30 – 12 – 2017
Siempre me gusta llegar con un buen margen de tiempo a las estaciones de autobuses, tomar un café, leer algún periódico para cubrir mi ración de enfado del día, y eso mismo hice hoy… Aunque, ¡maldición!, periódicos ocupados, no queda alternativa: observemos qué acontece a nuestro alrededor (I want to see people and I want to see life)
Dos chicos y una chica de unos 20 años hablan de música mientras gestionan la ingesta de sus cocacolas. Comentan conciertos de Los Planetas, de Lori Meyers, de los Chemical Brothers; festivales que van del Primavera Sound al Summer Fest, hasta que llega el desliz, «los mejores en directo, sin duda, son Taburete», comenta muy serio el chico. Las dos chicas lo corroboran con entusiasmo. El pasmo inicial me lleva a una conclusión espontánea: Tabarnia existe, gentes de bien, y Taburete compondrá su himno celestial con letra de Loreto Sesma en su línea «poética» de pop tardoadolescente, paja mental permanente.
Abandono sin remisión a este grupo y muevo mi periscopio en busca de nuevas sensaciones. Dos señores con el volumen a todo trapo, ya a vinos a las 11.40, se explican el uno al otro en perfecto espejo reflexivo por qué habría que legalizar la prostitución; «necesidad la va a haber siempre, y mujeres que quieran ser putas, también, pues, hala, contrato legal y a cotizar como todo dios», sermonea el hombre de palillo plano en la comisura derecha de su boca. Me gustaría en ese momento preciso poseer poderes y convertir a ese hombre en puta de club de carretera, de los más sórdidos, y teletransportarlo allí sin billete de vuelta. Le dejo el palillo como recuerdo de su vida anterior.
Una señora habla por teléfono. Está algo afónica imagino que debido a los excesos de estos días. Discute con alguien de confianza. Que si era él, que si no era él. Que si cómo es él y en qué lugar la cortejó. «que no, Antonia, que no es ésa, que la confundes con la prima del de la granja de Carracedelo. No, no, es la otra hermana, la que está con el negro… Claro, boba, ésa… Pues no sé de por ahí abajo, de los que vienen en patera…» Y ya viajo a esa cena de Nochebuena, esa blanca Navidad para ese chico venido del África subsahariana, rodeado de cuñados, primos, suegro, tíos, etc. envuelto en una vorágine etílico-catalana, futbolera, ni de izquierdas ni de derechas, villancico va zambomba viene, hasta que: «… y va el tío y se levanta a recoger platos y largueros… Ya, ya, alucinante, y la Pepi no le decía nada, allí, tan ricamente, con el culo pegao a la silla… Sí, sí. Menos mal que se arremangó mamá y le dijo que de eso nada, que habiendo allí tantas mujeres que qué pintaba un hombre recogiendo…» La fiesta, para quién se la trabaja, pensé ipso facto. Al pobre chico no le quedaban salidas posibles, y sin comodines que gastar, ya lo vislumbraba yo puro en boca, copa de coñac en la mano aguantando con estoicismo Jedi el resto de horas de aquella velada.
– Papi, ya es casi la hora, vamos hasta el andén.
Y con este crudo despertar al que me somete repentinamente mi hijo pequeño, dejo las vicisitudes ajenas para centrarme en las mías propias. Este café y este tiempo ha huido volando en nivel supersónico… casi, casi como el año 2017, que ni nos hemos enterado, oiga. menos mal que, según ese ser que preside (desgraciadamente) este país, nos vamos hacia el año 2016. Igual ganamos alguna medalla más en las Olimpiadas de Río y todo.