… DE LA VIDA XXXVII…

Historia antigua del Pedro onanista, grandes pechos y experiencias varias…

Ciclos de Mil Cabezas

XXXVII.

Desde el mismo día en que Pedro decidió sucumbir a la siempre temible maldición de Onán, su obsesión se centró en los grandes pechos, ubres fellinianas que poblaban densas su fértil imaginación. “¡Vaya buena que está Begoña! Sólo le harían falta unas tallas más de sujetador”. Pero eso no constituía ningún impedimento que no permitiese a Pedro hacerse una buena paja en honor de la tal Begoña: bastaba con aumentar en varias tallas las tetas de la chica con la suficiente dosis de fantasía, que no de silicona, que los pechos de las mujeres no tienen porque desafiar premeditadamente a las leyes de Newton sobre la gravedad.

Siempre he buscado explicaciones válidas para esta fijación: no sé, algo freudiano, cronológicamente hablando, dentro de mi existencia hasta el momento presente… Si me paro a analizar mis experiencias con mujeres de grandes protuberancias mamarias podría remontarme a mi época de…

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RUM PUM PUM PUM, MADAFAKAS

Perversión bien afilada,

mecanismos de desgaste,

¡gaste usted!,

atentamente,

su banco místico.

 

Gente incandescente

refleja su sonrisa

de crédito iluminado

en bolas brillantes

que cuelgan azarosas

de árboles

de imaginación caduca.

 

Turrones bien lijados,

polvorones llena bocas,

¿por qué siempre ellos

hacen mejores anuncios

por Navidad?

En la orgía del consumismo

nos llevan infinita ventaja,

John Lewis, Santa rojo,

por encima de Magos

con sus camellos y súbditos

alumbrando cabalgatas.

Cristiandad en movimiento,

asuntos de familia,

angulas, besugos,

sidra el Gaitero,

felicidad pasajera.

No se ilumina con luces

mi espíritu navideño.

Embarazos no deseados

que organizan per sé

una civilización.

Celebremos el invierno

sin frío aparente

ni gotas de condensación

en los cristales

de nuestras ventanas;

seamos zombis complacientes

otra Nochebuena más,

a fun fun, a fan fan…

… DE LA VIDA… XXXVI – EL FANTASMA DE LOLA, LA CARRETONA

Actividad paranormal. Buscando algún sentido, alguna explicación…

Ciclos de Mil Cabezas

XXXVI.

EL FANTASMA DE LOLA, “LA CARRETONA”

Febrero de 1944. Un invierno especialmente crudo en el pueblo
de Cacabelos cubría con su blanco manto de hielo y escarcha cada calle, cada acera, cada tejado, cada carro que, por no tener sitio en la cuadra, dormía a la intemperie.
Poco había ya que trabajar en los viñedos, ya podados y con su alfombra de arcillosa tierra recién arada. El vino fermentaba pacientemente en las barricas de roble. Cada familia elaboraba sus propios caldos, de la manera tradicional, y, por supuesto, según las necesidades, bien de consumo personal, o bien de venta en el caso de aquellos que regentaban una de las muchas bodegas que se sucedían a lo largo de la Calle Santa María.
Carlos, “El Carretón”, ayudaba a su padrastro en la bodega, a la vez que aprendía los múltiples secretos del arte de la enología. A sus dieciséis años…

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VIAJES AL FONDO DEL ALSA – PARTE XL – THEY MADE YOU A MORON

21 de diciembre de 2015

Ahí está, tan puntual como siempre. No es un alsa al uso, ahora hablamos de un autobús de línea urbana de Oviedo, la F1 de TUA. Las caras de la gente no me cuentan hoy demasiadas cosas, por tanto, subo, me siento al fondo y me dedico a pensar contemplativamente. En la radio lo acaban de decir, ¡ya tardaban!, «la resaca electoral», y ahora veo números ante mí que entre neblina funky-festiva se van transformando en canciones, jingles, en lo que sea que se me ocurra con tal de despistar con ecuanimidad (¡ja!) esta oscuridad mañanera.

  • 123 – Un, dos, tres, aquí estamos con usted otra vez… Viaje de nuevo al horror, como aquellas otras historias de Chicho Ibáñez Serrador, las que se suponía eran «para no dormir», sus dos rombos así lo indicaban.

  • 90 – ninety… nine red balloons. Sí, se han perdido nueve, o quizá más, pero, siendo justos, más de los azules subieron anoche al limbo de los globos que se escapan. Nena, ese one hit wonder de los años 80. Ay, que de entrada no, que no va a ser…

  • 69 – Obviedades aparte, recurro a las 69 canciones de amor de Stephin Merritt y sus Campos Magnéticos… Oh, How Fucking Romantic!

