TRILOGÍA MANCHEGO-AUSTRALIANA, PARTE I: «QUÉ TE CREÍAS, PUES»

Todo lo que gano me lo gasto en putas. ¿Para qué complicarme la vida con una novia o algo así? No, no. ¡Qué va! Tengo mis amigos, con los que salgo de copas todos los fines de semana, y con eso me basta. Ni siquiera tengo familia. Soy hijo único. Mi madre murió en mi parto, y mi padre desapareció misteriosamente hace ya dos años cuando pastoreaba por los alrededores de Campo de Criptana. No sé qué habrá sido de él, y tampoco me importa en exceso ya que no nos llevábamos demasiado bien. Nunca alcancé a comprender sus aficiones zoófilas. ¡Si hasta decía que había una oveja mucho más guapa que las demás!

Ya hace once años que me vine a vivir a esta ciudad dejándolo a su suerte en el pueblo. Puede que se sintiera deprimido, que se hubiese muerto su oveja preferida, y que esa circunstancia le obligara a abandonar por completo su pasado para comenzar una nueva vida… No sé, no tengo ni puta idea de dónde puede estar este hombre, y tampoco me importa, para qué engañarnos.

En determinadas ocasiones, bajo la influencia del alcohol – y de alguna que otra sustancia que no voy a mencionar aquí por guardarme un poco las espaldas – me enrollo con una chica, me la llevo luego a mi casa para echar un par de polvos – cuando es posible, claro, ya que alcohol y sexo no suelen combinar muy bien -. Pero al final no sé qué coño les pasa que quieren quedarse a dormir o, si no, pretenden concertar una cita para ir otro día al cine o algo por el estilo. ¡No y mil veces no! No puede ser. Mi libertad la antepongo a todo; por eso es más sencillo ir con una puta: pagas, follas y además no tienes porque aguantar ninguna clase de histrionismo femenino ante lo que ellas pueden considerar como despecho. “Sólo me querías para follar”, suelen echarte en cara. “Sí, ¿qué te creías, pues?”, respondo extrañado ante semejante reproche, y sin ningún remordimiento de conciencia. Total, yo nunca prometo nada, son ellas las que se dan por aludidas sin que se les haya dado la vez.

El principal problema es que no gano mucho dinero, y con la inflación y todos esos líos, las tías no hacen más que subir los precios. El día que un partido político incluya en su programa electoral un proyecto de regulación del servicio de prostitución a través de la Seguridad Social, u organismo similar, entonces me decidiré a votar por primera vez. Otras veces lees en un periódico “Sexo Gratis”, llamas al número de teléfono que viene debajo de tan atrayente enunciado, y luego resulta que hay que pagar una cuota para que te manden teléfonos de señoras y señoritas que se lo hacen “por puro placer”. Una vez piqué y di veinte mil pesetas para que me enviasen, contra reembolso, un catálogo – si es que se podía denominar así – con una serie de teléfonos. Nervioso y sin más dilación, empecé a marcar el primer número: me contestó una señora con un tono de voz muy agradable – tanto que, sin yo percatarme conscientemente de ello, se me estaba empezando a poner dura – diciéndome que sí a todo lo que yo proponía… Pero faltaba la sorpresa final: “Mira, yo es que tengo problemas económicos; la empresa de mi marido fue a la quiebra, y bla, bla, bla”. Conclusión: había que aflojar la cartera. No te jode, así cualquiera monta un negocio de sofisticado proxenetismo. Lo más sospechoso es que la respuesta anterior se repetía llamada tras llamada… Se habían aprendido el guión de putísima madre.

Un día le comenté a un amigo que se me iba el sueldo en putas. “Juega a la quiniela, o a la primitiva… ¡Yo qué sé! ¡A mi que me cuentas!”; vaya una contestación viniendo de un supuesto amigo, ¿no? Pero seguí su consejo: comencé a cubrir quinielas con cuatro dobles y un triple. Al principio nada de nada: siete u ocho aciertos la vez que andaba más atinado. Puede parecer un poco absurdo, surrealista incluso, pero a mí el no ganar en lo que sea, en un juego, en un partido; en definitiva, en cualquier actividad que implique un mínimo de competición, me pone frenético. Ante mi creciente desesperación, y también por hacer un poco el tonto, decidí cubrir una quiniela al azar, sin mirar los partidos. Cuando terminé de rellenarla y me di cuenta de lo absurdo del resultado final, me entró tal ataque de risa que estuve en un tris de romperla y cubrir otra aplicando toda la lógica futbolística. Menos mal que en ese preciso instante sonó el teléfono y, después de una absurda discusión con los de la compañía del gas, se me olvidó por completo que debía rellenar otro boleto. Al final, por falta de tiempo, llevé a sellar aquel utópico papel del 1-X-2.

Pleno al quince; sí, así como suena: un pleno al quince. Y todo gracias a que el Celta ganó en el Bernabeu, el Oviedo en el Nou Camp, luego siete empates más y un dos, de los difíciles, en segunda división: el Langreo había derrotado al Sevilla en el Sánchez Pizjuán por uno a cuatro. La de dios, aunque a fin de cuentas una putada también: no era yo el único acertante, habían aparecido otros dos mamones que acababan de sisarme, así por el morro, casi setecientos millones. El caso es que, en total, recibí cerca de trescientos millones de pesetas… y ya no tengo ni un puto duro; ¡ni uno!

