Viajes al fondo del ALSA – parte II.
Cuenta la leyenda que el hombre no es capaz de hacer dos cosas a la vez. Voy a contradecirlo, sé de uno que puede dormir, escuchar música y percatarse de sus propios ronquidos durante una hora larga… 6.30 am, yo mismo y sin alejarme.
Viajes al fondo del ALSA – parte III
Me despierto a la altura de Nava y veo que todos los demás viajeros tienen la cara de Adolfo Suárez. Cambio de postura en mi asiento y, tras un ronquido ultrasónico, abro los ojos, compruebo la realidad: era la gente habitual. Sigo durmiendo.
Viajes al fondo del ALSA – parte IV.
– Zzzzzz… Zzzzzz… Jraunmm… Zzzzzz…
– Profe… ¡Profe, despierta, que ya llegamos!
(Ese jueves, tan lejos, tan cerca…)
Ahora, en la Gran Bretaña los niños pueden estar en los pubs hasta las 6 de la tarde. El único inconveniente es que, si mandas al guaje a la barra a comprar patatas fritas, éste vuelve cariacontecido diciéndote que le cuentan que sólo un adulto puede pedir… («¡Cagüensuputacuadriculez!», piensas casi en voz alta)…
Al menos, vas al baño, te lavas las manos con agua caliente y un jabón que huele la mar de rico y sano, y te las secas (pero secar, secar de verdad, sin que quede una gota – por algo la maquinita se llama «airforce», digo yo), y sales del baño con cara triunfal, sin necesidad de agitar las manos o de secarlas sin disimulo a la parte trasera de tus vaqueros…
«Another pint of London Pride, please!»