EL POETA PATÉTICO – RAMONA LO QUERÍA FISCAL

Las notas de la primera evaluación de COU no habían sido demasiado buenas, lo que provocó el consiguiente enfado familiar, casi un cisma. Al Poeta Patético le tocó sufrir una cena de Nochebuena más que peculiar en perfecto sandwich entre su tía Antonia y la amiga de ésta, Ramona, que gastaba y repartía por doquier una mala hostia descomunal (tiempos aún de eufemismos en los que una relación sentimental entre dos mujeres que llevaban viviendo juntas, compartiendo vida, milagros, quehaceres y demás más de veinte años ya, se consideraba como amistad por no irse más pa lo hondo). “Pues ya te puedes poner las pilas, majo, que tienes que llegar a fiscal, como mi hermano, que no hay mejor trabajo que ése, y bien lo sabes, que te lo tiene dicho él unas cuantas veces. Mira que trajes gasta, con que gente se codea…”, Ramona desconocía lo que era la discreción, y sus arengas siempre prevalecían sobre cualquier otro atisbo de opinión. Aunque no había concordancia alguna entre la canción y la amiga de su tía, al Poeta Patético en estos casos le venía ipso facto a la mente la canción aquella tan chabacana de Fernando Esteso, la de “la Ramona es la más gorda de las mozas de mi puebloooo…”, aunque él, recurriendo certero a su mente rápida y poética, modificaba la letra en un santiamén, “la Ramona es la más boba de las mozas de mi pueblooo…”, y así cambiando el adjetivo calificativo en cada sermón en el que la tía Ramona estaba al servicio, un ace tras otro. Al final pasó lo que tenía que pasar, que el Poeta Patético no llegó a ser nunca fiscal. Sí que empezó derecho, pero no le fue muy bien, y lo más cerca que estuvo de un juez fue cuando fue cazado con varios gramos de hachís en aquella Operación Primavera de 1987. Se acabó derecho, adiós a la ley, bienvenida la filología, la noche y todas sus circunstancias que siguen hoy en día casi a medio recordar. Esta tarde volvieron a su mente aquellos días, y mientras bebía a sorbos el segundo de los cafés que servían como epílogo al menú del día, esbozó una sonrisa pelín hijoputa mientras de fondo contaban en las noticias que Urdangarín era un ser libre, condicional pero libre, que podía vivir en Suiza sin trabajar (nada nuevo en su vida ajena al balón pequeño). “Ay, si yo tuviera Twitter…”, se dijo a sí mismo antes de elaborar uno de esos tweets mentales que tanto le ponen:

“De UrdangarÍN a UrdangarOUT en cero coma fiscales, porque en Suiza siguen atando a los perros con longanizas”

Y con las mismas se fue a su casa a escribir este bello y melodioso poema:

Yo quiero ser fiscal

y que la ley se aplique

a todo el mundo por igual,

que sin fianza alguna

sea la libertad condicional,

y reírme a vuestras caras

a la velocidad de la luz

de una nave nodriza

que vuela directa a la misma Suiza.

Yo quiero ser fiscal,

de la justicia un semental

de ésos que saben que el pan

no se trabaja sudando

sino que se consigue robando,

extorsionando a mandíbula batiente,

y que al reír reluzcan bien mis dientes.

Yo quiero ser fiscal

y mear en vuestro orinal,

ser amigo real

de groseros y embusteros

de ésos que se tiran pedos calentitos

sentados sobre cojines de dinero,

y cepillar mi traje nuevo

cada mañana por la mañana

antes de ir al juzgado

con un poco de galbana

y el sentido de la justicia

muy bien anestesiado.

“¡Que se sepa bien quien manda aquí!”,

me espetó mi superior el otro día,

“un poco de fianza basta”,

y aunque a mi mente

vino muy de repente

eso de aquel anuncio de la tele,

¡Gioooooor!,

pensé que era mucho mejor

asentir como un pelele

y dejar que el mismo tiempo

y las redes sociales

echen su capa de cemento

para al fin acabar creyendo

que sí, que todos somos iguales,

porque no es lo mismo

robar en abstracto, en diferido

un dinero que no se ve

que una lata de anchoas,

que se veía bien claro,

que allí bien que ponía el precio:

¡un euro, joder!

