extrañó aquello de “inglesa”
Lavanda inglesa
porque pensaba que eran gente mucho española
que dejaba su aroma, llámalo X,
por los territorios norteños del País Vasco.
Lavanda inglesa… española de GAL…
casi como el champú Johnson,
tan suave que puedes usarlo todos los días.
“enviaremos un hombre a Marte
otro al Aconcagua
y otro al fondo del océano”
“¿y podrán?”
“¡los Madelman lo pueden todo!”
“¡cuántas geypermaneras de jugar conoces ya?”
“muchas, porque mi Geyperman adopta todas las posturas”
ay, que tiempos, qué maravilla de anuncios…
“todas las posturas”, igual qué aquella banda, la del Señor X,
Y es que, “en el mundo de los gatos, Isidoro es el amo”
“por el cambio”
CONSPARANOIA
por si no todavía lo sabéis:
Los Beatles jamás existieron
por qué Paul iba descalzo en Abbery Road? Eh?
pero, vamos, Finlandia tampoco existe
y Jari Litmanen en realidad jugaba con Suecia;
Siri puede predecir el apocalipsis
y si te tomas dos carajillos y te metes dos rayas
además contribuyes bien a levantar España.
Avril Lavigne murió en 2003
y la suplanta una tal Melissa Vandella:
el sk8ter boy es hoy un bróker que vota a Trump
y que grita “all lives matter!”
la tierra es plana y está hueca
si vas todo recto llegas hasta La Meca;
JK Rowling no existe
porque Nicholas Cage le chupó toda la sangre
en un baño mixto allá por 1985
porque no es más que un vampiro de 150 y pico años
y ella tampoco escribe nada, que son otros.
menos mal que tenemos a Miguel Bosé
que nos lo explica todo con precisión:
Linda, beso de aire puro
Super Superman donyuanderstanailofyu…
de hecho, yo no escribo esto
es un nanobot que me han implantado
en la vacuna contra el Covid-19:
un “chis” que se han inventado
las fuerzas oscuras del mal
que quieren controlarnos con un “chis”
y me pregunto ahora asombrado,
si hacen las vacunas con fetos abortados,
qué van a dejar de comer a los comunistas bolivarianos?
el planeta está electrificado
y el 5G riega nuestras plantas:
poneos ya vuestros gorritos de papel de aluminio
porque se va a terminar pronto su dominio
seremos magufos buscando balcones libres en Magaluf
fiesta magalufa sin un amanecer bilderberg a la vista: balconing universal
porque, claro, si la tierra es plana,
cómo hostias va a amanecer si no es poco!?
y ahora ya sí que ha comenzado la Eugenesia
que Bill Gates pretendía:
estoy lleno de polvo inteligente
(en realidad, siempre lo he estado)
y me aparto sin mascarilla del resto de la gente
que no son más que masones desinformados.
El Poeta Patético (también conocido como Patético Poetry) ha estado desaparecido un buen tiempo. Las circunstancias no fueron extrañas, que aquí paso a relatar uno de los motivos de tan larga ausencia. Eso sí, promete regresar con más fuerza y rabia que nunca.
“¡Oh, envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes!” – Miguel de Cervantes
Hoy me despierto con la envidia subida. Leo versos que no entiendo más que yo, y necesito simplicidad en mi vida con la intención de que que las mariposas carnívoras de mi estómago no terminen devorando mis entrañas para salir volando a posteriori cual desbandada de octavos pasajeros a conquistar el mundo batiendo sus bellas e infinitas alas. Tengo que buscar algo de alimento, esta adicción a la poesía basura está acabando conmigo, pero no puedo más, soy un yonqui de la más pura intensidad, un drogadicto de la dependencia amorosa, del amor romántico, porque yo no puedo follar, que sólo sé hacer el amor y recorrer los lunares de tu espalda con mis dedos formando firmamentos que nos definen para vencer mis miedos a tu lado y sobreponerme a las adversidades del destino, porque
“poesía no son mis textos sencillos de niño, poesía es ella, es el sentimiento de quererla y aunque os joda nunca va a ser solo vuestro” … ¡NOOOO, JODER, LLEVADME YA! ”Me acerco a ti y follamos, otros días hacemos el amor, depende de las ganas de ser viento de tu pelo,..” Por fin, un chute, uffff, qué relajación.
Esa misma tarde, en la frutería:
– Buenas, tardes, ¿la última o el último?
– Servidora – una señora que parece enfadada me responde casi airada.
Espero con armoniosa paciencia mi turno tarareando para mis adentros una de los Pixies (whores in my head, whores at my door, whores in my bed…). Ya me toca.
– Cuatro endibias, por favor.
– Perdona, no te he entendido bien, ¿has dicho “endivias” o “endibias”?
– “Endibias”, con be, que estoy utilizando el término no científico y, además, tengo hambre.
– Ah, estupendo. Pero, pero… Por favor, no toques la fruta, ¡no ves que no es higiénico?
– “Qué importante es tener una persona que cuando todo va mal se acerca aún más”
– ¡Te encuentras bien?
– “No tienes ni idea de lo que me gustas cuando sonríes”
– Pero tú, qué cojones… que estamos gilipollas hoy, ¡o qué? ¡Que dejes de sobar los melones, hostia ya!