Otro buen amigo me explicó un día una especie de solución a mi adicción a las putas – al verme yo millonario ya las llamaba para que vinieran a mi casa, y casi siempre de dos en dos, y a veces hasta tres en un solo lote -. “Escucha, lo tuyo con las putas es como lo de un yonki con la heroína. Tú piensa, cada vez que tengas un impulso de ese tipo, que una puta es como un chute de caballo. Además, tío, ya sabes que ligar por ahí con una tía es hasta fácil hoy en día, y tú no estás tan mal, que sé yo de alguna que se metería en tu cama sin ningún problema… ¡Y gratis, tío! ¡Gratis!”

¡Ay!, el bueno de Joaquín… Intenté seguir su consejo al pie de la letra, pero no pude, al contrario, ahora no tengo dinero ni para pagarme una puta de setenta años… pero sí que soy un yonki de mierda que tiene que buscarse la vida cada día, en cada esquina. ¿Qué pasó con mi dinero? Preguntad a los toxicómanos y a las prostitutas de mi ciudad qué es lo que han hecho con él… aunque eso supongo que ya lo podéis intuir, que no sois bobos, ¿o no?

A LA LUZ DEL DÍA LOS SUEÑOS SE VUELVEN POLVO

Barrio sin luz y cristales, señoras temerarias apurando las frenadas con carritos de la compra llenos de fruta de la frutería, de carne de la carnicería, de pan de la panadería, de un par de caprichos azucarados para los nietos; señores con cayados que empiezan su ronda mañanera, serán tan sólo cinco o seis vinos, en vaso de sidra, medio lleno; equipos que ganaron, equipos que perdieron, y el Real Oviedo, ahí, al acecho de una nueva alegría de ésas de orgullo, valor y garra, como cuando salí a la calle con doscientas pesetas aquel día de junio de 1988 en el que el Oviedo había empatado a cero en Mallorca y ascendía a la añorada Primera División; tenía examen al día siguiente, de Literatura del Siglo de Oro, pero me eché a la calle igualmente, con esos cuarenta duros en mi bolsillo y la compañía de Íñigo, un vasco de Bilbao que, aunque no compartía piso conmigo, siempre venía a estudiar con nosotros. La borrachera fue tan brutal como el suspenso en aquella asignatura: Colocón de Oro, Siglo de Mierda. No pasaba nada, que a la gente rezagada siempre nos quedaba septiembre. O febrero… O junio otra vez… O…

Sonó esta mañana el despertador, uno plateado digital que nos regalaron hace unos años con la renovación de la suscripción a la revista Time, que es ella como uno más de la familia y se ha convertido en un fenómeno paranormal y curioso en nuestra casa, ya que la revista sigue apareciendo en nuestro buzón sin que nadie haya pagado por ello en los últimos seis años. Pipipipi… pipipipi… pipipipi… pipipipi… y arriba. Ducha, vestirse, desayuno y comprobar que todo lo necesario está listo para un nuevo día. Escuchar la radio 20160424_202234y cagarse mentalmente en demonios siempre ajenos. Y David Hockney, que me mira desafiante desde la pared cada mañana, y yo que, por mera costumbre, siempre le hago un gesto que contesta ese desdén tan de autorretrato del que se sabe un genio en lo suyo: Feck off, David!! Hoy le saco la lengua; ayer le hice una peineta muy estética.

La gente de siempre en la parada del autobús: dos señoras cerca ya de la jubilación que fuman cada cigarrillo como si fuese el último de sus vidas, exhalando el humo con tanta vehemencia que a veces pienso que van a escupir un trozo de pulmón en el intento, y el barrendero, que anda muy cerca, que seguro que teme lo mismo que yo temo; un grupo de estudiantes de la ESO, primero o segundo, no más, con el uniforme de las Ursulinas, siempre hablando con el volumen a tope, riéndose de las típicas pijadas de las que hay que reírse cuando uno tiene 13 o 14 años, que la vida es risa a esa edad, y si no lo es, algo raro sucede. Subimos. Siempre dejo que pase todo el mundo porque mi prisa nunca es motivo de avasallamientos ajenos. No sabemos hacer colas como la gente británica, tan bien organizada para esos menesteres, y a la hora de llegar al punto de destino, surgimos de cualquier esquina hasta apelotonarnos sin control alrededor de la puerta del F1. Dejo hacer, pago mi 1,20 € y me siento al fondo, siempre al fondo. Son las 7.30 a. m. y miro como el día va adquiriendo luz a pesar de las nubes que siguen ahí, como diciéndonos “hey, no os confieis, que en breve escupiré sobre vuestras cabezas, panda de mortales creídos y confiados.” Y yo sin paraguas, pero me da igual, porque yo para eso de los paraguas parezco irlandés, que nunca me gusta llevarlo, y si llevo uno, siempre lo pierdo y luego digo que no me gusta llevarlo para no quedar como un gilipollas por haberlo extraviado, y así la gente te ve más interesante, más cool y más guay, porque da igual lo que digamos, nos gusta ser guays y que la gente nos vea como seres molones, seres que levitan unos milímetros por encima de los demás, espiritualmente hablando, pero sin darse un mísero pijo de importancia, quiero decir, si es que eso que denominan como espíritu existe, que yo creo que no, que nos hemos inventado dioses porque somos vagos y es más fácil que nos den todo hecho que tener que estudiar e investigar por nuestra cuenta.