Y ahora déjenme pasar

que falta la parte más importante,

la parte final,

que les salga a devolver…

Impasible

el

ademán,

bitches!!!

PIEDRAS: DEL TEJADO AL RÍO

tejado-de-arriondassi una piedra nueva
llega a tu casa un día,
que el tejado no la acoja,
que la puerta se abra,
que no se esconda,
que alcancemos
abriendo bien
el ojo del entendimiento
a comprender su viaje,
su huida,
su llanto amargo de grava
que en su origen se queda,
triste y rabioso,
indicaciones de demora
para la muerte
que atrás
en la sombra
se suicida
en un tiempo
que a destiempo
no nos enseña
más amor,
nula empatía,
curiosa flor
que a sangre apesta
tras una imprevista ingesta
de odio multiplicado
por la potencia
elevada al cubo
de odio por plomo,
de asco por p
ólvora:
ahora ya,
baja despacio de mi tejado
y siéntate a la mesa,
tenemos macarrones
para cenar,
inventaremos conversaciones
antes de que regresen
y nos vuelvan a matar.

river-cua

Érase una vez un río que pasaba por mi pueblo, que se llenaba de niños y niñas cada verano, que tenía un trampolín desde el que saltábamos una y un millón de veces, por cuyo puente trepábamos para zambullirnos desde allí arriba…

Sí, éramos demasiado jóvenes y despreocupados, la vida esperaba nuestro aterrizaje forzoso, y no nos ha ido del todo mal.


Tranquilo este invierno en contraste con otros de riadas increíbles, el río Cúa sigue su curso, y seguirá mucho tiempo después de nuestro adiós, porque él es mucho más eterno e inmortal que todos nosotros. Es el alma del norte, es el frío del norte, y en el norte siempre recordamos.

TRILOGÍA MANCHEGO-AUSTRALIANA, PARTE III: EN REALIDAD, ME LAMO SARITA

Ante todo, quiero dejar claro, clarísimo, que mi nombre no es Gina. Yo me llamo Sarita, que es a las ovejas de Campo de Criptana, lo que María a la infinidad de mujeres de mi país de origen. No sé, lo de Gina me suena como a Vanesa, Lorena, Nerea o cualquiera de esos llamativos nombres tan horteras que muchas madres humanas han puesto en los últimos años a sus crías, perdón, hijas, quería decir hijas. Mi antiguo amo me asignó “Sarita” en honor a Sara Montiel, Saritísima, nacida, al igual que yo, en aquella insigne villa.

Echo mucho de menos mi tierra, a mis amigos, así como a nuestro buen pastor… Aún no me explico qué perra le habrá dado a este tío conmigo; así porque sí, mata al gurú, que en aquel preciso instante ejercitaba su ritual conmigo, y me lleva luego con él en un extraño vehículo para, al final, viajar durante horas dentro de un pájaro de hierro rodeada de perros, gatos, ¡y hasta un cocodrilo devuelto por el zoo de Madrid…! A mí, la verdad, no me importa seguir a otro gurú, pero es que éste debe ser agnóstico o algo por el estilo ya que nunca legamos al clímax que provocaba la liturgia de mi anterior pastor, tan sólo me mira y me acaricia con mucho mimo, nada más… Aunque a veces pienso, por su actitud, que va a dar el paso definitivo, eso nunca ha llegado a ocurrir. Como en el remedio está la alternativa, mi paso a continuación consiste en buscarme un macho de mi propia especie para así saciar mis ansias espirituales de cumplir devotamente con el rito ancestral que heredamos de nuestros antepasados, generación tras generación, desde los tiempos de Abel, el hermano de Caín, que fue el Gran Iniciador. El único impedimento sobreviene al intentar comunicarme con alguno de los corderos de estas tierras: todos hablan un idioma irreconocible para mí; pero al final, como creyentes en el simbólico ritual del falo, acabamos consumando todo el proceso.

