1967, EL AÑO DE LA CABRA… EN CHINA

cuando las calles de mi pueblo

rebosaban de juegos

que nunca jamás se terminaban:

a saltos

a carreras

huyendo o

persiguiendo;

íbamos de un barrio a otro

olvidándonos por completo

de las prohibiciones

de las fronteras

que desde nuestras casas

nos querían construir

(sin conseguirlo

casi

nunca)

cuando en nuestros bolsillos

sólo había:

canicas

peonzas

piedras

o alguna que otra peseta

para más tarde

comprar uno o dos chicles

bazooka

rebosantes de azúcar:

pompas a granel

para sonrisas profidén;

cuando ponían banderitas

de españa

en nuestras manos

porque pasaba franco

por la nacional seis

(la avenida josé antonio

de mi pueblo): y

recuerdo haber intercambiado

saludo y mirada

con el príncipe juan carlos

(ambos desconocíamos aún

mi acérrimo republicanismo)

cuando unas cuantas heridas

de nada

no nos impedían seguir jugando

tres o cuatro horas más

al fútbol

(un mugriento envoltorio

de chupa-chups

sobre la sangre a borbotones

que manaba de mi pantorrilla

me presentó sin quererlo

a la vacuna

contra el tétanos (mucho gusto)

y las dos agujas

que pude doblarle al practicante

con sólo poner muy tenso

mi glúteo izquierdo:

no me traiga más a este niño, por dios!”

cuando tras hacer

las correspondientes dos horas de digestión

de las de reloj

íbamos al río

y pasábamos todo el rato

metidos en el agua

puede que fría

o puede que no:

protección inexistente

y morenos más allá de la intensidad coppertone;

cuando no existía el futuro

y los días duraban

mucho más de 24 horas;

cuando merendábamos

bocadillos de chocolate

y nuestros mayores

nos enseñaban a matar conejos

de un certero golpe en sus nucas;

cuando los yogures eran un producto

casi tan inalcanzable

que sólo existían en las pantallas de la tele;

cuando la carta de ajuste

establecía sus cuentas atrás

para poder luego disfrutar

de superratón

o de un globo dos globos tres globos;

cuando desde lo más alto de las obras

saltábamos sin pensarlo

sobre el montón de arena;

cuando te contaban

lo que era una paja

y tú no te lo creías;

cuando comulgábamos

sin saber ni por qué

se hacía aquello

(nunca nos atrevimos

a morder la oblea)

cuando nos daba la risa en misa

y más tarde nos reñía

muy enfadado el cura;

cuando nos dejaban ver

hombre rico hombre pobre

y casi ni parpadeábamos;

cuando nos aparcaban

las tardes de aquellos domingos

de invierno

en el cine faba:

sesiones dobles

sin criterio

y con libertad total

(a veces hasta veíamos una teta y todo)

cuando nos asustaba la muerte

y toda su parafernalia

porque nos obligaban

a besar con ternura a los muertos

ya fríos y desconocidos

algodones en sus fosas nasales;

cuando nos llevaron a ponferrada

a ver la primera de star wars

(la guerra de las galaxias que era)

y ya nunca más fuimos los mismos;

cuando nos anochecía

al final de la primavera

subidos a un cerezo:

empachos brutales ________________ y

huidas por piernas

de perros fieros

que cuidaban fincas privadas

cuando las hostias

de terence hill y bud spencer

nos hacían casi

mearnos de la risa;

cuando organizábamos inocentes guateques

y jugábamos a la cerilla

y nos decíamos aquello de

tú me gustas”:

primeros besos cautos

toma de contacto

con el despertar posterior;

cuando me sentaba al lado de mi abuela luisa

y me contaba su vida

como sólo ella sabía hacerlo;

cuando yo le leía el mortadelo o el ddt;

cuando no existía aún

al calentamiento global;

en fin___________

cuando fuimos los putos amos

de aquel mundo

que nos íbamos a merendar

casi sin eructos posteriores:

a la vida la sobrevolábamos

nosotros y nunca

nunca

dimos un solo minuto

por perdido:

y ahora estamos aquí

así que

acercaos

escuchad nuestras batallitas

antes de que perdamos

todo eso bueno que nos queda:

nuestra memoria.