20151030_075649Llego al IES Monte Naranco. Los amaneceres desde el departamento de inglés son espectaculares, de postal, de subir a Instagram y que la gente que te sigue comente, “qué maravilla de amanecer, qué luz tan espectacular!”, y tú contestes, “Así es @pimiento_amarillo, estos días de primavera dan unos amaneceres deslumbrantes. Muchas gracias por tu comentario”, y luego miras a ver quién narices es @pimiento_amarillo, porque ni te suena haber interaccionado antes con esa persona. Anda, otra escritora pesada, como yo. Somos legión. Bien.

Los pronombres relativos, luego los verbos que rigen gerundio y/o infinitivo, y para finalizar, vocabulario relacionado con las nuevas tecnologías en la página 65 del libro de texto, tan obsoleto como un MP3. Dos alumnas se encargan de actualizar todo ese vocabulario entre risas y chascarrillos. Dedos llenos de tiza, odiosa tiza, que tarda en desaparecer bajo el agua del grifo. Una buena meada; la cisterna del inodoro del medio sigue estropeada, con ese ruido que indica que siempre está cargando y echando agua. Café mediano al recreo acompañado de uno de esos pinchos vegetales con jamón cocido y queso mientras comento con una compañera lo poco que queda ya para que empiece la sexta temporada de Juego de Tronos, con lo que, así, a lo bobo, repasamos la quinta temporada incluso comparando serie y saga, que ambos hemos leído las novelas también, y en la emoción del momento, entre compañeros y compañeras que nos miran como si fuéramos frikis (que igual es así, ¡quién sabe? Si es que parecen todos unos Greyjoy la mar de sospechosos), suena el timbre que indica el final del primer recreo. Todo el mundo para clase. Yo no. Tengo hora de guardia, de las buenas, porque no falta nadie a cuarta hora. Cojonudo. Tiempo para corregir trabajos en la sala de profesores… o no, porque coincido con un compañero que me cuenta acerca de la amonestación que le acaba de poner a un alumno que tenemos en común, una de esas joyas con las que hay que saber lidiar tanto desde la pedagogía activa como desde la simple comprensión humana. Y yo, que soy un poco bocazas, comento sonriente aquella vez que me echaron de clase de filosofía. Hacia mí confluyen miradas reprobatorias desde todos los ángulos posibles de la sala de profesores. “¿Nunca os echaron de clase? ¿En serio?” Joder, pues que así es, en el serio más serio de entre el mundo de la ideas de los serios… Me siento, ahora sí, a corregir. Saco de mi bolsa molona mis auriculares chachis y busco música de esa especial para corregir. Portishead está bien. Ante mí, varias composiciones escritas, unas quince. No, No puede ser, que Beth Gibbons siempre me hace cantar con ella: es ese poso de desesperación en su voz, que me obliga sin intención alguna por mi parte a ayudarla en sus miserias del corazón, a darle fuego si hace falta, a seguir sus caminos retorcidos hacia el límite del dolor. Stop. Busco algo más adecuado… ¡Ya está! La Música Acuática de Haendel, nadie canta, como mucho puedo imaginarme escuchando la misma en un barquito sobre el Támesis, al lado de Jorge I, el rey Hannover… Obertura-Largo Allegro. Play. El tema de esa composición escrita, nivel 4º de ESO, una discusión que tiene como fin decidir qué invento es mejor, internet o los libros. ¡Venga ya, editoriales! Porlagloriademimadre… El boli verde se me escapa de las manos por momentos. Mi cabeza no está para estos trotes y desconecto el día. Goleada: internet 15 – libros 0. No esperaba otro resultado, ni siquiera el del honor.

¿Sabéis que Shakespeare inventó unas 1700 palabras de la lengua inglesa?” (Estoy ahora en el aula 204, con el primero de bachillerato de humanidades) “Pues no, Jose, ni idea. Aprovecho la tangente, y nos dedicamos hoy a buscar palabras que el inglés deba al bardo conocido como William Shakespeare. El alumnado se encarga de ir creando una lista con las que más les gusten. “Swagger!”, grita emocionada una alumna de primera fila. Claro, tía, el Wills tenía “swag”, joder, como dejó bien claro en la escena I del acto III del Sueño de una Noche de Verano:

What hempen home-spuns have we swaggering here, so near the cradle of the fairy queen?” – Puck

swagspeareY si no existe la palabra, pues la inventamos, ¡qué carajo! ¡Viva Swagspeare! Al menos la última clase del día consigue un cierto poso de satisfacción en mi labor como docente: uno de esos días de salir de clase señalándote el nombre en la parte trasera de la camiseta mientras corres por los pasillos mirando con superioridad a… nadie, como mucho esos trabajos de diversas materias que lucen lustrosos en las paredes del centro.

Vuelvo a casa y David (Hockney) me sigue mirando mal. Paso de él, prefiero mil veces a Frida Kahlo. Creo que voy a preparar un buen batido de fresas para toda la familia. Pero antes, como siempre que llego el primero al hogar, un poco de buena música al altu la lleva. Como no lo tengo nada claro, sigo la táctica habitual para estos instantes de indecisión musical: cierro los ojos y, tras hacer unos círculos con el dedo índice de la mano derecha, señalo un CD. Pues ha salido el Siamese Dream de los Smashing Pumpkins. Vale, hace un montón que no lo escucho. A veeer, uno, dos y tres. Play:

Tinoninoninoninononinoninoninoninononinoninoninoninononino pause ninoninoninononino…

Today is the greatest day that I’ve ever known…

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – PARTE XXXIII (CAOS, LA JENNY Y EL REAL OVIEDO)

  • Nada, ya ves, eso ye lo que soy yo, una fía del caos.
  • ¡Joder, qué me vas a contar a mí, que cada vez que salgo con Jairo la lío parda. Cualquier día se entera la Jenny y la tenemos, pero fijo.