  • 40 – Virgen a los 40. Un Steve Carell sin gracia alguna, que de tanto puenting extremo se quedó en tobogán de parque infantil, así, a pelo.

  • 2 – Más de 900.000 personas, a más de 450.000 por escaño; dos escaños angula frente a montones de escaños mejillón en escabeche de marca blanca. (Y mi hijo mayor estudiando eso de la proporcionalidad en la asignatura de matemáticas. ¡A ver cómo le explico yo esto, que además soy de letras ? Mejor le pongo Song 2… )

Claro, D’Hondt you fuck with my law, you scumbags!!! 

No, no, no…

Veamos ahora a esos yanquis bailando tan electoralmente contentos:

D’Hondt stop, thinking about tomorrow!! Ahí los tenemos, mucho ‘Mac’ y poco ‘Fleetwood’. Mucha manzana y poca discordia.

Se aproxima mi parada en Menéndez Pelayo, Ciudad Naranco. Como mi mente es libre, viaja ahora hacia ese mundo raruno de los mashups, tan divertido como innecesario. ¿Camela y Muse? No, no se trata de parecidos o pseudoplagios esta vez.

¡Ya lo tengo! No Future, La Vida Sigue Igual; Sex Pistols y Julio Iglesias, y no lo encuentro, que no existe siquiera, por la gracia divina de los mercados y la empatía dicharachera e intachablemente histriónica de ese lugar de «culto» al que llaman Bruselas.

Lemmy, hoy es un día para que me lo digas tú y no Johnny Rotten: God save the Queen, a fascist regime, they made you a moron…

LOS VIERNES, FLAGELACIÓN… ¿O AMPUTACIÓN?

Me gusta el fútbol. De chaval no se me daba nada mal eso de dar patadas a un balón. Pero en este preciso instante tengo la ligera impresión de estar aquí por motivos muy distintos a los del insigne deporte del balompié. No recuerdo haber sido fichado a última hora por el Kabul Deportivo… o por el Kabul ‘Football Club’, o como cojones se llame el equipo de aquí. ¡Puta resaca sexual de Dios, o del mismísimo Alá! No entiendo lo que me dicen, tampoco ellos hablan inglés o castellano, aunque por la premura de sus gestos, me parece que soy el siguiente. ¿Qué habrán hecho con ella? ¿Qué coño pretenderán hacer conmigo…? Y vaya como gritan estos condenados; hay que joderse, seguro que van ganando.

Conocí a Lucía por teléfono, en una de esas mal llamadas líneas de “amigos” en las que prevalece el sexo inmediato por encima de la aparente necesidad de una amiga (o amigo) que llene tus horas nocturnas, depresivamente muertas. Por supuesto que tengo mis amigos y amigas, pero soy un desastre para el amor en todas sus vertientes, romántica, pasional, puramente sexual y animal… Me envicié con un maldito 906, y por allí apareció un día Lucía. Estaba llamando desde una cabina de teléfono, excitada, provocando en mí una sobresaliente erección. Nos masturbamos diciéndonos, susurrándonos todas las guarradas posibles dentro de aquel contexto tan inusual. Eran las cinco de la mañana de un sábado cualquiera de cualquiera de estos últimos inviernos. Me contaba que tenía su mano derecha bajo la falda, bajo las bragas ya empapadas, que un chico al que había conocido esa noche la había puesto a cien. Yo aproveché su punta de velocidad para ensuciar mi sofá de diseño debido a mi apremiante incontinencia seminal. De fondo, como banda sonora contribuidora al clímax del momento, se podía oír como iba insertándose cada una de las monedas de veinte duros por la ranura de aquella cabina … La ranura. A pesar de suceder todo tan rápido, todavía tuve la suficiente capacidad de reacción como para intentar entablar un esbozo de conversación con ella. Durante la misma, conseguí darle (y que apuntara) mi número de teléfono. Me llamó al día siguiente. A los tres meses ya vivíamos juntos. Nuestra casa sudaba felicidad por todos sus poros. Follábamos en todas y cada una de las esquinas. Hasta que un día,  en nuestro camino de rosas sin espinas, se interpuso mi trabajo…

– Pasa. Pasa y siéntate, Jorge. Hemos decidido que hay que hacer un reportaje sobre Afganistán, sobre esos cabrones de los talibanes.

– ¿Sí?