PIEDRAS: DEL TEJADO AL RÍO

tejado-de-arriondassi una piedra nueva
llega a tu casa un día,
que el tejado no la acoja,
que la puerta se abra,
que no se esconda,
que alcancemos
abriendo bien
el ojo del entendimiento
a comprender su viaje,
su huida,
su llanto amargo de grava
que en su origen se queda,
triste y rabioso,
indicaciones de demora
para la muerte
que atrás
en la sombra
se suicida
en un tiempo
que a destiempo
no nos enseña
más amor,
nula empatía,
curiosa flor
que a sangre apesta
tras una imprevista ingesta
de odio multiplicado
por la potencia
elevada al cubo
de odio por plomo,
de asco por p
ólvora:
ahora ya,
baja despacio de mi tejado
y siéntate a la mesa,
tenemos macarrones
para cenar,
inventaremos conversaciones
antes de que regresen
y nos vuelvan a matar.

river-cua

Érase una vez un río que pasaba por mi pueblo, que se llenaba de niños y niñas cada verano, que tenía un trampolín desde el que saltábamos una y un millón de veces, por cuyo puente trepábamos para zambullirnos desde allí arriba…

Sí, éramos demasiado jóvenes y despreocupados, la vida esperaba nuestro aterrizaje forzoso, y no nos ha ido del todo mal.


Tranquilo este invierno en contraste con otros de riadas increíbles, el río Cúa sigue su curso, y seguirá mucho tiempo después de nuestro adiós, porque él es mucho más eterno e inmortal que todos nosotros. Es el alma del norte, es el frío del norte, y en el norte siempre recordamos.

LOS DIAS DE LA ESCAROLA

Ponferrada, 9 – I – 2016

Los días de la escarola,

piezas enormes, gigantescas,

doce kilómetros de ida

y otros tantos de regreso,

caminando, de noche,

con el frío silbando al oído

canciones desconocidas;

al mercado, a vender,

al trueque que pudiese surgir,

subsistir masticando el odio,

en silencio,

para alimentar a diario

a esa prole famélica

que del miedo vivido

hacía pura religión.

La gente con la que me cruzo por la calle

en esta mañana fría de mercado

se sorprende con mis lágrimas,

ésas que buscan el asfalto

y se mezclan disimuladamente

con el agua de la lluvia

que hoy mismo nos acontece.

Desconoce esa gente

el significado,

la semántica propia

que esas escarolas tan grandes

tienen para mi persona.

Fueron horas y más horas

al calor del brasero

aprendiendo de sus historias,

de su vida, de su lucha,

de su genio y su carácter,

de aquella mala hostia,

indómita,

rebosante de hoz y de martillo,

de vidas agazapadas

en bosques completamente oscuros.

¿Cómo no llorar,

si las escarolas me hablan

y me dicen:

“tranquilo, aquí sigue,

contigo, para que nunca

extrañes la genética perspectiva

del sentido de la vida

de la cual provienes”?

Y ahora regreso a casa,

con dos escarolas,

las más grandes,

y mi madre al verlas

llora conmigo

su ausencia ya lejana,

la de su propia madre,

a la que ni una rodilla maltrecha

ni una cadera en el límite

le impedían ir a Ponferrada

cada sábado, demasiado temprano

como para que el mismo día

hubiese ya comenzado,

tirando firme de su carretilla,

a vender escarolas,

las que ella misma

cultivaba:

 

Mi abuela.

(Nonna, la classe operaia continua la sua lotta!!)