Llega el autocar, ese alsa madrugador que me teletransporta diligente desde Oviedo hasta Arriondas en una hora y media. Son las 6.35 am, y hay demasiada gente esperando esta misma o bien sus propias máquinas de teletransportación. La hija del caos y la que tiene algo que esconder a la Jenny no suben a mi alsa y me quedaré sin saber más acerca del caos y de las movidas que se van liando con Jairo a espaldas de la mismísima Jenny. Van con camisetas del Real Oviedo, probablemente el directo hasta Pola de Siero, que es el siguiente alsa que tiene que llegar a la calle General Elorza. Han pasado una noche de celebración ya que el Oviedo acaba de ascender a Segunda División tras doce años de purgatorio entre Tercera y Segunda B.

Subo y me doy cuenta de que hoy, lunes uno de junio de 2015, hay más, pero que muchos más pasajeros de lo habitual. Misma perspectiva, camisetas azules, bufandas llenas de “orgullo, valor y garra”, 1926, volveremos, vamos, vamos Oviedo… Sé que la prolongación de mi sueño nocturno va a ser harto imposible. Me resigno. Me da igual, que yo también celebré ese ascenso  aunque sin tanto impulso y ardor juvenil.

Llego al fondo, lógicamente, y me siento al lado de la ventana, en la fila de la izquierda, mi preferida de toda la vida.

  • Eeeh… ¡Eh, oye, tú, poeta!
  • ¿Yo?
  • Sí, ho. Abróchate la bragueta, joder, que va salite el páxaru.
  • Ah… (me miro la bragueta, efectivamente, la cremallera de mis tejanos está bajada. Las prisas de la segunda meada mañanera, la de después del desayuno, una muy importante porque deja tras sí un intervalo muy largo antes de volver a vaciar la vejiga propia.) Gracias.
  • ¡Home va, no hay de qué, ho!

Me acomodo en el asiento girando estratégicamente mi cuello en dirección a la ventana, para ir viendo ese paisaje urbano que la Tenderina me ofrece ahora y así evitar cualquier inicio o más bien prolongación de conversación con él. El hombre que está alerta con las braguetas ajenas se sienta en el asiento de pasillo a mi derecha, misma fila.

  • Oye, eh… ¿Pa dónde vas?
  • Voy hasta Arriondas.
  • ¡Anda, como yo, qué casualidad! (Mentira, que sólo existen otras cuatro opciones más. No es tanta la casualidad) Voy p’al hospital, que ta la mi hermana allí de parto, bueno, no, que ya parió. Una guaja, de casi cuatro kilos. Ye la tercera… bueno, el segundu ye un guaje. Ye la hostia el Yeray. Un firma de la virgen, la puta que lu parió…
  • Pues mira que bien.
  • Pero muy buen guaje, eh, noble y bueno donde los haiga…
  • Ya.
  • Jajajaja… Anda que si llego a saber yo que en esti alsa van dir estos maizones del Oviedo dando pol culo… Babayones, no carbayones.
  • ……………
  • Coime, perdona, ho, que igual también yes del Oviedo… Yo del Sporting ya desde antes de nacer.
  • Pues sí. Y también de la Ponferradina. (A puntito estuve yo de caer en este punto con todo el equipo, que casi me arranco con un «yo soy de Cacabelos, y antes de ir al Tartiere, ya iba al Molinón con mi amigo Pablo, así que, vas listo, que yo no tengo nada contra el Sporting, al contrario…», pero no era nada conveniente darle más input al paisano.)
  • La virgen, tú… Nada, ho, norabona y tal… Pero vamos subir a primera esti año, que te conste.
  • Me alegro. Me parece muy bien. Si no te importa, voy a intentar dormir un poco.
  • Val, val. Tú, como si no existiese, oyisti, mudu como un maniquín.

Paso siguiente en la estrategia de liberación de gente plasta a favor del consumo del ibuprofeno ajeno, música, auriculares, y adiós mondo cane, que ahora no eres más que un ente ajeno a mi persona. No busco demasiado, modo aleatorio, que me gusta sorprenderme a mí mismo, y ahí va “No One Knows” de Queens of the Stone Age. Buen comienzo. Ojos cerrados. Volumen apropiado. Traqueteo rítmico, constante. Me duermo fijo, por los dragones de la Khaleesi que vuelan ahora en mi interior al compás de las baquetas de Dave Gröhl.

Un minuto más tarde, alguien me toca el hombro derecho. ¿Quién? Pues claro, el esportinguista que acaba de tener una sobrina en Arriondas, gran experto cum laude en braguetas ajenas («cum», el del latín, no el de inglés, para evitar malentendidos.)

  • Oyisti, guaje, ¡GUAJE! Quita eso de la oreya, ho… A ver si conoces ésta. “Duérmete fiu del alama que velo’l to sueñu, Palombina de blancu que non tien aleru. Agora non el mio neñu, agora non. Si viviera to padre que yera tan güenu, collarinos de plata punxerate al cuellu.”
  • P-p-pero…

“¡Arturo Elíííííííías, lorolorololooo, Arturo Elííííííías!” “¡Oviedo, Oviedo, Oviedo!” “¡Vamos, vamos Oviedooo, es una fuerte pasión, esta hinchada está locaaaa, loca por verte ganar!” Me uno a ellos. Adelanto mi posición, ya no al fondo, sino más hacia la mitad. Tampoco me dejarán dormir, pero al menos son de mi equipo, y eso, queráis o no, es puro pegamento emocional. También somos hijos del caos. También huimos de nuestra propia Jenny particular, y sin dignarnos a mirar atrás, jamás. Una vez que se sale del pozo, volver a él ya no es una opción.