– Ahí es donde entras tú. Toma, dos billetes para Kabul, con transbordo en Ankara, para el jueves que viene. Confío en ti. Dani te lo explicará todo más en detalle, él se va contigo. Ahora, si no te importa, tengo una reunión con esos italianos de mierda… Ya sabes, se creen que lo saben todo y…

…Y allí estaba yo, volando hacia el mismo centro neurálgico del terror. (Uno de mis sueños más recurrentes y utópicos consistía en retroceder en el tiempo y vivir, cámara al hombro, la guerra de Vietnam. Ser uno más de ellos. Duro, resistente, acero puro con tabaco liado en perfecto cigarrillo despuntando en el lado izquierdo de mi boca, dándole a mi perfil un aire invencible, indestructible; y en mi casco alguno de esos lemas tan impactantes como “Born to be Wild” (Nacido para ser Salvaje) o alguno parecido. Tener alguna justificación para mis continuas depresiones… ¡Aquellos Charlies!) Mi primera reacción ante tan descabellada propuesta de reportaje fue, lógicamente, negativa. Tenía miedo. Pero Lucía me convenció de que aquella oportunidad, aquel hipotético salto a la fama no podía dejarlo pasar de largo así como así…

En este preciso instante estoy fumando mi último cigarrillo – no pretendo ser agorero, pero es que era el último de mi última cajetilla, y ahora no estoy en condiciones de ir a comprarme otra a ningún posible estanco -, pero ni llevo casco ni se me ocurre ningún lema adecuado que refleje certero mi actual situación. El griterío es ensordecedor. Más de treinta mil personas abarrotan el estadio olímpico de Kabul. No tienen nada mejor que hacer un viernes por la mañana.

El reportaje iba más que sobre ruedas, casi seis horas de imágenes todas ellas difíciles de desechar, de esas por las que hasta más intrépido de los reporteros llegaría incluso hasta a matar sin dudar un solo segundo. Dani y yo estábamos pensando incluso en la posibilidad de proponer al jefe una serie de cuatro o cinco capítulos… pero apareció “Ella”, otra vez “Ella”, y nuestros sueños… mis sueños se desvanecieron, porque “Ella” parecía actuar bajo la presión del más arriesgado de los guiones. Pensé que cuando Lucía me había dicho, medio en serio medio en broma, que intentase traer como recuerdo una prenda íntima de una mujer afgana, estaba bromeando; me lo repitió siete veces, la última en la puerta de embarque del aeropuerto de Barajas, antes de darme un beso y un apretón de despedida, al oído, como insinuando algo; algo etéreo que acabaría tomando forma. Nuestro avión despegó y yo estaba realmente excitado. Me dormí y soñé todo esto, como anticipándome premonitoriamente a los hechos. Era un reto para mí, para ella… para los dos. ¡Seré gilipollas!

 “Ella” me hizo una seña y entré sin dudarlo en su morada; “Ella” me dejó filmar; no hablábamos el mismo idioma, pero eso daba igual, porque “Ella” se quitó el burka, y yo me quité mi cámara y todo lo demás. Hicimos el amor salvajemente, perdiendo sin remisión toda noción del tiempo. Pensaba yo en Lucía, en su propuesta, en que aquella mujer no llevaba nada puesto bajo su vestimenta, el burka opresor. Me quedaba irremisiblemente sin trofeo. Ella no me creería. “¡Ya lo tengo!”, me dije con el pensamiento mientras seguía moviendo acompasadamente mi pelvis, y, aprovechándome traicioneramente del profundo sueño que la invadió, que siguió tópico a su sonoro orgasmo, la filmé desnuda; me atreví con todo tipo de primeros planos… … y ahora, aquí sentado en los vestuarios de este estadio olímpico, en los del equipo visitante, por supuesto, sé que, después de todo, el trofeo se lo quedarán ellos. Acaban de fustigarla con cien latigazos; a su vera, un hombre cantaba consignas islámicas…  Sé todo esto porque en este preciso momento pasa a mi lado; está totalmente exhausta… Pero, ahora que la miro bien, ¡no es “Ella”! Uno de mis perros guardianes se acerca hasta mi posición al notar mi expresión de sorpresa. Habla inglés, ¡qué extraño!, y me aconseja que le escuche solamente, que no desea que ninguno de sus compañeros talibanes sepa que conoce “la lengua del mismísimo diablo”. Me explica que según la sharia (ley islámica) una mujer adúltera soltera debe ser azotada cien veces, como ésa que acaba de pasar sin casi resuello; sin embargo una mujer casada es lapidada hasta la muerte. Entiendo y me callo. “Ella” lapidada y yo esperando veredicto. ¿Por qué ese cabrón no me ha dicho nada sobre la suerte que me espera? ¿Qué nos cuenta la sharia acerca del castigo que se debe infligir a un hombre soltero adúltero? Yo, la verdad, no pienso preguntar. Puede que al final hasta tenga suerte y todo. Dani ha podido recuperar mi cámara, también algunas cintas de vídeo. Me hizo una señal de “todo va bien” antes de que me metiesen a empujones en los vestuarios de este estadio. Estaba bien oculto entre el público que iba entrando pacientemente a ver las “actuaciones” de hoy. Bueno, vale, por lo menos Lucía sabrá que no la he defraudado, que la merezco tal y como no merezco el castigo que éstos hijos de puta me van a imponer así, a la ligera, sin juicio previo ni veredicto. Además, ya no hay tiempo para posibles soluciones mediadoras. El viernes me pillan infraganti y el mismo viernes me van a… ¿lapidar? ¿flagelar? ¡Qué sé yo, joder!