OLVIDANDO LAS ACERAS – SULFATO DE POEMA EN DOS PARTES DESIGUALES

I.

como te has ido

y no has vuelto:

he olvidado tu nombre

pero no tu cara

 

y cada día

nada más levantarme

pongo mis dedos sobre mi boca

y luego los llevo a esa imagen:

la tuya

 

y ese beso diario

me une cada día a ti

aunque ya no sepa tu nombre:

aunque no hayas jamás regresado

 

II.

y mi madre siempre me obligaba

a caminar por las aceras

(que de estrechas fueron pasando a ser

amplios caminos para transeúntes de paso)

 

estrechas anchas

vacías o pobladas

de pueblo de gran ciudad

con adoquines trampa

o lisas y resbaladizas:

en días húmedos

 

y en un momento de verano apareciste tú

y me olvidé de los charcos

y comencé a saltar sobre ellos:

y ahora voy siempre

por el medio de la calle

como esperando que se borren

de una vez por (y para) todas

esas malditas aceras

que constriñen

la respiración vaga y vulgar

de todos mis malos recuerdos

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Este poema en letra de Laura Fjäder esperando que David González le de vida

Hace hoy una semana, estuve presente con este mismo poema en las reuniones poéticas (sí, podéis llamarlas jams si queréis), no personalmente, pero sí a través de la letra escrita de Laura Fjäder y la voz de David González, dos poetas muy grandes, gente comprometida con la palabra y lo que ésta significa, poesía disidente, directa a la neurona de quien tiene el placer de leerla, de escucharla. Laura y David organizan las sesiones poéticas de La Revoltosa en Gijón, los viernes, con monográficos, sesiones de micro abierto, versiones y, sobre todo, pasión, mucha pasión por darle a la poesía el lugar que se merece, el lugar de la gente, del pueblo. Si podéis ir un día, no os lo perdáis, no os lo podríais perdonar en la vida.

Enlaces a sus blogs:

https://jampoesiagijon.wordpress.com/

http://ellenguajedelospunos.blogspot.com.es/

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – PARTE XXXVII (CACABELOS, PILGRIMS AND SOME GRASS WHICH SINGS)

En mi pueblo, Cacabelos, cada mes hay cuatro días de feria, o de mercado, como cada cual prefiera denominar el evento en sí, el primer lunes y también el tercero del mes, y además los días 9 y 26. La Plaza Mayor se llena de puestos ambulantes llenos de ropa, frutas y verduras, embutidos varios, mantelerías, etc. 20150720_130145Recuerdo de muy pequeño bajar muy contento con mi abuela a ese mercado a comprar queso gallego de tetilla (nuestro preferido por aquel entonces), cecina, centros deshuesados de jamón, algo de ropa (aquellos calcetines de lana que picaban tanto como quitaban el frío en los duros inviernos cacabelenses), y, si se terciaba, alguna chuchería de aquellas de antes, pipas que dentro traían cromos pequeños de cantantes que se pegaban en un álbum rectangular de tan solo dos hojas, o el ineludible botijo de plástico lleno de caramelos minúsculos de todos los colores conocidos hasta la fecha. Pero los tiempos cambian, nos arrastran irremisiblemente con ellos aunque nos queramos resistir (en nuestras cabezas todavía somos aquellos niños de los 70 que correteaban libres por las calles del pueblo). Lógicamente, sigue habiendo pandillas de niños y niñas que quedan cada tarde de verano en el río Cúa. Aparte de buenos baños, claro está, juegan a las cartas, comen todo tipo de basura imaginable, hacen rondos con un balón que se supone que nunca debe tocar el suelo; forman largas colas en el trampolín para luego saltar desde ahí de todas las maneras posibles, con todo tipo de piruetas y volteretas la mar de arriesgadas que, en ocasiones, acaban con un ¡SPLOSH! la mar de ruidoso, de ésos que terminan con la espalda enrojecida durante un buen rato entre cachondeo generalizado. Alguna novedad se manifiesta por momentos, y no sólo en forma de smartphones, como en ese grupo de unos ocho niños y niñas que, 20150709_183702antes de correr lo más rápido posible en dirección al mencionado trampolín, gritan casi al unísono, “¡el último o la última que llegue al trampolín, maricón o lesbiana!”, y salen ipso facto como propulsados (y propulsadas, no seré yo menos) por un gigantesco e invisible resorte camino al trampolín, ese dios de la diversión del Cúa. Tiempos nuevos, de inclusión a pesar de la ausencia de corrección política que puede caracterizar la vida de un pueblo como éste. Tampoco ha disminuido un ápice la cantidad de tacos por segundo cuadrado que se pueden escuchar en el río, en cualquier terraza de verano por boca de seres que no levantan más de un metro y treinta centímetros del suelo, cantidad de palabras malsonantes que, por otro lado, sigue siendo directamente proporcional a la inocencia con la que siguen siendo pronunciados.