EL FIN DE SEMANA DE ANÍBAL ZAZO

Aníbal Zazo Rodiles se levanta un poco más tarde de lo habitual este sábado 23 de mayo de 2015. Sabe que la noche anterior quizá se hubiese tomado un par de Seagram’s con cola más de la cuenta, pero le da igual, hoy tiene lugar el primero de los tres acontecimientos importantes que se van a producir en su vida este fin de semana, el Festival de Eurovisión, y es feliz. Ha quedado con sus dos amigos del alma (bueno, para ser exactos, sus dos únicos amigos, Rubén y Milio) para verlo esta noche en su casa. Ya tiene todo preparado, bebida, comida, la App de Eurovisión descargada en su iPhone 6. Se siente esperanzado, siente que Edurne va a hacer algo muy grande 00 eDURNEpor España, que, ¡que hostias!, es la novia de David De Gea, ese porterazo que pertenece al Manchester United, pero que en breve estará defendiendo el color blanco de su adorado Real Madrid, y eso Europa lo sabe, y traerá muchos votos, “eso, y que Amanecer es un puto temazo”, piensa para sus adentros mientras acaba de recudir las últimas gotas de pis que se rebelan sinuosas contra la ley de la gravedad en el borde de su prepucio. “¡IEIEEEOOOO!”, grita desaforado mientras tira de la cadena.

“¡15 PUNTOS! ¡15 PUTOS PUNTOS! ¡MIERDA DE EUROPA, A LA PUTA MIERDA CON EUROPA, JODER!”, Rubén y Milio insisten en que no se ponga así, que no es más que un concurso hortera de canciones insoportablemente histriónicas e histéricas en su gran mayoría. Pero Aníbal sabe que él tiene razón, que nos odian porque somos los mejores, que sólo ganan maricones con barba. Punto.

Domingo 24 de mayo. “¡Hoy sí, joder!” Claro que sí, Aníbal, hoy claro que sí. Otros dos acontecimientos de enjundia, ambos en la misma fecha, histórico. Son las siete y media de la mañana, ha sonado el despertador a su hora y Aníbal se dirige al Colegio Electoral en el que lo han designado como vocal suplente. En condiciones normales, él mismo sería un apoderado más de su partido, el Partido Popular, aunque eso hoy no puede ser, que viene reñido con el tercero de los slim2--644x362acontecimientos extraordinarios que se dan este fin de semana, el partido de ida de la promoción directa a segunda división del Real Oviedo en el estadio Carlos Tartiere, a las 5 de la tarde, contra el Cádiz… “¡Les van a caer cuatro a esos gitanos!”, se va diciendo a sí mismo a la vez que camina con paso firme en dirección a su colegio electoral, en el Centro Social del barrio de Pumarín de Oviedo. “¡Si hasta vino Carlos Slim, joder, que esto va a ser la de dios!”

Nervios. Las ocho y cinco, y la chica titular como vocal de su mesa electoral, la A del distrito 6, sección 5, no ha aparecido aún. Lo llaman por su nombre y apellidos. Se sienta. Está lívido. “No, joder, no puede ser”, se lamenta, “no me puedo perder el partido, ¡NO!” Menos mal, a las ocho y doce minutos aparece Claudia Pérez Yañez, la vocal titular. “Mil perdones. El despertador, que no me sonó.” Aníbal le da dos besos muy sonriente justo antes de largarse raudo con viento helado. Al irse, nota como Claudia se lleva cual imán todas las miradas masculinas heterosexuales de las mesas ya constituidas. Está muy buena, aunque eso a Aníbal le da exactamente lo mismo, él es muy hombre, y como tal sólo ejerce su homosexualidad encubierta a tiempo parcial y cuando nadie está atento a sus movimientos. Él es además lo que podríamos definir como un obrero neoliberal. Conservador hasta la médula en lo político, muy trabajador, de los que ponía yeso a espuertas en todos aquellos edificios que se construían sin parar no ha tanto tiempo. Cristiano en lo histórico, porque no pisa una iglesia desde la boda de su primo Higinio hace ya cinco años y medio. Ahora trabaja para el Ayuntamiento. Gestiona pedidos en varios centros sociales. Ya no hay más yeso que poner. Sabe muchas cosas pero no se las cuenta a nadie, porque él sabe cuál es la máxima “lo que pasa en la cancha, se queda en la cancha”, y Dios bien sabe que no existe subalterno más canchero que el propio Aníbal, fiel a lo suyo y a los suyos, impasible el ademán si hace falta. Si algo caunedotiene claro este domingo, es que Agustín Iglesias Caunedo va a ganar por mayoría absoluta. No existe mejor candidato posible para la vieja ciudad de Vetusta, que, si de él mismo dependiera, seguiría durmiendo la siesta per sécula seculórum, y eso Aníbal lo tiene mucho más que claro, y en su fuero interno sabe que la gran mayoría de gente carbayona también lo siente así, porque debe ser gente “agradecida”, ¡cojones!