Mierda, ya llegó el momento de debutar en este estadio. Cierro mis ojos y que sea lo que Alá quiera…

“La multitud grita enfervorecida, señoras y señores. En el equipo de casa podemos ver a la formación titular al completo, cuatro cirujanos del Ministerio de Sanidad; a su lado, un soldado de Alá sostiene entre sus manos un escalpelo. ¡Que emoción! ¡La tensión es tanta que incluso podríamos decir que corta, como ese mismo escalpelo! El equipo visitante, con pocas, más bien nulas posibilidades de victoria, y formado solamente por un periodista español, se arrodilla pidiendo clemencia; pero no, los cirujanos lo tumban en el suelo, lo anestesian localmente y… ¡Lo capan, señoras y señores; le cortan sus genitales! ¡Es indescriptible, ni la policía puede siquiera contener la avalancha del fondo sur, donde se ubican todos los viernes los “Ultras Talibán”! Un guerrillero de Alá se apresura a recoger del suelo el pene y los testículos ¡y los muestra a la multitud en actitud victoriosa! Está claro que ya no habrá partido de vuelta, la eliminatoria queda sentenciada en Kabul.

Lucía, Lucía… no me cuelgues, que yo no te he defraudado… no te he defraudado.

 

THAT ELEGANT MAZE

Time would never allow it,

I suspect,

Underneath this influence,

So save the best to the last,

Those ordinary voices

Walking north,

An experimental cure

For an acute sense

Of frozen absences.

Upstairs

They organized nothing,

Which reminds me

Actors began removing

Their pointless masks

From their ugly faces.

A pause,

And shadows appear now,

Black and white,

Ancient times

Which belong now,

To this screen

Filled with light again;

Eyes lingering a dry moment

On ours;

A compliment,

So motionless,

That she is watching me now,

And I look down.

I am the master of

The art of not condescending,

Expert bluntness

For dead periods

In an awkward

Prisoner-of-war camp.

No matter what,

My words are just meaningless,

A revised version

When they disappear

Inside the isolated trenches

Of these imperceptible holes

Of their true selves.

Not yet the other side

Of our infinite discontent,

Therefore, you glisten

As I stare, deeply amazed,

At the intense brightness

Of  the pendulum

That imposes

The atonement of your distance.

… DE LA VIDA XXXV…

Se acaba la grata visita del emigrante, ese cómplice de Pedro…

Ciclos de Mil Cabezas

XXXV.

El tío Carlos preparaba sus maletas colocando cada prenda con sumo cuidado. Los pantalones bien dobladitos, en perfecta simetría con la raya de cada pernera; las camisas, bien planchadas, ocupando cada una su lugar la una encima de la otra hasta formar una consistente pila, no superior al ancho de la maleta… Pedro observaba atento la escena desde la puerta del cuarto. Carlos era una persona casi desconocida para él hasta hace tan sólo unos días. Siempre existen referencias familiares sobre los que se van, los que emigran a tierras lejanas y se convierten, sin ellos quererlo, en seres pertenecientes a la mitología de la familia. No había sucedido eso con Carlos, el paria, el desterrado por propia iniciativa. Carlos, el argentino en su tierra, y el gallego, como tantos otros, en el Río de la Plata.

Pedro supo que su madre tenía un hermano al hacer la Primera…

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VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE VI – AVECREM Y RISKY BISNIS

  • ¡Mi madre, Indalecio, nun te conocía! ¡Cúanto va ya! Porque tú yes Indalecio, el del Molín, ¿no?
  • Sí, sí, el mismo – responde Indalecio mientras escudriña desde su atalaya de conductor de alsa y con su visión mega-concentrada, al más genuino cien por cien, quién narices puede ser esa señora que se dirige a él con tamaña familiaridad.
  • ¿Nun te acuerdes de mí? Soy Merce Eva, la del panadero.
  • ¡Coime, sí, claro, cagonrrós! ¿Cómo te va?