Y ahora, vamos con otro recuerdo, la confesión del día previo a nuestra Primera Comunión, allá por mayo de 1975 (en varios casos, casi se podría decir que primera y última, ¡y por el mismo precio!), nos hacía ser más que conscientes de que no debíamos blasfemar ni pensarlo siquiera en ese intervalo de tiempo que iba entre la susodicha confesión y la hostia consagrada de la mañana siguiente… Pues no, fue salir de la iglesia de Santa María por la sacristía, coger el balón y comenzar a jurar en arameo antiguo, todos a una entre carreras a patada limpia en la pelota, batallas de pedradas y juegos varios como el mítico cintalabrea. Lo que no puede ser, ni lo es, ni cambia, por lo visto.

El caso es que, en la feria del pasado 9 de julio nos encontramos por sorpresa con un puesto en el mercado que para mí supuso una grandísima y emocionante novedad, ¡libros de segunda mano! ¡muchos de ellos en inglés! Un señor los vendía a 3 euros, que luego se quedaron en 2 cada uno al llevarnos seis de una tacada.20150721_183943 Con la ilusión de comenzar a leer cuanto antes “The Grass is Singing”, la primera novela de Doris Lessing, me cepillé “Neither Here Nor There” de Bill Bryson en mucho menos tiempo del que había previsto inicialmente. Vamos ahora con Doris y esa referencia a la “hierba que canta” tomada directamente de la “Tierra Baldía” de T. S. Eliot. La edición es de Penguin Books, “reprinted in 1976.” En la tercera página, esquina superior derecha, se puede leer un nombre, Jesús Millán, y una fecha, 8 – V – 1976. ¡Ya me han liado! Antes de comenzar la lectura con el asesinato de Mary Turner, mi mente viaja hasta ese nombre, hasta esa fecha. 20150721_183919¿Sería ese tal Jesús Millán un estudiante de Filología Anglogermánica y Francesa? Y si no era así, ¿por qué narices leía en inglés, en 1976? ¿Sería hijo de algún inmigrante berciano en la Gran Bretaña?

Ahora mismo estoy tumbado sobre la hierba recién segada que cubre la vera del río Cúa, a la sombra, escribiendo esto que estáis leyendo con un bolígrafo y un bloc de notas que he comprado hace un rato en la tienda de Aarón, una de las dos de chinos que hay en Cacabelos, en la cual conocí a Jimena, de cuatro años, su hija, que me interceptó justo cuando estaba llegando al pasillo dedicado a la papelería.

  • Hola, me llamo Jimena, tengo cuatro años, ¿por qué vienes a mi casa?
  • Hola, vine a comprar un boli y un cuaderno.
  • Ah, pues muy bien. Yo ya sé escribir, ¿y tú?
  • Ufff, complicado, muy complicado, pero en ello estoy, a ver si aprendo.

Y con las mismas me abandona para hacer frente a dos señoras muy voceras que vienen buscando un palo para fregona. Puro desparpajo. En fin, sin tecnología cerca ni nada que se le pueda aproximar, no puedo investigar sobre la identidad del tal Jesús Millán. En cuanto llegue a casa, entraré en ese oráculo llamado Google y teclearé ese nombre con algo de aderezo como información adicional, algo tipo ‘filólogo’, ‘berciano’ o lo que se me ocurra. Pausa, pues, intermedio o lo que sea. Visiten un bar y tómense unas cañas, que este calor las merece.

No, que no me convence ninguno de los Jesús Millán que he encontrado a través de Google. Uno es Catedrático de la Universidad de Valencia, el otro es procurador con página web personal y todo. Por tanto, he decidido inventarme su historia, una breve, muy concisa, a modo de currículum vitae existencial.