Ahora toca irse al Tartiere. Se lo piensa unos minutos, y al final se decide por la camiseta con el 10 del malogrado Dubovsky.

“¡VAMOS, VAMOS OVIEDO, ES UNA FUERTE PASIÓN! ¡ESTA HINCHADA ESTÁ LOCA, LOCA POR VERTE GANAR!”, dos veces cantada a viva voz, forzando al máximo los límites de su garganta, obligan al pobre Aníbal a moderar el tono, casi a seguir al resto de la afición que espera la llegada del autocar de su equipo en un perfecto playback sin dejar de dar saltos y agitar su bufanda con una emoción tan, tan profunda, que una lágrima inadvertida asoma ahora  por su lagrimal 00 no-real-oviedo-cadiz-tartiere-tifo-1024x410derecho, no podía ser el otro. Se sienta con sus amigos. En la grada de arriba, la afición del Cádiz C. F. La gente se lo pasa en grande, a pesar del gol del Cádiz al borde del descanso, unos insultándose a otros, que si gitanos por aquí, que si el Sporting de Gijón por allá. Aníbal disfruta cada microsegundo a tope, y el éxtasis llega con el gol de Cervero. Empate a uno. Acaba el partido. “Bueno, a ver cómo se nos da la vuelta. Pasamos fijo, que fuera marcamos siempre.”

Está cansado. Decide irse a su casa en vez de pasar por la fiesta del PP de Oviedo, que seguro que tendrá mucho que celebrar esta noche. Un colacao con galletas Chiquilín, sus favoritas de toda la vida, mando a distancia, click, y a ver la TPA… “¡Vamos, vamos, Caunedoooo, Eres siempre el mejor. Los ovetenses están locos, locos por verte ganaaaar!”caunedo-mantiene-3

Pobre Aníbal, tres de tres, y las tres en la frente, una pedrada tras otra, el sufrimiento, ¡el horror!… Bueno, todavía queda el partido de vuelta en Cádiz. No perdamos la esper… “¡Mierda, no, ese nombre hoy, no!” … la fe, eso. No perdamos la fe. «O sí, uno ya ni sabe…»

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¿QUÉ HA SIDO DE LAS VIEJAS COSTUMBRES?

Recuerdo que, nada más salir de su casa, nosotros, el Aníbal y yo, esperábamos en el portal, y no subimos porque íbamos con mucha prisa, que quedaba sólo media hora para que empezara el partido y ya se sabe, los atascos de última hora y todo eso… Sí, sí, al grano, al grano, vale. Pues eso, que no hizo más que llegar abajo, y va y nos dice, el Antonio, ya saben, el otro colega, “¡hostias, si me he dejado las llaves puestas por dentro!”. Claro, no había tiempo para intentar lo de la tarjeta y todo eso, y menos para andar esperando allí a que llegase algún cerrajero de urgencias, de esos de veinticuatro horas. Ya trataríamos de solucionarlo a la vuelta del partido, que la UEFA nos estaba esperando y estábamos realmente nerviosos. (partidazo, sí. Un ambiente como nunca se vio. Saca el corner Lacatus y gol de Bango… 1 – 0).

Lacatus saca el corner

Lacatus saca el corner

Para celebrarlo en condiciones, y aprovechando que era San Mateo, ¡qué cojones!, decidimos irnos de copas, y como estaba todo hasta arriba de gente, más de diez mil del Génova, nos metimos en un bar en el que nunca antes habíamos entrado. Nos emborrachamos con unos cuantos desconocidos hasta casi perder el control. (Las copas, ay, las copas, que una acabada llama urgente a la siguiente; tienen imán las muy cabronas, que lo sé yo). Pero no es éste el momento de la venganza, y menos aún cuando, al parecer, me encuentro entre los sospechosos. No recuerdo casi nada, pero sí sé que yo no lo hice… Intentaré hacer memoria.

Nada. Es como ese lenguaje que utilizan los yonquis cuando viajan en un autobús urbano cualquiera en busca de su particular botín. Nada. Se vuelven trascendentes, filosóficos, casi gritando a los cuatro vientos su tremenda impotencia vital. Atemorizan inconscientemente a las señoras que vienen cargadas de la compra.