– “El sinónimo de orgasmo es que te acaricien despacito por dentro del pelo con los dedos”
– Mira, vas a llevar dos hostias bien dadas, imbécil, ¿ves la puerta, sí? Pues largo con tus pijadas, y nada de despacito, rapidito y bien rapidito. Que vea yo el movimiento.
– “Y yo que soy tan de huir, me voy a quedar”
En ese instante, la frutera me lanza las endibias a la cabeza con muy mala leche mientras se va cagando con desparpajo y tronío en todos mis ancestros ante espectadores anonadados que no comprenden este arte.
– “Por mucho que trates de pisarme no voy a dejar de florecer”
Esa noche no cenamos endibias, hubo que conformarse con unas lentejas del día anterior. Ahora vivo con miedo, agazapado en las cunetas, con un palo en mi mano para saltar y volar, metafóricamente hablando, desde mis versos perfectos de filología inglesa. Voy a conseguir el pentámetro yámbico definitivo en castellano. Porque, es cierto, me estoy quitando, y solamente leo basura de vez en cuando.
“Una sonrisa es una línea curva que lo endereza todo”
Phyllys Diller (que era de Ohio, no de Murcia)
– No sé, Indalecio, yo no lo veo nada claro.
– Pero si tú les das mil millones de vueltes a esos manguanes que dicen que son poetas.
– Joder, ye que ye acojonante todo lo que venden, esa cantidad de seguidores, de seguidoras talibanes que hasta “matarían” por defendelos… Asusta que la poesía se haya convertido en eso…
Otro culín de sidra, marca Peñón, que es la que el camarero les recomendó nada más entrar a esta nueva versión de la legendaria sidrería El Ferroviario de la calle Gascona, ese Bulevar de la sidra siempre tan poblado de turistas como querido por la gente local. Indalecio y su amigo, el Poeta Patético, se reúnen tras unos meses sin verse, unos tiempos tan aciagos de compañía mutua como llenos de mensajes, fotos, GIFs y vídeos compartidos por whatsapp, las típicas chorradas de las nuevas formas de comunicación entre humanos, vamos.
– De la que abrí el Instagram, que me lo aconsejó una amiga, Luci, ya sabes, la del molino, la del pueblo… si, ho, no me jodas, que te la presenté hace ya un par de años… pues eso, lo normal, que me llegan peticiones pa seguime, y de aquella me fijé en un chaval que tenía una cuenta, algo de el verso en un cuerpo o no sé que leches, y yo leía aquello de aquel guaje con faltes de ortografía, una semántica de arrastre y sintaxis casi de los chinos, y me sacaba una sonrisa, por lo pardillo de aquellos amagos de poemas, frases y tal. Pero el muchacho, tras darle un par de likes a mis pijaes, va y deja de seguirme así, de repente. Le mando un mensaje: “oye, que me has dejado de seguir”; me responde, “vaya, ha sido sin querer” y vuelve a facer click… dos días más hasta que vuelve a dejar de hacerlo. Entós voy yo y me pongo a ver ya más detenidamente de qué va su cuenta. Cada vez va siguiendo a menos gente y, por el contrario, a él lo siguen ya miles. Yo dejo de seguirlo también, que uno tiene su dignidad, joder. El guaje, que ye listu como’l rayu, se crea cuentes paraleles y fai como si fuera otru pa darse ánimo y defender a capa y espada toes les babayaes que escribe, ¡hasta una cuenta de clubs de fans, oíste!… Ahora anda escribiendo sus chorraes con imágenes erótico-festivas, que ye muy guay eso y da muchas seguidoras con ansias de romanticismo del más chungueras… “Es muy fácil”, me explicó Luci, éstos empiezan a seguir a gente a saco y luego se van, dejan de seguirlos al poco y así van acumulando y acumulando mogollón de follogüers; eso y que también existe la posibilidad de comprar paquetes de 5000 seguidores o más. Acaban con miles de seguidores, la mayoría son cuentas fantasma, porque no cuela tener tropecientos mil followers y un número de likes nada acorde con esa cantidad. En fin. Luego me da por ir investigando este fenómeno paranormal que responde por “nueva poesía”, y entro en cuentas por ahí a leer, a sufrir como un castrón con kilos y más kilos de mierda pastelera. Cada vez que les comento algo en sus cuentas, ironía y sarcasmo a tope, van y me bloquean… Ése ye el su nivel de autocrítica, o igual ye que saben que son una mierda tan, tan descomunal que yos da vergüenza debatir algo en serio, desde la literatura y no desde eses babayaes que apelan al tan manido amor romántico para carpetas de adolescentes que aún van al instituto. Puro chicle de fresa demasiado azucarado para ser real… Mira, el otru día en la librería Cervantes taba yo buscando algo de poesía que llevarme a los ojos cuando aparece una guaja a protestar, que había pillao del estante de la editorial Frida un par de libros, 1775 Calles, del Defreds ése que tanto vende, y La Rueda, de Alberto Claver, y decía que qué narices era aquel libro de La Rueda, que menuda mierda… y cambiólu por otru. Lógicamente, me compré el de Alberto Claver, que ye muy bueno, no parece de Frida, ni de coña. Imagino que, con lo que ganan con todos esos babayos del amor, luego decidirán publicar a gente buena como Alberto. No sé, Indalecio, creo que voy a dedicarles algo.
– Un día me contaste algo sobre crear una especie de Poeta Patético “influencer”, ¿cómo va eso?