En mi última ceremonia, la suerte me fue esquiva: me quedé preñada… y yo no lo pretendía. Me encuentro ahora activando un comité ovino pro-abortista, ya que considero que el parir debe ser una decisión meditada y unipersonal de la propia oveja embarazada. El mismo problema, el idioma supone una barrera momentánea que me impide, por ahora, llevar a cabo todos mis propósitos; pero me esfuerzo con tesón y voy aprendiendo su lengua poco a poco (“We have to fight against the male power!”). Incluso creo que ya he convencido a dos para que se unan al comité. No sé, ya veremos.

El año pasado estuve a punto de escaparme de la compañía de mi nuevo amo; para ello me infiltré, con la suficiente cantidad de barro de camuflaje cubriendo todo mi cuerpo, entre la multitud del rebaño. Casi lo consigo: al poco de emprender la marcha guiados por dos humanos, sirvientes del pastor Manolo, éste de repente llegó azorado hasta nuestra altura… y me encontró. ¡Me cago hasta en la leche de cabra! ¡Qué mala pata la mía! Aquí me tuve que quedar, sola, preñada y con un pastor ateo que no conoce los rituales de unión entre hombres y ovejas. ¡Vaya un plan de futuro…! Además, esta tierra es muy agreste, no se parece en nada a mi Campo de Criptana. Está plagada de animales rarísimos, totalmente desconocidos para una oveja de pueblo como yo – algunos llegarían a asustar incluso a Zeus, el perro que ayudaba al buen Graciano -.

El otro día, (y no estoy mintiendo, que conste) vi una mosca – supongo que sería una mosca – gigante, tan grande como un gorrión; ¡y volaba hacia mí para posarse en mi lomo y chuparme toda la sangre! Yo la llamo la chupa-ovejas. No, si yo aquí cualquier día aparezco tiesa, patas arriba y muerta, sino por la acción de una de estas criaturas salvajes, al menos de un paro cardiaco.

En estos días, sola con el interfecto éste, no me atrevo ni a salir del cercado. No ceso de preguntarme, ¿pero qué hace una merina como yo en un sitio como éste? Creo que la culpa la tienen estos locos homínidos que, a la mínima de cambio, se salen de sus casillas. El Manolo se carga a mi Graciano, y yo acabo viviendo junto a él sin comerlo ni beberlo; no, si ya lo digo yo: “están locos estos humanos”… Supongo yo que el ver el mundo desde las altitudes que ellos lo ven hará que el viento les afecte un poco más al cerebro, aunque reconozco que no a todos por igual, que mi anterior pastor era un ser muy coherente y, sobre todo, muy buena persona. Doy fe.

EL NAZI REDIMIDO / ANIMALES HERVÍBOROS – PARTE II

20170203_150855Con el fósil de tu memoria

me masturbé

ochenta y ocho veces:

una vez a punto

de adentrarme

en la número

ochenta y nueve,

me di cuenta

de la realidad:

bajé despacio

mi brazo derecho;

tu encanto anterior

no era ya más

que pura arqueología.

y sigo queriendo, sí
habitar en la mansión
de los animales herbívoros,
alimentarme solo de hierba
y llenar el prado de mierda,
no sentir la lluvia
ni el frio;
alejarme de la historia,
escupir en los días
sin esconderme en el tiempo
y que mi humo
se acabe confundiendo
con esta niebla tan densa;
quiero recitar mis poemas
a burros y caballos,
a burras y yeguas,
que admiran mi palabra
sin apenas dejar de masticar
su total
y cuadrúpeda
indiferencia.

TRILOGÍA MANCHEGO-AUSTRALIANA, PARTE II: «GINA»

Hasta hace dos años yo vivía en Madrid, no sé si felizmente o no, pero sí que se me podía considerar como un engranaje más de los que hacen girar la supuesta e hipotética civilización occidental. Ahora mismo estoy en Kalgoorlie, una pequeña ciudad sita en la zona suroccidental de Australia. Me gano la vida dedicándome al pastoreo de ovejas, y mi granja nos da para ir comiendo – y cuando digo “nos” estoy incluyendo a Gina -. Todo lo que ansío en esta vida lo encuentro en Gina. Ella es mi guía. Lo dejé todo por ella, llegué incluso a asesinar por ella, y por ésta, entre otras razones, huí en su compañía hasta llegar hasta aquí. No puedo facilitar mi nombre ya que aún padezco el temor a la justicia implacable de la raza humana; si os place podéis llamarme “Q”.