Kurt Cobain & William S. Burroughs

Kurt Cobain & William S. Burroughs

Lo dicho, nada; nada de nada. De pequeño, tendría yo unos once o doce años, fui al cine de mi pueblo con unos amigos – la costumbre de todos los domingos, no importaba la película, que a esas edades todavía carecíamos de vanas pretensiones cinéfilas – a ver ‘Nueva York bajo el Terror de los Zombis’. Puro masoquismo visual que me impidió dormir en condiciones más de una semana. Recuerdo una escena en la que un zarrapastroso muerto viviente agarraba fuertemente por el cuello a una indefensa chica mona, que gritaba realmente asustada, para acercar su ojo – no recuerdo si el derecho o el izquierdo, y, la verdad, este dato no tiene relevancia alguna, pero es que yo soy muy tiquismiquis con estas pijadas –zombi2_astilla2 … eso, a lo que iba, que acercaba su ojo a una astilla que sobresalía amenazante del marco de una desvencijada puerta, lentamente, recreándose en todo aquel inhumano sufrimiento. La astilla se clavó hasta lo más hondo de su globo ocular. El cabrón del zombi, sabiéndonos ya con los ojos desorbitados, con el pulso a más de ciento cincuenta y las pupilas dilatadas por el terror más absoluto, dio marcha atrás al cuello de la bella señorita hasta desencajar por completo aquel ojo azul – vaya, ese detalle sí que lo recuerdo. Es curioso… -. Pues eso, a lo que iba, a lo de los yonquis. ¿Que a cuento de qué viene todo este rollo? Déjenme explicarme, que llegar llegaré, seguro. Un poco de paciencia. ¿Podrían darme otro cigarrillo? Gracias, muchísimas gracias. Lo estaba dejando. Es más, ya llevaba nueve días sin encender un puto cigarrillo, pero ahora, no sé, la tensión, la ansiedad que me provoca esta extraña situación. ¿Saben?, mañana tendría que hacer un examen en la facultad… Ya, ya, ya lo sé… Al grano. Ya voy… Cogimos el autobús para ir al campo. Todo el mundo con sus bufandas, con sus banderas y camisetas del equipo, preparados para disfrutar de nuestra primera comparecencia europea. Y allí estaban aquellos tres. Todo dios callado y atento al colmo del surrealismo que manaba de su conversación. Que si el Julio se había comprado unos playeros de cincuenta talegos – ¡ja! -. Que si la última vez estaba demasiado cortada. Que si el peluco del Matías era de oro, aun así el temblor me obliga a sentarme, que llevo día y medio sin ponerme. Recordé la escena de la astilla en el ojo de aquella chica rubia de ojos azules. Cerré los ojos e imaginé por un momento que aquel autobús no pararía nunca, y que aquellos tres heroinómanos se iban a comer todas nuestras vísceras mientras nuestro equipo ganaba por goleada a esos malditos italianos – no es que tenga nada en contra de los italianos, pero, como ya sabrán, esos malditos cabrones siempre ganan todas las putas competiciones europeas, que si el Inter, el Milán, la Juve, el Parma… qué sé yo -, y, eso, nosotros sin hígado, sin cerebro, sin páncreas… sin poder haber visto el partido. El Aníbal me despertó de mis ensoñaciones – mi padre siempre me decía que me pasaba todo el día soñando despierto – de un codazo en mi antebrazo; “mira a ése, tío”, me dijo sonriendo. Uno de los yonquis se acababa de sentar en el suelo, ¡en el puto suelo del autobús! “Qué gentuza”, pensé yo, “no son capaces de tener ilusión por nada, con todo lo que se estaba jugando nuestro equipo y ellos allí, a su bola, sólo pendientes de conseguir su dosis del día,  luego a dormir, y al día siguiente más de lo mismo”.

Creo que fue Antonio el que propuso lo del puti-club, y digo ‘creo’ porque no estoy del todo seguro. Todo se había vuelto oscuro, muy oscuro.8638421_1 Es como esa niebla que repentinamente se instala frente a tu campo visual y a duras penas te deja seguir tu camino. A pesar de la borrachera, aún no había encendido un solo cigarrillo. Ni siquiera me había acordado de comprar tabaco, ni de pedirle algún pitillo al Aníbal, que fumaba compulsivamente uno tras otro, como cada vez que salíamos de marcha. Lo estaba consiguiendo, pensé yo de repente mientras nos dirigíamos los cinco a la parada de taxis más cercana. (No fumar, no verme atado al puto tabaco. ¡Demasiao!) Sí, éramos cinco, aunque ahora no recuerdo el nombre de aquellos dos que se nos unieron al salir del bar… Esperen… Sí,  Pepe, me parece que uno de ellos se llamaba Pepe, bajito, pelo cano, con barba de varios días. Sí, sí, Pepe… Nos venía contando que su mujer era enfermera, y que esa noche tenía guardia en el hospital, lo que aprovechaba él para salir por ahí a su aire. Tenía bastante coca, y un mogollón de pasta en la cartera. ¿Que cómo lo sé? Porque preparé unas rayas en los aseos del bar, y él me entregó su cartera para que yo cogiese un billete e hiciese un canutillo para luego esnifarlas. Sólo había allí billetes de cinco y diez mil pelas. Un buen taco, bien gordo. Pagó, ahora lo recuerdo, la cuenta del bar, la de todo dios, y dijo que también pagaría él lo del puti-club. ¿Que si me suelo meter coca? No, no, qué va. Casi nunca tengo pelas, y sólo lo hago muy de vez en cuando, cuando alguien invita. Además, aquella noche, entre los tres… el Aníbal, el Antonio y yo, no debíamos tener más de tres o cuatro talegos para gastar. Ya saben, la dura vida del estudiante, del eterno estudiante. ¿Puedo?… Gracias. Ya le compraré un paquete de Winston cuando salga de aquí, que se lo estoy fumando yo todo.

Fuimos al puti-club en dos taxis. Debían ser casi las cuatro de la madrugada, o por ahí. Era la primera vez que yo entraba en aquel club, y me fijé muy bien en todo. Era un día de semana, y había más putas que clientes a esas horas de la noche. Tenían puesto en las pantallas de televisión un canal de esos musicales, y me senté en un taburete a ver un video-clip de Skunk Anansie… es un grupo inglés, con una cantante negra llamada Skin que se rapa la cabeza al cero… Ya, ya, pensé que igual les interesaría, o que quizá me preguntarían… qué sé yo.

