5 de agosto
Esos momentos de verano, mando a distancia en mano, en los que vas pasando de un canal a otro sin encontrar nada de nada, en un estado de semi-inconsciente duermevela, hasta que ante ti aparece un ser (en principio con apariencia humana) que responde por «El Chuli». Estamos en Valencia, una periodista llamada Samantha le va haciendo preguntas mientras caminan por una playa; todavía no despierto, pero, ¡ay!…
– Tú has conseguido todo lo que te has propuesto en la vida, ¿no?, pregunta ella, la que se pasaba 21 días hace años haciendo el camaleón con otros seres humanos… o no.
– Pos sí, todo, todo… en el mundo del gimnasio y en el de gogó.
“¡Acabáramos! Joder, si es que le exigimos demasiado a la vida”, reacciona todo mi ser. Apago la tele. Me levanto y camino en dirección a la nevera. Allí me hago con una cerveza, la abro y me largo a buscar lectura, esa mínima nimiedad que me surge como propuesta vital para hoy… (Está claro que el Aviador Dro se equivocaba, la televisión no es nutritiva.)
7 de agosto
Todo el mundo sabe que el agua del Cantábrico no está fría. Partimos de esa premisa, y me veis a mí saliendo del agua a buen ritmo, en la playa de Póo, marea alta, caminando detrás de dos chicas de unos 15 o 16 años…
– Entonces, ¿no te vienes el sábado a la discoteca?
– No. No me dejan en casa. Dicen mis padres que en esa discoteca hay mucha droga, que siempre la ha habido…
Me dirijo hacia la ducha pensando, «Ay, criaturas, ¿no os llegáis a preguntar por qué vuestros padres saben que en esa discoteca hay mucha droga y siempre la ha habido?»
Puede que dentro de dos o tres años recordéis este momento, esta conversación, y una sonrisa cómplice os delate, los delate.
10 de agosto
La buena costumbre de caminar unos metros detrás del grupo. Un hombre de unos 60 años mira un escaparate de productos típicos del oriente astur, echa acto seguido a andar y se acerca a mí sin mirarme siquiera, engancha su mano a mi brazo derecho…
– Pues no es tan pequeño este pueblo como yo pensaba. (acento castellano viejo)
– Tienes razón, cariño, por eso es una villa. (yo, metido de lleno en el papel)
Me suelta, me mira entre asustado y sorprendido; busca a alguien con una mirada nerviosa, me vuelve a mirar a mí, le lanzo un beso que intensifica la humedad del ambiente. Huye. Se agarra del brazo de una señora morena tipo GILF veraneante en el norte.
– ¿Sabías que esto no es un pueblo sino una villa?
– Pues claro, tonto, que yo me leo las guías antes de viajar, no como otros.
La gente sigue el desfile de agosto procurando no colisionar con los demás… La humedad, de un 87%.
18 de agosto
En ese contexto paranormal en el que la cola en los servicios se produce ante la puerta del de caballeros, hombres, homes o lo que quiera que sean, seamos, y no ante el de chicas, mujeres, damas, muyeres… y teniendo en cuenta que es la noche de San Roque en Llanes, los allí presentes asistimos sonrientes a la siguiente conversación y escena posterior (los de la cola de paisanos, digo):
– Raque, ¿estás ahí?
– Sí, tía…
– ¿Puedes entrar a ayudarme, que ya me bajé las bragas y la tapa está toda mojada?
– Ya voy, abre…
Y, claro, va y abre, y los que estamos esperando con paciencia para poder mear giramos nuestras cabezas hacia la derecha. Efectivamente, la tapa estaba toda meada, y Raque ayudó a su amiga a ponerse en cuclillas sobre el inodoro. ¡Qué bonita es la amistad verdadera!
20 de agosto
La primera vez que escuché a alguien pronunciar la palabra Magaluf fue en marzo de 2002. Encontrábame yo trabajando en Londres, en un instituto llamado Phoenix High School, intentando que alguien aprendiese algo de castellano (labor harto complicada, imposible casi). Un día, a un alumno de 13 años que no dejaba de darme la más acojonante de las tabarras, se me ocurre decirle, «es importante que aprendas español, así cuando viajes a España o a Latinoamérica te puedes comunicar con otras personas.»… Error. Su respuesta, «voy todos los putos veranos a Magaluf y allí nadie habla español.» «¿Magaluf? ¿Seguro que eso está en España?», le pregunto yo anticipando erróneamente su ignorancia. «Sí, en una isla del Mediterráneo.» Me callé, me informé y al día siguiente le di la razón… Magaluf, acaban de inaugurar una carnicería… Fileting, creo que lo llaman… Un no parar.
29 de agosto
Y estaba yo pensando, «pues sí que es imprescindible esa colección de cascos de Star Wars» porque ayer mismo, en el quiosco de Lolina, un señor se llevó dos… y protestando porque venía un fascículo adjunto («¡pa qué cojones lo quiero?»). Asombrado, llegué hasta la misma Lolina, que me pregunta intrigada, «¿conoces esta moneda?», me la pone en la mano, la miro y descubro que son cien pesos chilenos, mismo peso, tamaño que la moneda de un euro. «Me la acaba de dar ese señor que se llevó los dos cascos de Darth Vader»… «Ah», dije yo de manera muy escueta mientras me perdía en mis adentros analizando la imagen de aquel señor, hasta su respiración… El final está cerca, y lo sabemos.
(Entretanto, mis hijos comentaban entre risas la venta de un barco histórico por entregas. «La primera es un palito con una forma», dice Oli; «se acabaría antes recogiendo palos del suelo», contesta Martín.)
(Casi)-bienvenidos a septiembre…