Merce Eva estaba irreconocible. En nada se parecía a aquella chica con la que se morreó en el reservado de la discoteca del pueblo tras haber bailado imantados un par de lentas casi veintiocho años atrás.

  • ¿Y qué tal Ricardín, ho? Has de darle recuerdos de mi parte. ¿Seguís por Xixón? – pregunta interesado Indalecio. Ricardo era uno de sus amigos de tiempos adolescentes, de pandilla numerosa y juerguista.
  • Ay, fíu, que ya no estamos juntos. Conoció una rumana de veinte años y se largó, el muy hijoputa…

Y Merce Eva se sienta en el asiento delantero de la parte derecha, justo detrás de Indalecio, para ir contándole todas esas noticias que él, por ser poco chismoso, desconocía de pleno. Indalecio, más que escuchar toda esa retahíla de historias, quejas y reproches pasados, se para a pensar en el día de la boda de Carmen Eva y Ricardo, en el fiestón que se montó, en las invitaciones alternativas que hicieron él y el Curuxo, “Enlace Avecrem y Risky Bisnis”, que aquellos eran sus motes de instituto; ‘Avecrem’, que se lo puso Tarrancho a Merce Eva, ya que gustaba él de leer al revés todo lo que se ponía por delante; y Risky Bisnis algún otro de la pandilla que ahora no recordaba Indalecio, por la película aquella de Tom Cruise (Risky Business), por su parecido fonético con Ricardo y porque además, tal era el nivel de inglés por aquel entonces, creían que Risky era tan sólo el nombre del protagonista de la película. Ha dejado ya de escuchar a Avecrem, aunque hace algún gesto vago que da a entender mínimamente que sigue el hilo de lo que ella le está contando. Y ha llegado al día de marras, “¿No vienes al reservado, Inda?” “No, no, paso, que voy a bailar el jevi con los colegas.” Y allá que se fue Indalecio con sus amigotes, otro Air Guitar Hero más. Avecrem no perdió el tiempo, ya iba ahora de la mano de Risky, directos al reservado previo paso por la barra a pedirse una de esas asquerosidades de los años 80, Licor 43 con Coca-Cola. Indalecio los ve de reojo, sonríe, y sigue moviendo su cabeza arriba y abajo, tocando esa guitarra eléctrica imaginaria entre punteos decididamente deicidas… Ridin’ down the highwaaaay, goin’ to a show… It’s a long way to the top if you wanna rock’n’rooooll.

«WHEN ORDER IS LOST, TIME SPITS»

A lomos de un caballo inexistente

luchas por aprehender la memoria,

finita, caduca,

estéril en mundos ajenos;

perecedera,

no se escapa,

ya la tienes.

Un tajo certero, nunca,

¡hussssh! Y no es ya jamás.

Mas viene el sueño,

y ahora eres la chica,

esa guerrillera desenfrenada

que destruye sin temor,

en un incierto infinito,

esa polla tiesa

que desde dentro revoluciona

tiempos remotos y olvidados,

que no ceja en su empeño

de correrse por su cuenta

en cielos iluminados

por el semen de su vanidad

de nuevo coño creada.

Porque ésa eres tú,

y ésa mereces ser,

despierta y altiva

tras haber surcado en soledad

aquel rugoso océano de confusión.

¿Qué es el género sino tú?

Por eso, ¡despierta ya!,

que el cielo de la mañana

ya se ha tragado y luego digerido

esa polla inventada,

que de imposible

nunca debió haber existido.

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… DE LA VIDA XXXIV…

Una visita anual a un antiguo amigo… da lo mismo que éste lleve muerto ya unos cuantos años.

Ciclos de Mil Cabezas

XXXIV.

Como todos los años, el quince de noviembre estaba reservado, era una fecha marcada para siempre en el calendario interior de Pedro. Había ido a su pueblo a visitar a Simón, a hacerle el correspondiente resumen de los acontecimientos del año transcurrido a su viejo amigo.

Allí estaba la madre de su amigo, en el cementerio, colocando un gran ramo de rosas rojas sobre la tumba de su añorado hijo, repitiendo automáticamente cada movimiento que, con el riguroso luto que aún la vestía, parecía, cada año, una nueva toma del mismo plano. Sólo su pelo, poblado ya de canas, y las arrugas que inundaban su cara delataban el paso del tiempo – quince años, cinco mil trescientos setenta y cinco largos e interminables días para una mujer cuyo único hijo se había muerto habiendo cumplido tan sólo seis primaveras -. No tuvo más hijos. Su marido se vio obligado…

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