– Ahí voy, camarada. Tengo esto, a ver qué te parece:
EL POETA PATÉTICO «INFLUENCER»
el paro,
la nevera vacía,
una oferta de trabajo,
«buenos dias»
«buenos sean;
serás capaz de escribir
frases de vida,
de esas de influencers,
épicas, míticas,
bonitas?»
«eh!? pero qué hostias…!?
el anuncio decía:
se necesita poeta»
«así es:
posters, postales,
tazas, camisetas…
son tiempos de coaching,
de motivar…»
el poeta Patético necesita trabajo
y se convierte
en poeta «influencer»
«es fácil, busca un nombre
tipo defreds»
«pues deweeds»
(me gusta fumar)
«eeeehhh… puede valer,
por qué no!?
y a crear frases hermosas
(qué más da el compromiso,
verdad? jejejeje)
ya en casa:
1) escribí te quiero
en cada poro de tu cuerpo,
no dormí en toda la noche
y ahora me muero de sueño
2) compré un billete sólo de ida
para el país de tus sábanas
3) con mis dedos recorrí
los límites de tu figura,
no me pude dormir
porque se me puso muy dura
no, no, no, joder,
que se me va la pinza otra vez;
céntrate!
3) bis
con mis versos recorrí
los límites de tu cuerpo,
y ahora soy yo quien esculpe
en tu vida los ‘te quiero’
pues está, enviar…
una cerveza
y ahora sí,
me pongo ya a escribir.
– Jajajajajajajaja. Pues mola, ye dinámico y divertido, y para los recitales, que ni pintau.
Una semana más tarde:
– Joder, por tu culpa estuve mirando por Internet poetas de esos chungos que me comentaste. Vergüenza ajena para repartir entre ejércitos. A estes altures ya nun sé si leen lo que escriben… Imagino que no, que si lo hicieran…
– Nah, lo mejor ye dejarlos. Que la gente escriba lo que le dé la puta gana, no merece la pena ni cabrearse ni nada. Ye como con la música, que hay gente buenísima y luego ves las listas de los más vendidos y ahí está el “Despacito” de los cojones, el fíu del Julio Iglesias, inamovibles. Pues eso ye extrapolable a la música, al cine, a la tele… No hay porque hacerse mala sangre. Cada cual a lo suyo, Indalecio.
– Pero, ¿vas a seguir con el Poeta Patético «influencer»?
– No lo sé, alguna frase escribiré, a modo de crítica irónica, pero a mí me gusta escribir, y no me sale eso… a no ser que sea, claro, desde el cachondeo y la ironía; ahí sí que puede salir algo. Tengo unes frases, a ver qué te parecen. Atento… ¡Que me escuches, hostia, conductor de alsa del pijo!
– Joder, que taba mirando el tenis en la tele, ho… Venga, tira.
1)
Cada vez que leo una frase de vida,
tiro luego de la cadena,
paso la escobilla.
2)
Las chicas lánguidas que ilustran
esos libros de poesía nueva y joven
no eructan, no se sacan mocos verdes,
no se tiran pedos de colores.
3)
Él te regaló rosas y un “poema”;
tú necesitabas perejil y un enema.
4)
Escribí un verso en tu cuerpo
con rotulador permanente,
aquella tarde en la playa
te miraba toda la gente.
5)
Aunque tú eras del Sporting
y yo del Oviedo,
en el Carmín de la Pola
yo te dije “te quiero”
6)
Cada vez que alguien escribe “mi chica”
un tiburón tigre se traga un tetra-brick
de leche desnatada… ya vacío.
7)
Para demostrarte mi amor
te envié un GIF de Chiquito de la Calzada.
Al día siguiente, ya enamorada,
comenzaste a leer a Schopenhauer
con extasiado fervor.
8)
Al querer abrir aquella lata de atún
al natural,
me quedé con la anilla en la mano…
hasta que apareciste tú,
y tu sonrisa fue
el mejor abrelatas.
9)
Su vocabulario era tan, tan rico,
que yo repetía en su boca
cada palabra que desconocía.
10)
De tanto navegar en tu recuerdo,
acabé ahogado en el mar de tu memoria.
– ¿Qué, cómo lo ves?
– ¡Pero como que “out”! ¡Tres cojones, hostias, que dio en el mediu de toda la raya, joder!… ¿Qué decías? Ah, les frases… Tú tira, que todo eso cuela fijo. Vas a ser «influencer», castrón.