El club no era demasiado grande, el espacio, me refiero, aunque eso ya lo sabrán ustedes. No, no, yo no estoy insinuando nada, jefe, sólo supuse que ustedes habrían tenido que actuar allí en alguna que otra ocasión, no sé, alguna redada, alguna pelea, y así me ahorraría yo las descripciones y todo ese rollo. Ya, es verdad, igual veo demasiadas películas… Perdón, lo siento… procuraré no pasarme de listo. Entendido. ¿Las putas? La mayoría eran sudamericanas, muy jovencitas, algunas se podría decir que casi niñas. La cocaína me había despejado un poco el pedo, aun así, casi no podía beber la copa de ron que amablemente me había traído Pepe. Tragos muy pequeños para luego olvidarla casi conscientemente sobre la mesa. Se nos fueron acercando algunas chicas. Al Aníbal se le veía tremendamente animado con una. Estábamos justo al lado de la entrada a las habitaciones. (Lo sé porque de aquella puerta no hacían más que salir señores acompañados de chicas.)
drinking_womenUna, llamada Andrea, supongo que sería su nombre de guerra, ¿no?, se acercó a hablar conmigo. Me dijo que era de Colombia, y cada vez se iba insinuando un poco más, pero yo no tenía ni las ganas ni el dinero suficientes como para irme con ella a la zona reservada al folleteo, aunque, como tampoco había muchos clientes, parecía estar a gusto charlando conmigo. Pepe se ma acercó y me dijo que no me preocupase, que si tenía ganas de tirarme a aquella tía él pagaría. Le respondí que no, que estaba bien allí tomándome mi copa – le di un trago para así ratificar mi respuesta -, y él se metió allá adentro con una brasileña de grandes tetas. Transcurridos diez minutos, me di cuenta de que yo era el único de los cinco que no había sucumbido a la tentación de follarme a alguna de aquellas putas. No sé, me estaba dando un poco el rollo ese de lo políticamente correcto, que si la explotación de aquellas pobres chicas y todo eso. Andrea, que se había largado unos minutos antes a hablar con uno de los camareros, regresó a mi lado y continuamos con nuestra anterior conversación. Me puse en plan periodista – pura curiosidad, no se crean -, y ella parecía contestar gustosa a todas mis preguntas. Me contó que ella no estaba allí a la fuerza, que era una forma fácil de hacer dinero, y que gracias a ella su familia en Colombia comenzaba a prosperar, a salir de la puta miseria en la que habían vivido generación tras generación. Se fue al baño un momento, y se me acercó una brasileña, sin contemplaciones, “¿quieres follar conmigo?”; “no”, le respondí yo muy seguro de mi mismo; “no serás maricón, ¿verdad?”, prosiguió ella mientras Andrea regresaba ya del servicio dirigiéndose otra vez a mi posición. No me dio tiempo a contestar a semejente insinuación, ya que la propia Andrea le envió a la brasilera una de esas miradas asesinas que son capaces de alejar a cualquiera. Eso me hizo sentirme bien. No me molaría nada tener que esperar allí yo solo a que mis cuatro colegas nocturnos acabasen cada uno de ellos con sus respectivos polvos. En ésas estaba cuando la vi. Salía del reservado con un paisano de unos cincuenta y pico años. Se me vino todo el mundo encima. Tenía que pensar algo, y rápido. No sé, acercarme a ella y decírselo directamente, para que se ocultase. Pero ella no me había visto, y ahora estaba tomando una copa invitada por el señor que acababa de salir con ella del reservado, tan tranquila. Andrea notó mi repentino nerviosismo, y yo no sabía qué decirle. Joder, ya no hubo tiempo para más, el Aníbal salió de allí con su puta y, para más inri, va y se dirige hacia la barra con ella… y se da de bruces con su madre, que se suponía estaba cuidando por las noches a una señora inválida desde hacía siete meses. Mi amigo salió disparado en dirección a la calle, su madre, Teresa, detrás de él, y yo a continuación, sin saber todavía por qué, ni para qué. Una reacción instintiva, supongo. Yo no la maté, y pondría la mano en el fuego por mi amigo Aníbal. Sí, sí, estaban discutiendo afuera, a gritos. Hacía bastante frío y ella estaba allí, en bragas y sujetador, frente a su hijo, diciéndole no sé qué sobre su hermano. Yo no sabía siquiera que el Aníbal tuviese un hermano… Ya estaba a punto de llegar a su altura, sin saber todavía qué coño hacer, en plan pacificador para tratar de evitar que aquella discusión materno-filial derivase hacia otro tipo de violencia más explícita, pero una mano me agarró fuerte de mi hombro derecho obligándome a darme la vuelta. Era uno de los matones. No me dio tiempo ni a abrir la boca, porque el tío aquel me soltó una hostia de campeonato; con esa aún fui capaz de levantarme, no así con la segunda, que me dejó ya inconsciente para un buen rato. Y ya no recuerdo nada más. Tan sólo pude hablar con el Aníbal ayer, diez minutos, aquí, en comisaría, antes que que el entrase para que lo interrogaran. Su hermano, un heroinómano que vivía en Madrid, estaba desintoxicándose en una clínica privada que costaba un huevo y la mitad del otro… Lo que yo decía, el terror de los zombis, lo del ojo de aquella chica rubia y la astilla… una puta mierda… ¿Creen que podré estar fuera para las ocho y media? Es que hoy es el partido de vuelta de la UEFA. Ya, ya sé que es casi imposible que pasemos, a pesar del uno a cero, pero siempre queda la posibilidad del milagro, aunque en Italia, ya se sabe, los árbitros que se acojonan y barren para casa, además de esa puta suerte que tienen siempre pegada a su puñetero culo. ¿Le importa que le coja otro cigarrillo?