¿Y cómo llegó “Q” a Australia?, seguramente que os preguntaréis intrigados… Lo único que puedo hacer es contaros mi historia, mi versión, y que el tiempo dicte sentencia.

Yo trabajaba en un banco, en una sombría sucursal de un barrio de Madrid. Mi vida se estaba convirtiendo, sin apenas yo darme cuenta, en un ciclo totalmente previsible: trabajar, comer, ir a casa, hacer vida de marido y padre hasta la hora de acostarme, y así sucesivamente día tras día, semana tras semana… Me casé porque todo el mundo lo hace; tuve hijos porque casi todos los matrimonios suelen tenerlos; malgastaba mis horas en un trabajo rutinario y alienante porque tenía que mantener a una esposa y dos hijos. Ahora bien, he de confesar que no movía un solo músculo para cambiar mi situación, sencillamente me iba dejando arrastrar, como un vago salmón, por la hipócrita comodidad de la vida cristiana en familia. Pero un día todo empezó a cambiar repentinamente: sentí la imperiosa necesidad de nadar contra corriente, para bien o para mal, pero al fin había tomado mi propia decisión: ya podía elegir mi propio destino, y, es más, ahora creo firmemente que todos podemos hacerlo si nos lo proponemos, si nos paramos a pensar en nuestras vidas más de cinco segundos seguidos. Gina me despertó de mi letargo y me obligó a salir de mi covacha.

ovejas-en-campo-de-criptana-autor-bram-meijerUn domingo, como teníamos por costumbre en aras de autoengañarnos, al menos mínimamente, nos fuimos de excursión con unos amigos a Campo de Criptana, en la provincia de Ciudad Real. Mi mujer preparó un suculento pic-nic, mientras yo tan sólo me encargaba de llevar mis naipes para así organizar una buena partida de mus. Ante nosotros se presentaba un domingo de lo más entretenido, y he de reconocer que, por lo que a mi respecta, sí que lo fue.

Mientras caminábamos tranquilamente buscando una zona de sombra bajo la que cobijarnos del inhumano sol que por momentos nos abrasaba, apareció, como ninfa surgida de la nada, Gina, ella, la más hermosa. Pero no fue sólo su belleza física lo que me atrajo, también su indescriptible aura de romántico misterio me dejó fulminado desde el primer instante en que nuestras miradas se cruzaron.

Lo supe al momento: estaba enamorado… Ante mí tenía lo que inconscientemente yo había necesitado desde hacía ya mucho, muchísimo tiempo. No me quedaba otro remedio, debía actuar con extrema celeridad y, aunque hube de regresar ese mismo día para Madrid con todos los demás, eso hice sin más demora. El miércoles siguiente no me presenté en mi puesto de trabajo; mi coche me condujo de nuevo hacia el pueblo castellano-manchego en el que habitaba mi perturbadora musa.

La estuve buscando durante horas y horas, pero no la hallaba. Sí que pude ver muchas otras que guardaban cierto parecido con Gina, pero ninguna era ella, mi Gina – no es que éste sea su verdadero nombre, pero a mí me recordó desde el primer instante a Gina Lollobrigida, gran belleza inspiradora de mis años de púber onanista -. Por lo menos, dentro de la natural desesperación que comenzaba a invadirme, alguien se había apiadado de mí: un pastor llamado Graciano me invitó muy amablemente a comer garbanzos en su morada, una típica vivienda de aquellos parajes conocida como casa-cueva. Pero dejémonos ya de andar con rodeos y vayamos directamente al grano.

Una vez finalizado el almuerzo, me despedí del pastor y proseguí con mi ardua e intensa búsqueda. Cuando la más absoluta de las angustias existenciales rondaba por mis neuronas, la divisé desde lo alto de una loma. La alegría inicial se tornó ira al comprobar que no estaba sola, que tampoco estaba quieta… ¡Estaban abusando de ella, de su grácil inocencia! No tuve más opciones, no había alternativas posibles ante semejante conducta: tomé del suelo una buena tranca y, antes de pararme a pensar en lo que estaba haciendo, antes de recuperar mi lógica diferencial, asesté en la cabeza del violador tantos palos que su cráneo me recordó luego a un coco partido en varios trocitos, como esos que venden en las ferias, vamos. Después de haberlo matado, lo reconocí: era Graciano, mi anfitrión tan sólo unas horas antes. En ese instante, mi conciencia empezó a ejercer como tal… pero allí estaba ella, a mi lado y mirándome tiernamente, comprendiéndolo todo, que yo había asesinado para defenderla. Enterré el cadáver del pobre desgraciado entre la Ermita Cristo de Villajos y la Laguna de Salicor. Ya, ya sé que eso abarca mucho terreno, pero no quiero dar más pistas, que no pretendo yo ahorrarle el trabajo a nadie.