– Ya, fijo… pero «influencer» derivado de «influenza», que voy a ser la puta gripe y sus epidemias, jajajajajajajaja…
El Poeta Patético recibe un SMS, ya sabe que es la cita con la dentista, porque es la única que desde el móvil “antiguo” que tiene en su clínica le envía uno de esos mensajes casi tan ancestrales como el papiro. Cita para el lunes 24 de octubre, 5 en punto de la tarde; una de esas limpiezas para combatir la maldita piorrea, anestesia incluida, que le dejan la boca jodida para un día y medio o dos. Le gusta esta dentista por dos razones, porque tiene mortadelos en la sala de espera, y porque, si no te apetecen unas risas con las calamidades de estos dos agentes de la TIA, también hay muchas revistas de historia. Este lunes le apetece al bardo algo de historia. “Gilles de Rais, el primer asesino en serie de la historia”, ya ha elegido revista. Gilles, que había luchado codo con codo con la heroína del pueblo francés, Juana de Arco, y que en su declive se dedicaba a asesinar a niños, a desmenbrarlos, a torturarlos lentamente jugando como un loco cabrón con cada miembro u órgano amputado o arrancado. Aunque al final es capturado y ejecutado, tanto horror explícitamente explicado ha dejado un nudo marinero de los chungos en la boca del estómago del Poeta Patético. Devuelve con rabia la revista al revistero de la esquina y agarra en su lugar uno de los periódicos del día. “Stan Hilton, muere el último brigadista británico”; mira el poeta su reloj para ver si le da tiempo a leer el artículo. Miembro de la 15 Brigada, testigo de la Batalla de Teruel, luchó en los frentes de Aragón y Cataluña. Emigró a Australia. “Joder, ahora me llaman…” Decide, de camino a la silla de tortura, hacer un poema dedicado a los dos personajes, el yin y el yan, el cafre y el idealista. Se le ocurre, acordándose de la serie esa, El Ministerio del Tiempo, juntarlos en algún contexto… “Algo saldrá”, piensa mientras se está sentando sin dejar de reojo de mirar esa aguja plena de anestesia que amenaza ahora impunemente el cielo de su paladar blando.
Las palabras se la chupan bien a la cultura,
antagonismo de libro
no es lo mismo un hijo de puta
que un cabronazo que ayuda,
no es lo mismo
y Stan viajó en el tiempo
y se encontró a Gilles
y le dijo “no pasarás”
y, aún cambiando el devenir
de la historia que ocurrió después,
no dudó en sacar de su mauser
cinco balas, cinco
para que le cundiese bien la rima
a esa escoria medieval
llamada Gilles de Reis;
de Reis a Reich,
un pequeño paso
que saltar.
¡Viva la Quinta Brigada!
Un paseo por Teruel,
unos trujas bien liados
y a seguir matando fascistas,
esta vez ya no medievales,
sino Nacionales.
Impasible su ademán,
¡pum, pum, pam, pam!
Que no, que no
que no pasarán.
Stan Hilton,
que nunca sus pies pisaron
un hotel de los de categoría.
“Sí, sí. Ese martes vino a la charcutería, cogió número y espero mirando su móvil a que llegase su número, el 73 si no recuerdo mal. Pidió doscientos gramos de chosco (siempre lleva chosco, le encanta, ye que ta muy bueno, la verdá) y una cuñina de quesu La Peral, que, aunque anda así así con el colesterol, no se priva de él ni una semana. Pero era una cuñina muy piquiñina, no se vaya usted a pensar… ¿Que si he leído algún poema suyo? Jajajajaja, no, qué va. La última poesía que yo leí fue en clase, uuufff, en 2º de la ESO, que la Pelos, la de lengua, nos hacía recitarlas en alto, vaya un corte… ‘Se equivocó la paloma, se equivocaba. Por ir al norte, fue al sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba’… ¡Hostia, si me acuerdo y todo! ¡Jodeeeer!… Y ni recuerdo de quién era, pero era bonita, sí, muy bonita…”
“Mediano con leche, sí. Ya no hace falta ni que lo pida, que se lo pongo yo porque no va a cambiar esa rutina, y si lo hace, te avisa con un gesto de su mano y te dice así con ese tono serio que él tiene, ‘Julián, ponme una caña, una tostada, que nun toy yo pa cafés hoy’, y se sienta p’allí, p’atrás del café en una de aquellas mesas del fondo, debajo de aquellos cuadros del Ché y de Fidel, y pilla el periódico, el que esté libre, le da lo mismo La Nueva que El Comerciu o el Marca; luego saca una libretina que tiene, así piquiñina de cubierta naranja, y un boli y se pone a pensar así, todo interesante, y escribe algo, aunque muchas veces acaba mirando el periódico o el móvil, supongo que el facebook o algo así, no sé. De vez en cuando mira de reojo a alguna chavala o paisana que entra a la cafetería, pero no con insistencia… ye como si sólo le pusiese una nota mental del uno al diez y luego ya siguiese a lo suyo. No ye que sea muy hablador, la verdá, pero ye buen chaval. No, no, ¿yo? Jojojojojojojojo… Si yo no leí un libro en mi puta vida. Lo más que llegué yo a decir alguna vez con los colegas es ésa de ‘con los dedos de las manos, los dedos de los pies, la polla y los cojones, todo suma veintitrés’ Jajajajajajaja… ”
“No es mal vecino, no. Muy educado; muy callado también, aunque a veces pone la música al altu la lleva, una música muy ruidosa, de ésas de voces que nun s’entienden, a gritos, ¡gua, gua, guaaaaaa!, pero eso pasa muy pocas veces, y nunca a horas impropias, hay que ser justos… No, pues no sé muy bien a qué se dedica. Ah, ¿que ye poeta? Pues mire usted que bien. No tenía ni idea. Ya le comentaré, ya, la próxima vez que me lo cruce. A mí sí que me gusta la poesía, Becquer, Machado, Alberti, pero no leo, no. Si a veces escucho a alguien recitar en la radio sí que presto atención. Hace poco escuché a Conchita Velasco en un programa recitando uno muy bonito. Los vellos como escarpias, oiga, como escarpias…”
Foto de Hombre del Sur («robada» de su facebook)
