SIGUE APESTANDO A ALCANFOR

días que apestan a alcanfor

como lo hacen los armarios olvidados:

sufres la ablación extrema de tu propia lengua

por no hablar

por estar en silencio observando 

como el resto se maneja entre conversaciones

intrascendentes

superfluas

enemigas acérrimas de la semántica relevante

la rebelión en masa de los significantes

ante actuaciones cada vez más estáticas:

y las porras de los maderos

se aburren ahora soberanamente en el sótano

de sus recuerdos

de nuestro antiguo descontento:

tiempos mejores

de hostias por doquier

día sí y día también

sin que importasen 

edad

raza

condición

sexo

facultades mentales

o de qué equipo de fútbol era cada cual;

dav

 

«dicen que la nostalgia se bebe su propia orina»

 

repartir y repartir

buscando cuerpos y carnes que golpear;

recibir y recibir

que así entraban las pieles en el calor de la razón:

y la razón sigue de fiesta

dando otra vuelta más de tuerca

a los ejes de ese vagón

en el que viajaremos todos a esa edad media

de la que nunca_____nunca debimos haber salido.

HENRY & TOM COULD BE SUNSHINE (BUT THEY WERE NOT)

Estos son dos relatos breves (100 palabras o menos) que recité el miércoles pasado en el Toma 3 de Gijón. Van en orden cronológico ya que cada uno se refiere a un personaje histórico más o menos relevante.

14 de abril de 1865

EL MAYOR RATHBONE

«¡No me vais a envenenar, cabrones. Lincoln está conmigo!» Henry Rathbone bebe un trago de agua y mira hacia la puerta como queriendo amenazar de muerte a las personas que él intuye que están allí, vigilando todos sus movimientos. Tampoco se fía demasiado de las mismas paredes, que hablan y cuentan que el presidente sigue con vida, engañan adquiriendo desde esos cuadros la forma de sus tres hijos y su esposa, Clara. Por eso los quiso matar y suicidarse a posteriori: cinco puñaladas en su pecho, todas dedicadas a John Wilkes Booth, desde el codo hasta el hombro.

 

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Click en el Mayor Henry Rathbone si quieres conocer su historia

 

13 de julio de 1967

13 DE JULIO DE 1967, EN UN MONTE DESCUBIERTO POR PETRARCA

Una mueca de fastidio más un gesto de agotamiento dan comienzo a la esperada estrategia. Tom se deja caer al final del grupo de ocho y cede unos metros unos segundos antes de lanzar un ataque en el Mount Ventoux que él presiente demoledor. Pero no, Julio llega y lo sobrepasa. «¡Subidme de nuevo a la bicicleta!», esas fueron sus últimas palabras antes de caer muerto en la cuneta. Demasiado calor, paisaje lunar, anfetaminas y brandy no suelen combinar bien. Su madre recuerda ahora aquel cumpleaños, el octavo, en el que le regalaron a Tom su primera bicicleta.

 

 

 

THAT MASK

I remember now I remained patient

in the last of the trenches,

my face paralysed,

my fingers frozen on the verge

of that isolated trigger,

but I was always thinking of you,

you were the whore in my head

while the enemy ahead

just wanted me and my comrades dead:

A spoilt bastard I used to be

and no-one intended to impersonate me,

I was the sound of every known human rage,

the fury behind every posh curtain,

all the weight of our souls locked inside an empty cage:

We called it “The Tin Noses Shop”,

mere improvisation to compensate us,

to give us a face already lost.

Masks for facial disfigurement

beyond any age of consent,

no gratitude, no smiles, just more smoke

coming from anyone else’s cigarettes.

No, it was not.

Europe wasn’t our playground anymore,

so, fuck civilization, mates,

and no matter how many flowers

this luminous hospital room may contain,

I just need my left eye back

and a couple of mirrors

to help me shave my pains away behind this mask.

No, Miss Anna Coleman, no,

my plasticine life does not begin here and now

because there is no home for me to go

and there will never be;

I am no pacifist tool for future

plastic surgeries, Madam,

for I have chosen, from now on,

to hide my bones in that opera house

and live the rest of my life

as a fucking celebrity phantom.

 

Poem by Jose Yebra

Photos by Malin Ellisdotter (c) 

DE CUANDO LO NUEVO DEJÓ DE SERLO PARA CONVERTIRSE CASI EN ANTIGUO

de cuando lo nuevo dejó de ser nuevo para convertirse casi en antiguo:

porque nadie le habló aquella mañana

y ella solo había bajado al supermercado

a comprar un cuarto de pan

y un par de doradas

que había visto en el folleto la noche anterior:

que estaban de oferta

dos por cinco euros

(las congelaría nada más regresar a casa

porque su hija mayor

le había hablado del anisakis

y le había entrado un miedo atroz

a intoxicarse con aquel parásito tan asqueroso)

olvidó la bolsa en casa

una que le había dado su vecina Engracia

muy bonita y alegre

llena de flores de colores y también muy espaciosa

y ahora tendría que gastar tres céntimos más

en la caja para comprar una de las pequeñas

qué se le iba a hacer!

y es que la gente discutía más o menos amistosamente

sobre política y sus representantes

que tocaba elegirlos de nuevo dentro de algunas semanas

para que la vida en este país siguiese su curso

y aunque ella poco entendía de todo aquello

sí que sabía a quiénes no iba a votar jamás:

a esos hombres airados que despertaban en sus entrañas

aquel pánico terrible de sus años jóvenes

de cuando “su Ramón” ordenaba y mandaba en casa

quedando para ella la posibilidad de

alguna que otra vez

escoger unos zapatos bonitos

en la zapatería de la plaza

que había un viajante de Vigo

muy guapo y con una sonrisa de esas de las de todos los dientes

escasas por aquel entonces

que traía al pueblo «la última moda de París pero hecha en Galicia»

y como el banquero don Basilio

se hacía el sueco y a veces le dejaba sacar algo de dinero

de la cuenta corriente a espaldas de Ramón

algún par de aquellos elegantes zapatos sí que iba cayendo

 

no

no

no

a esos no los votaría jamás

y no sigue siendo no

«el doce!» grita el pescadero

«yo!» se apresura ella a responder

casi con alegría y una sonrisa brutalmente honesta

y con las dos doradas bien limpias

llega a casa

y las mete directamente en el congelador;

dav

tres días más tarde

a eso de las doce menos cuarto

enciende el horno para que vaya calentando

a ciento ochenta grados centígrados

y luego saca el mandil más nuevo de un cajón

porque va a cocinar como solía hacer antes

porque este ocho de marzo

su hija Rosario viene a casa a comer con ella

porque hoy está en huelga

y tras una buena sobremesa con café y algún que otro cigarrillo

irán a manifestarse a la plaza del pueblo

juntas

del brazo

con zapatos nuevos

aunque ahora

lamentablemente

casi toda la moda de París

ya no viene de Vigo o de Coruña

porque en la lejana China

cosen y pegan muchísimo más barato.