VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR, PARTE I

Como cada domingo, salió de misa casi en pole position, y tras mojar las yemas de sus dedos en agua bendita, comenzó a persignarse tan ensimismado como de costumbre. Nada más cruzar el umbral del portón de la iglesia, se vio de súbito deslumbrado por el sol, y como no llevaba sus gafas de sol, se dio cuenta: “Anda, si Dios no existe, son los curas”, se dijo en voz muy baja a sí mismo antes de echar a andar muy decidido en dirección al bar de siempre mientras se secaba por defecto los restos de agua bendita en los laterales de sus pantalones chinos, tan nuevos como arrugados.