“Joder, que anoche me lié con el Netflix ese de los cojones, viendo Narcos, observando como Wagner Moura se esfuerza en eliminar su acento brasileño, y le cuesta, le cuesta mogollón, aunque ye bueno, no nos engañemos. El caso es que fue meterme en la cama y venga a crear poesía, un poema tras otro, a chorros, oíste, que si ‘plata o plomo’, ‘hojalata o mayordomo’, y así, pero no tuve ganas de salir del calor de las mantas y me dije, ‘mañana ya los escribes, deja ya de darle vueltas al coco de una puta vez y duérmete ya, hostias’, pero nada… Bueno, al final lo conseguí, no sin esfuerzo, y con la inestimable ayuda de la música clásica muy bajita que puse en la radio de la mesilla de noche. Me despierto esta mañana, tío, y veo que ya son las doce y media. Joder, a espabilarse, vago de los cojones, me estuve diciendo un buen rato a mí mismo hasta que cerca de las dos ya logré sacar un pie fuera de la cama. A partir de ahí, ya fue todo rodado. Dudaba si ducharme o no, y tras olerme por encima los sobacos decidí que no era necesario aún. En la silla que tengo en la habitación, una de aquellas de rejilla de las que hacía mi abuela, estaba mi ropa de ayer. Inspección al canto: los calcetines aún tiraban, que sólo los había usado dos días; vaqueros, por descontado, relucientes; camiseta, bueno, puede pasar, aunque la primera de las tres veces que la olí con detenimiento parecía indicar un camino directo al bombo de la lavadora, pero no, no se puede ser tan tiquismiquis con las pituitarias propias, coño, y aún puede tirar un día más; los calzoncillos, esos sí, para lavar, y sin inspección olfativa de ningún tipo, que ya de lejos se veían esas dos rayas marrones que indicaban varios días de uso (no recuerdo ahora cuántos), las rayas de la nicotina, que decíamos de muy jóvenes en mi pueblo en los vestuarios del equipo de fútbol… y las risas que nos echábamos por aquel entonces, ay… joder, que me pongo nostálgico y parezco gilipollas, hostia ya. Pues eso, que me visto y bajo directo al bar a desayunar un café. En el ascensor me doy cuenta de que olvidé mi bolsa con mi cuaderno y mis bolis, el móvil y la cartera. ¡Qué puto desastre soy! En el café, ya boli en mano y libreta abierta, me dispongo a escribir todos esos poemas tan cojonudos que había pensado la noche anterior antes de quedarme dormido… pero nada… nada de nada. Pasa siempre, te inventas unos poemas de la hostia en momentos en los que no tienes a mano con qué escribir, te dices que ya los escribirás luego, y cuando ‘luego’ llega, a tomar por culo los poemas. Ahí es cuando tienes que tirar de oficio e improvisar, dejar que lleguen palabras y frases a ti mismo y trasladarlas como buenamente puedas al papel. Nada aún. Agarro el móvil. A mirar el facebook, ese demonio que nos succiona el intelecto. Una chica me pide amistad. Interesante. Acepto casi sin mirar ni quién es ni la foto ni hostias en vinagre. Una flor como foto de perfil y un paisaje como foto de portada. No está buena, o no es ni siquiera una tía, deduzco. A los dos minutos me deja un mensaje en el muro: ‘Gracias por aceptar mi amistad. Que tu palabra ilumine los rincones de mi muro. Un beso’ ¡QUÉ? ¡Que mi palabra ilumine no sé que hostias de no sé dónde? Joder, otra de estas personas con el rollo ese de los mensajes positivos y toda esa mierda. Me cago en el puto coaching y en toda esa gente que empieza con esa cantinela de ‘no quiero personas tóxicas en mi vida, sólo gente positiva’… ¡A la puta mierda! Cómo hostias podrá el personal aguantar tanta estupidez, de verdad. ¡Cómo no va la gente a ahogarse en vasos de chupito, joder? Que el estar mal está bien, hostias; que hay que saber gestionar el dolor, el sentirse chungamente, que no todo tiene que oler a putas flores, joder. Claro, luego queremos prohibirlo todo, acabar con todo, cagondiós ya. Leo en el periódico que el gobierno de Colombia quiere que en Madrid retiren ese cartel que dice ‘Oh, Blanca Navidad’ acompañado de una imagen de Wagner Moura, el actor que interpreta a Pablo Escobar en Narcos. Ya han elevado la queja a Netflix y al Ayuntamiento de Madrid. Para un cartel que me hace gracia, joder, el cartel del mayor capo del mayor cártel de la droga jamás creado… ¡Hijueputas malparidos! En fin, que iba a eliminar a la chica esta de mi face, pero no lo hice. ¡Qué más da! Que me lea, que para eso escribo, para que alguien que no sea yo me lea… o no. Yo paso. Vaya paja mental que os estoy contando…
En el Alimerka compré pan, algo de chosco y un poco de quesu La Peral, que es lo que voy a comer hoy en todo el puto día. La vecina de al lado, una señora demasiado habladora, me acaba de contar que no sabía que yo era poeta. ‘No, no, si yo no… bueno, yo escribo, sí, pero todo es muy patético, tanto, que así me conocen, soy El Poeta Patético, y ahora voy a casa a ver si soy capaz de escribir un poema que me lleva rondando desde anoche.’ Y con las mismas entro en mi casa y voy hasta a cocina a dejar el chosco y el quesu en la nevera. Nada más cerrar la misma, llega a mí la luz y me siento en una silla y aparto el plato sucio que aún sobrevive encima de la mesa, saco mi boli de la suerte y mi libretina y comienzo a escribir a toda caña. Ahí va:
de plata si no quieres
plomo malparido
va y no viene;
ya no se estila
tanto polvo blanco
y las fosas nasales
viven muy felices
sin ese polvo de talco:
ya los tabiques
de platino se extinguieron
canciones y melodías
que un día nos dijeron
que todo por la napia se iba
son ahora, nomás
ritmos latinos
de amor machote
de escaladas
inversas
a las puntas de un cipote
que reclama babys
sin merecerlas siquiera;
ya tu sabeh
que mis babas
te pertenecen
y sin ellas no viviría
ni aunque a buscarme
a casa
viniera
la mismísima pasma,
la policía:
porque soy malote
y mi gorra es más alta
que las vuestras;
mis cejas brillan
por su misma ausencia
y todas mis neuronas
las he donado a la ciencia.