Dejé atrás mi vida, a mi familia, y me vine a Australia, lo más lejos posible, con Gina, mi fiel Gina. El largo viaje en avión se nos hizo especialmente duro ya que no pudimos viajar juntos – lo contrario levantaría sospechas; la sociedad, con sus limitados parámetros, seguro que no alcanzaría a entenderlo -. Sin embargo, una vez aquí, solos e instalados, comenzamos a sentirnos totalmente libres, y en ello estamos…

Hace un año me compré una granja en las afueras de Kalgoorlie; tengo dos empleados que se encargan de la labor de pastoreo, de cruzar este inmenso país con un rebaño de ovejas a su cargo, para regresar con cabezas nuevas después de transcurridos unos meses. Son lo que aquí llaman “drovers”, o pastores trashumantes.

Gina se queda siempre conmigo, aunque la última vez me llevé un buen susto: casi se la llevan con ellos… Menudo despiste. Todo este proceso me produce un poco de lástima porque Gina se pone muy triste cuando se van sus amigas, pero tiene que acostumbrarse, debe entender que ella es mía y sólo mía. Mi amor por Gina es puramente platónico, no mantenemos relaciones sexuales, tan sólo compartimos nuestras vidas sin pedir nada a cambio.

En la actualidad Gina está embarazada, creo que ya a punto de parir. Eso es bueno, siempre resulta gratificante que aumente el rebaño. No siento celos, ¡qué va! Reconozco que todos los seres vivos tenemos que cumplir con nuestras obligaciones biológicas, y el sexo es una más entre ellas, lo cual es también aplicable a mi persona: yo me acerco a Perth cada quince o veinte días para así poder vaciar mis rebosantes glándulas seminales.

No espero nada especial del futuro, sólo poder vivir lo suficiente para poder disfrutar de la grata compañía de Gina, aunque esto parece, en principio, una contradicción porque yo sé de sobra que una oveja envejece más aprisa que un ser humano. Eso me entristece… Pero ha surgido una luz de esperanza en el horizonte que aprovecharé cueste lo que cueste: gracias a “Dolly” podré tener a Gina hasta que mis días se acaben, bastaría con clonarla una y otra vez hasta que mi corazón deje de latir para siempre jamás.

THE WORLD IS BLUE

Hoy toca otra colaboración con mi amiga Malin Ellisdotter, que ha dado vida a mi poema a través de una de sus magníficas fotografías. The World is blue, mates!!

November 28 2016 – From my iPhone 5s archive. Today I received another poem from my friend José and I hope you’ll enjoy the reading; The world is grey without the color of your terrified fate. The world is blue without the informal shapes of the Earth in you. No world can resist more and […]

a través de The world is blue — MALIN ELLISDOTTER H PHOTOGRAPHY

LA SONRISA ETERNA Y COREOGRAFÍAS IGNORADAS

fontan-munecodesde aquí
os sonrío
con todas mis ganas,
el cielo libre
no os contempla hoy
igual que lo hace conmigo
y la envidia
habita escondida
en vuestras carteras
porque yo no valgo demasiado
y en una esquina
cualquiera
de cualquier mesa
de tu casa
os haré felices
cada noche
cuando estéis soñando
y la penumbra
agote sin prisa
cualquier intento
de emoción erosionada,

porque sin permiso
me beberé vuestros cafés
y me untaré de mermelada
con el tiento de unas ganas
que recuperaré
desde el abismo
de la mirada
de vuestros ojos
ya cerrados
para siempre.

segundo-milenioMaddie baila
al compás
de tu ludopatía
y ni el sonido
de monedas cayendo
puede esconder
la voz de Sia;
deberíais conoceros
intercambiar pasos
de baile
por máquinas
tragaperras
en plena retirada:
dance with me
insert coin
with me
me me me me…
mi café
sólo
y la danza volitiva
para las monedas
pequeñas
de antaño;
estoy seguro,
os tenéis
que conocer
en el pachinko
vulgar
de celestiales
gorgoritos infernales.

