МАРИНА АБРАМОВИЋ MEETS TRAVIS BICKLE

Otra noche más en vela. Demonios sus ojos si intenta cerrarlos y abandonarlos a ese ritmo cero del sueño. El taxi es la mejor solución. Conducir ese auto amarillo toda la puta noche. No le cabe la menor duda. Wizard le dice que no se preocupe, que todo saldrá bien, que esas bestias que se esconden en esos lugares inexplorados de su mente acabaran estallando por pura inercia, muriendo al instante y esparciendo sus ínfimas vísceras a lo largo y ancho de todo su cerebro para acabar siendo devoradas por esas neuronas de colmillos afilados que habitan en el alter ego de su subconsciente. (“Malditos charlies, ¿dónde cojones os escondéis ahora?”). Mira a un lado de la calzada, también al otro y solo ve putas, chulos, yonquis, gente en perfecto estado de putrefacción, de corrupción moral. “Esto se tiene que acabar.” Travis todavía no ha hecho negocios con Easy Andy, pero lo hará, y pronto.Travis Bickle Sabe qué tipo de armas necesita. Sabe cómo acabar con toda esa puta mierda infecta, esos gusanos que mastican sin cesar la pulpa de esa Gran Manzana.
“Más rápido que tú, hijo de perra.” “¿Hablas conmigo? ¿Me lo dices a mí? ¿Quién es, a mí? ¿Entonces, a quién demonios le hablas si no es a mí? Aquí no hay nadie más que yo. ¿Con quién puñeta crees que estás hablando? ¡Ah, sí? ¡Eh! Muy bien… Ja… Escuchad, imbéciles de mierda, aquí hay un hombre que va a cortar por lo sano.”

Un cartel llama la atención de Travis Bickle. Se anuncia una performance llamada Ritmo 0, de una tal Marina Abramović. Observa unos instantes esa foto y Travis llega a la conclusión de que le resulta atractiva esa chica yugoslava. Lee con detenimiento eso de “probar los límites de la relación entre la artista y el público.” Decide ir al día siguiente al MOMA.

[ 1974 – Ritmo 0

Para probar los límites de la relación entre el artista y el público, Abramović desarrolló una de sus performances más exigentes (y la más conocida). En ella adoptaba un rol pasivo, mientras el público la forzaba a realizar la actuación.marina abramovic

Colocó sobre una mesa 72 objetos que la gente le permitiera usar en la forma que ellos eligieran. Algunos de estos objetos podían usarse de manera placentera, mientras que otros podían infligir dolor o incluso dañarla. Entre ellos había tijeras, un cuchillo, un látigo, una pistola y una bala. Durante seis horas la artista permitió a los miembros de la audiencia manipular su cuerpo y sus acciones.

Los espectadores tenían la instrucción de usar los objetos del modo que ellos quisieran. Al principio, los espectadores fueron pacíficos y tímidos, pero gradualmente comenzaron a ser más violentos. En sus palabras:

“La experiencia que aprendí fue que… si se deja la decisión al público, te pueden matar… Me sentí realmente violada: me cortaron la ropa, me clavaron espinas de rosas en el estomago, una persona me apunto con el arma en la cabeza y otra se la quito. Se creó una atmósfera agresiva. Después de exactamente 6 horas, como estaba planeado, me puse de pie y empecé a caminar hacia el público. Todo el mundo salió corriendo, escapando de una confrontación real.” – Marina Abramović] – Fuente, Wikipedia.

Todos no. Travis sabía que su deber era eliminar toda escoria de esta sociedad maloliente. Y Marina le parecía eso mismo, otra puta mierda más; más óxido que añadir a los engranajes del carrusel que da vueltas y más vueltas bordeando impasible el tan ansiado fin de los tiempos. 800px-Travis_BickleÉl, de entre los 72 objetos que tenía para elegir, eligió, ¡cómo no!, la pistola. La calibró en su mano, la escudriñó bien y luego miró fijamente a Marina, primero de lejos, desde la posición que ocupaba la mesa que soportaba todos esos objetos de placer y dolor, luego se acercó despacio, sin dejar de clavar su mirada en los ojos vacuos de la artista de Belgrado (parte integrante del guión preconcebido para la actuación). Travis regresa ahora a la mesa. Coge la bala. La inserta en el tambor. Da un toque sutil al mismo para que dé unas cuantas vueltas sobre sí mismo. Quiere jugar a la ruleta rusa con ella. Regresa al lado de la impasible Marina, ya vejada de todas las maneras que ella jamás hubiera podido imaginar. Hay sangre. Ropa hecha jirones. Pezones en carne viva. Espinas de rosas clavadas por todo su cuerpo… Y ahí está Travis, a su lado, apuntando con la pistola directamente a su sien derecha, la de él. Aprieta el gatillo. Click. El vacío. Cambia y pasa a apuntarla a ella, a su sien izquierda. Se ríe Travis.

“You talkin’ to me?… YOU TALKIN’ TO ME!?”7-rhyscooper

Pero el Hombre Solitario de Dios no aprieta el gatillo. No es que no se atreva, por supuesto que no es ese el motivo, tan sólo fue un instante de empatía, de ver, de notar algo diferente en las pupilas de Marina que le dijo, «ahora me doy cuenta que ella no es como las demás. Parece fría y distante, pero no lo es. Merece la salvación.”  Se aleja Travis de ella. No transcurre ni medio minuto cuando ella se incorpora y comienza a caminar en dirección a la gente que había ido a ver su actuación. Y sí, es como ella contaría más tarde, todos huyen con premura, evitando el enfrentamiento directo con ella, que vuelve a ser un ser humano y no una mera “obra de arte”. ¿Todos? Pues no, en una esquina sigue Travis Bickle pistola en mano. Se acerca pausadamente a la mesa y deja allí la pistola, aún con una bala dentro. Encamina luego sus pasos hacia Marina. Ésta se para en medio de la estancia. Está tranquila, ya no tiene miedo. Él llega a su altura, acerca su cara para darle un beso en uno de los cortes que ella tiene en su cuello, sin beberse la sangre “¡A este museo vienen todo tipo de personas!” , le dice Travis. Ella asiente con la cabeza sin mirar a Travis a los ojos, sin  percatarse siquiera de que sus lagrimales están ya a punto de rebosar. Él se da la vuelta y se despide de ella con un simple, “¿Sabes, Marina? Por las noches no puedo dormir.»