ja, pues todo es mentira
porque de blanco
se tiñe
no sólo la navidad
del culto de tu persona,
es ya costumbre casi atávica
el perreo de pupilas
dilatadas
y del movimiento sexy
me quedo nada más
con el espíritu de la carcoma.«
Y así, recitando ya inspirado, nuestro amigo poeta termina otro día, un día tan patético como todos los anteriores, porque al final no folla, al final…
¿Y entonces, Indalecio, qué pasó?
Pues nada, amigu, que dejé de llamarla y, como las pillaba a la primera, se dio por aludida y no me buscó ya más. Aún la vi el otro día en el Carrefour, con dos guajes pequeños que no callaban ni un segundo. Me vio, que yo lo sé, pero se hizo la sueca.
Y eso que no fue en el Ikea…
Cagonrrós, lo tuyo ya no ye patético, ye lo siguiente.
¿Y qué ye lo siguiente?
Ni puta idea. Eso ya lo busques tú, que pa eso yes poeta, aunque seas Patético.
En 2008 Indalecio tenía una novia formal, Rocío, de esas que sin querer consiguen provocar sonrisas diáfanas en las caras de las madres y las tías; de esas que, en una cena familiar, se levantan raudas a recoger los platos y se ofrecen sonrientes para fregar toda la cacharrada. ¡Si hasta se parecía un poco a Doris Day, carajo! El cumpleaños de Indalecio se acercaba, una nueva década, la de los cuarenta, y Doris… Perdón, Rocío, (¿en quién estaría yo pensando?), para no meter la pata, preguntó con delicadeza a su novio querido que qué quería como regalo. Él, desde su innata austeridad, pidió lo primero que se le vino a la cabeza en aquel momento.
Felicidades, cariño. Aquí tienes, mi amor, mi pichurrín. ¡Ay, que ricu ye él, madre!– Y, además de un pellizco en la mejilla de intensidad media-alta, le entrega un paquete envuelto en un papel de regalo pelín cursi, con demasiadas flores para el gusto de Indalecio, y que le parece demasiado ancho como para contener lo que él había pedido… Lo abre entre intrigado y acojonao.
¿Astur? ¡Qué cojones…? ¡Qué mi madre…! ¡Isabel San Sebastián? Joder, si no la soporto.
P-p-pero, fue lo que me pediste, amor, ¿no? Hasta lo apunté en mi agenda y todo para que no se me olvidara, mira… “el último de Isabel San Sebastián”…
Joder, ye la hostia; hay que jodese… No dije eso. El último de Belle and Sebastian, que no lo tengo aún… El último de Belle and Sebastian…
Y allí quedó “Astur” sobre la mesa de un restaurante elegante de Oviedo que ya no existe hoy en día. No sabemos si Do… perdón, Rocío, lo llegó a leer o no, pero sí sabemos que su “life pursuit”, su búsqueda de la vida junto a Indalecio se acabó aquel día, porque Indalecio es un ser radical en sus principios, no admite casi errores. Quizá algún día el Poeta Patético, buen amigo suyo, se anime y le dedique la oda que Indalecio merece.
Mi amigo Indalecio
vive el amor
cual auténtico paramecio
que da vueltas y vueltas
sin poder agarrarse fuerte
a la barra del trapecio:
así es su circo,
ni Conan El Bárbaro
ni un pájaro
ni un avión,
a la vista salta:
otro más,
otro “cariñoso” cabrón.
Yo orbito
alrededor de todo el grosor
de mi magnífico pito.
Que ningún ayatola
me vaya a tocar la pirola,
que no necesito Quinta Avenida
para sacar presto mi pistola.
Volverá como aquel soldado
la era blanca del ahogamiento simulado.
Acabaré con el terrorismo,
con un huevo mío, grande,
y con el otro, que es lo mismo.
Como no hace frío
y seguimos en veroño
acercaos, chicas, misses,
que os agarro bien el coño.
Llego contento a la Casa Blanca;
algún mexicano hijo de la gran chingada
ha escrito bien grande en la fachada:
“Donald Trump is a wanker”
No creo en el cambio climático
todo ese humo en el aire
me sabe a poco
¡qué simpático!
Cada vez que salgo a la calle
a comprar pan
saludo contento
a mis amigos, los nazarenos del Klan.
Con otro ladrillo rojo
construyo mi muro.
(Bueno, yo no, ojo,
los mexicanos, esos putos.)
Y me meo en todo el mundo,
desde mi maldita torre,
me meo de verdad, y la gente corre
porque yo sí que tengo oro
de ese que me caga el moro.