JESÚS MILLÁN NUNCA CAMINARÁ SOLO

Jesús Millán nació el 12 de noviembre de 1955 en la habitación matrimonial de sus padres, que vivían por aquel entonces en el número 27 de la calle Santa Isabel del pueblo berciano de Cacabelos. Pasó de la teta materna a una infancia brutalmente divertida. Destacó en los estudios sin apenas esfuerzo alguno, y decidió a los 17 años irse a Salamanca a estudiar Filología Anglogermánica y Francesa. Allí conoció a Román, un burgalés amante de la pintura, muy atractivo, estudiante de Bellas Artes que viajaba a menudo a Londres ya que allí vivía su hermano Herminio. Antes incluso de convertirse en pareja, Jesús le encargó a Román una 20150720_220012serie de libros en inglés que necesitaría para el curso siguiente, el cuarto ya para él, lecturas obligatorias en varias asignaturas dedicadas a la literatura en lengua inglesa, y ese hecho obligó moralmente a Román el 12 de abril de 1976 a acercarse a una librería de esas de segunda mano que abundan en Portobello Road. En la actualidad, Jesús vive en Melbourne con su amor, Román Urtubi, y ejerce como profesor asociado de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Melbourne mientras Román continúa pintando y pintando sin cesar sin importarle una mierda si su caché sube o no, se siente reconocido en su comunidad y con eso le basta y le sobra. Son felices porque muchas tardes se tumban sobre la hierba fresca del Royal Park y escuchan en silencio como la hierba les canta sin temor, sin estridencia alguna.

Y aquí se acaba la historia inacabada de Jesús Millán, un cacabelense ilustre que surge como figmento libre, y puede que hasta aburrido, de mi imaginación. Ahora, sigo leyendo, que mi molicie me lo está pidiendo a gritos.

THE END…

NO WAY!!

Dos anécdotas recientes antes de un “corto y cambio” que se prolongará un mes y pico más.

  • Cacabelos está en el Camino de Santiago. 20150717_110024-1El mes de julio supone un incesante goteo de peregrinos y peregrinas de montones de nacionalidades diferentes que van cruzando el pueblo en busca de una sombra, de unas cañas, del albergue de la iglesia de las Angustias… Un andaluz camina al lado de dos chicas estadounidenses altas, guapas, sonrientes. Van ya por la Calle Mayor y llegan ahora a la altura del Mesón Compostela, cuya especialidad es el pulpo a la gallega (y a muy buen precio, justo es reconocerlo). “Girls, here, here, this is a place for to eat… Ay dioh, ¿cómo cohone se dise…? Octopussy, eso, here eat octopussy.” Las dos chicas se miran y se ríen. Adelanto con mi trote cochinero a ese trío peregrinante mientras pienso, “¿habrán ido directamente a la referencia James Bond o se habrán quedado sólo con el añadido jocoso del ‘pussy’?”

20150711_141004Como los veo con ganas de juerga, los mando a la Bodega de El Niño, a filosofar un poco con los lugareños y lugareñas que allí suelen hacer la mañana. Además, por si siguen perdidos en la traducción, allí están a salvo, que “se hablan idiomas por señas.”

  • Vuelvo en alsa (¡por fin, albricias!) de Ponferrada a Oviedo. Son casi las tres de la tarde y en Fuentesnuevas suben tres chicas muy preparadas para una tarde de río o de piscina. A una de ellas le suena el móvil (un chunda-chunda que no reconozco), contesta, “qué hay, tía… no, no, pasamos de irnos a río de Molinaseca, que está lleno de viejos, nos vamos al de Cacabelos, que además los chorbos de Cacabelos están buenísimos… Jajajajaja, ya te digo. Sí, eso, nos vemos ese finde. Chaoooo.” Desde el fondo del alsa, me río para mis adentros mientras me acuerdo por momentos de aquel profesor que nos contó, allá por 3º de BUP, que en los tiempos de Bergidum Flavium, de romanos explotando la reserva aurífera de las Médulas, se llevaban hombres autóctonos hasta Roma (por cualquier camino, como bien sabemos) que una vez allí servían como sementales a la nobleza romana. Imagino que sería una broma local, porque nunca jamás he encontrado referencia alguna que mencione ese hecho… Vamos, aunque no dudo que llegara a ser cierto, faltaría más.