Como me tenéis hasta los cojones
comenzaré deportando
tan sólo tres millones.
¿Qué es ese botón en mi despacho?
¡Ajá! De color rojo…
Y ahora me agacho
y poso mi índice sobre él,
el de mi mano derecha…
¡Poneos rápido a cubierto!
Jajajajajaja, imbéciles,
demasiado lentos,
ya estáis todos muertos.
El poeta patético no vive la política como el resto de los mortales. Básicamente, a él se la pela por completo porque sabe bien que un día dejará de respirar y a tomar por culo todo… Bueno, al menos hasta un límite porque él también es capaz de exudar un poco de humanidad en modo rebelión, y recordando aquel magnífico “El Porqué de mis Peinados” de Sr. Chinarro, aunque no venga muy a cuento, tan sólo es un reflejo de como asocia su mente, se fijó un día desde el humo de su quinto café y su vigésimo tercer cigarrillo del día en un señor muy raro que bramaba algo confuso desde ese oráculo hortera que va tirando ya a mohoso llamado televisión. «México nos envía a la gente que tiene muchos problemas, que trae drogas, crimen, que son violadores», dice la persona que se encarga de doblar la voz del magnate Donald Trump, por aquel entonces todavía candidato del Partido Republicano a la presidencia de los EE. UU. Al poeta patético se le atraganta el trago de su café solo debido al súbito ataque de risa que le provoca semejante afirmación (¿De verdad puede alguien que se supone que aspira a ser presidente de un país como los US of A decir esa burrada y quedarse tan pichi? Porque, si es así, esto es muy grande, y la ansiada – y merecida – extinción de la raza humana ya está ahí, bien cerca). Se imagina ahora siendo un mexicano con una verga enorme y hasta las trancas de metanfetamina delante del señor Trump, en una habitación insonorizada, los dos solos. Que si no quería té, pues como que va a recibir dos tazas, y mirando a La Meca. Me… ca… ¡Mecagüensuputísimamadre! Toma pollas hermanas, gringo.
El poeta patético se sorprende al ver que ese señor tan extraño, con un peinado casi imposible y una ignorancia directamente proporcional a semejante imposibilidad capilar, gane las elecciones esas del ombligo (u ojete) del imperio terrícola. Sabe que no todo el mundo puede votar en la “tierra esa de la libertad y la justicia pa todo dios”, que es más difícil registrarse y votar allí que comprar un kilo de peras conferencia bien frescas. Ante semejante panorama, no se le ocurre nada mejor que dedicarle un poema, todo un ejercicio meditado acorde con el patetismo infiltrado de la nata amarillenta de su impecablemente pasmado mundo poético.
(Vuelve al principio, que allí está)
Alguien habló un día con no sé quién que conocía a no sé que otra persona que tenía un amigo que iba mucho por un bar de Oviedo que organizaba sesiones poéticas, también conocidas como jams o timbas. Ese alguien conocía al Poeta Patético. “Oye, ¿y por qué no te animas este jueves y te acercas a ese local, que hay sesión de micro abierto?” Y allí encaminó sus pasos el Poeta Patético el pasado jueves tras un copioso y tardío menú del día en el barrio, de ésos de siete euros y sopera llena de fabada (no de les meyores fabes, por supuesto) que dé para llenar casi cuatro platos a rebosar también de morcilla, lacón, chorizo y panceta, un pequeño imperio en el lado oscuro de la grasa. No pudo con el cuarto, que todavía faltaba el segundo plato: carrilleras guisadas con la de dios de patatas fritas y un pimiento triste adosado sin piedad al que nadie nunca hace ni puto caso. Plato limpio tras untar el quinto trozo de pan. De postre, tarta de la abuela, una buena ración, de las de paisano. Dos cafés con coñac y seis sol y sombra. No puede haber mejor calentamiento para una sesión de poesía, sin duda alguna. El camino desde el barrio hacia el Antiguo le sirvió para ir desalojando algo de metano de su cuerpo, aunque había reservas en su aparato digestivo para unas cuantas horas.
– Buenas, ponme una Mahou… Vengo a recitar, ¿hay que apuntarse o algo o ya salimos por libre?
– Espera, ho, que ya te apunto yo. Dos poemas por persona, que hoy hay mucha peña. Soy Chema – dice mientras estira el brazo esperando recibir un apretón de manos por pura reciprocidad. No es así. El Poéta Patético ya se ha aferrado a su mahou y no puede ver más allá de su alcohólica sed.
– Apunta ahí, El Poeta Patético.
– Joder, ¿así, como suena?
– Sí, claro, ¿cómo cojones quieres que suene?
Y ahí está ahora nuestro rapsoda sujetando su cuarta Mahou, aguantando estoicamente letanías que ni escucha, palabras y rimas que hablan… ni puta idea tiene él de lo que hablan, que a él no le gusta esa mierda de la poesía. Puaj. Otro trago más.
– Y ahora tenemos un nuevo poeta en esta timba. UN FUERTE APLAUSO PARA… ¡EL POETA PATÉTICO!
(El resto no es más que una transcripción literal de lo que aconteció acto seguido el jueves pasado en un local del Antiguo de Oviedo que se dedica a organizar sesiones como ésta.)
Eeeeeh, a ver… que yo estoy aquí básicamente para tomar cerveza, como diría Bukowski, y eso que a mí Bukowski me la pela, me la puede chupar doblada, el puto cabronazo… Os podéis largar a ver un partido de fútbol si os da la gana, los tíos, digo, que si alguna se queda y quiere follar luego, no tiene más que decírmelo… Eeeeeh… Bueno voy con un poema… Perdón, ufffff, es que fueron tres platos de fabada para comer, y siempre mejor fuera que dentro, ¿no? Va:
Tu boca sabía a ajo
y tu saliva pegajosa
se pegaba en mi barba,
pero yo te amaba
no como tu novio
ese imbécil sin cerebro
tan lleno de caspa
como vacío de ideas.
No me gusta el sabor a ajo
y por eso me fui
porque tras la tercera arcada
preferí echar la pota en la calle
a llenarte entera la boca
de callos con garbanzos:
eso sí que es amor,
cercanía glotona
y una más que romántica
halitosis compulsiva.
Y bueno, eso… que, a ver, que lo de poeta patético es muy sencillo, como bien acabáis de comprobar. Yo reconozco mi patetismo, pero vosotros no, que os creéis portadores de no sé qué mierdas… en fin, que a veces me da por leer poesía, y puedo citar al gilipollas del Rimbaud (Rimbaud, Rimbaud la la, Rimbaud, Rimbaud la la, el paraíso puede estar en Trinidad… ) – esto último cantado con la música del Koumbó de Georgie Dann – o uno que me recomendó una amiga hace tiempo, un tal Casanova, uno canario que palmó con 19 años hace ya una pila de años, que seguro que se suicidó, el puto imbécil… mierda de mártires malditos… En fin, que tengo que recitar otro poema, y dice así:
El cadáver bonito
para tu puta madre
que yo quiero
llevar mi cuerpo y mi vida
hasta los límites de la más sucia
fealdad que jamás podáis imaginar
y ya no lavaré más mis dientes
nunca traicionaré
a ninguno de mis hermosos pelos
volaré a cualquier parte
y desde el tren de aterrizaje
os mearé con destreza
mientras hago esfuerzos
por sacarlo de mi:
mi octavo pasajero
que, como decía Paco,
el camionero de mi pueblo:
la meada sin un pedo
es como la fiesta sin gaitero.
Hala, y ya, a tomar por culo… ¡Chema, ponme otra Mahou!
(Pasando del Dogma, de Von Trier y de suputamadre… por si acaso)
Dicho lo cual, pasemos directamente al grano, a sus granos, a sus…
I.
El poeta patético expresa en estos cuatro versos sus sentimientos amorosos, así, en genérico, sin concentrarse siquiera en experiencia personal alguna:
quisiera hablarte de un amor querido
de lo bonita que es la mañana
pero hoy ando estreñido
y no me da la puta gana
II.
El poeta patético vivió en Liverpool casi tres años, donde se podría decir que estableció algo similar a una amistad con un chico japonés llamado Hikaru, pero al que todos llamaban cariñosamente Haiku. Y Haiku tenía un problema, que cuando bebía dos pintas comenzaba a abrazarse a todo aquel que pillaba cerca mientras intentaba cantarle al oído bellas melodías niponas. Eso al poeta patético no le hacía mucha gracia. Le dedicó este poema, muy alegórico:
Para, Haiku, para.
¡No ves que,
como decía mi abuela,
lo poco agrada
y lo mucho enfada?
Así que,
para, Haiku,
para.
III.
Al poeta patético se le acumulan los recuerdos de su adolescencia, plena de drogas, pajas y arrebatos varios:
en la discoteca de mi pueblo
todos cantábamos muy contentos
“las maravillas del mai lai”
y fumábamos muchos porros
y bebíamos licor 43 con limón:
ahora somos inmortales
porque yo tenía un amigo
muy muy comprometido
que pensaba
que aquella canción
estaba dedicada
a la guerra de vietnám
patetismo ilustrado
IV.
El poeta patético nunca ha querido definir su sexualidad, todo le sirve si está en el lugar ideal en el momento apropiado. Si se ha de cansar una mano, que no sea la suya:
y cuando nos propusieron
una batalla de sexos
nos pusimos a aplaudir como locas
hasta que alguien se puso serio
y comentó sin pausa
que cómo cojones nos íbamos
a organizar
si aquello no era más
que otro local de ambiente
V.
El poeta patético sigue viajando a su pueblo, en plan onírico festivo, y eso le regala cada vez un sucedáneo de momento de pura felicidad:
cada vez que tiro de la cadena
recuerdo mi primer beso:
fue en el cine del pueblo
laurita morreaba
y lola hacía pajas;
yo era aún pequeño
no tenía acceso a lola
y laurita sólo quería
probar muchas muchas lenguas
para al final
elegir la “definitiva”
que no fue otra
que la de
ramón el pescadero
VI.
A veces el poeta patético lee algún periódico, o ve las noticias, y es ahí cuando su nivel de compromiso político aflora, sale a la superficie y entonces agarra su boli bic y dedica unos versos a toda esa gente que se aprovecha sin pudor de la inocencia del resto; es ahí cuando el verso no le resulta indiferente:
que los árboles gürtel
no te impidan ver el bosque
abstención
abstinencia? que no!
con un café areces
con leche muy templada
contemplo en el musel
la marejada
hasta que llegue la marea
y moje indigna
mis lápices de colores
mi pupitre
mis zapatillas…
sigue patinando
flip va salchow viene
muchacho
que ni el hielo tan duro
ni el polietileno
te merecen
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