TRILOGÍA MANCHEGO-AUSTRALIANA, PARTE I: «QUÉ TE CREÍAS, PUES»

Todo lo que gano me lo gasto en putas. ¿Para qué complicarme la vida con una novia o algo así? No, no. ¡Qué va! Tengo mis amigos, con los que salgo de copas todos los fines de semana, y con eso me basta. Ni siquiera tengo familia. Soy hijo único. Mi madre murió en mi parto, y mi padre desapareció misteriosamente hace ya dos años cuando pastoreaba por los alrededores de Campo de Criptana. No sé qué habrá sido de él, y tampoco me importa en exceso ya que no nos llevábamos demasiado bien. Nunca alcancé a comprender sus aficiones zoófilas. ¡Si hasta decía que había una oveja mucho más guapa que las demás!

Ya hace once años que me vine a vivir a esta ciudad dejándolo a su suerte en el pueblo. Puede que se sintiera deprimido, que se hubiese muerto su oveja preferida, y que esa circunstancia le obligara a abandonar por completo su pasado para comenzar una nueva vida… No sé, no tengo ni puta idea de dónde puede estar este hombre, y tampoco me importa, para qué engañarnos.

En determinadas ocasiones, bajo la influencia del alcohol – y de alguna que otra sustancia que no voy a mencionar aquí por guardarme un poco las espaldas – me enrollo con una chica, me la llevo luego a mi casa para echar un par de polvos – cuando es posible, claro, ya que alcohol y sexo no suelen combinar muy bien -. Pero al final no sé qué coño les pasa que quieren quedarse a dormir o, si no, pretenden concertar una cita para ir otro día al cine o algo por el estilo. ¡No y mil veces no! No puede ser. Mi libertad la antepongo a todo; por eso es más sencillo ir con una puta: pagas, follas y además no tienes porque aguantar ninguna clase de histrionismo femenino ante lo que ellas pueden considerar como despecho. “Sólo me querías para follar”, suelen echarte en cara. “Sí, ¿qué te creías, pues?”, respondo extrañado ante semejante reproche, y sin ningún remordimiento de conciencia. Total, yo nunca prometo nada, son ellas las que se dan por aludidas sin que se les haya dado la vez.

El principal problema es que no gano mucho dinero, y con la inflación y todos esos líos, las tías no hacen más que subir los precios. El día que un partido político incluya en su programa electoral un proyecto de regulación del servicio de prostitución a través de la Seguridad Social, u organismo similar, entonces me decidiré a votar por primera vez. Otras veces lees en un periódico “Sexo Gratis”, llamas al número de teléfono que viene debajo de tan atrayente enunciado, y luego resulta que hay que pagar una cuota para que te manden teléfonos de señoras y señoritas que se lo hacen “por puro placer”. Una vez piqué y di veinte mil pesetas para que me enviasen, contra reembolso, un catálogo – si es que se podía denominar así – con una serie de teléfonos. Nervioso y sin más dilación, empecé a marcar el primer número: me contestó una señora con un tono de voz muy agradable – tanto que, sin yo percatarme conscientemente de ello, se me estaba empezando a poner dura – diciéndome que sí a todo lo que yo proponía… Pero faltaba la sorpresa final: “Mira, yo es que tengo problemas económicos; la empresa de mi marido fue a la quiebra, y bla, bla, bla”. Conclusión: había que aflojar la cartera. No te jode, así cualquiera monta un negocio de sofisticado proxenetismo. Lo más sospechoso es que la respuesta anterior se repetía llamada tras llamada… Se habían aprendido el guión de putísima madre.

Un día le comenté a un amigo que se me iba el sueldo en putas. “Juega a la quiniela, o a la primitiva… ¡Yo qué sé! ¡A mi que me cuentas!”; vaya una contestación viniendo de un supuesto amigo, ¿no? Pero seguí su consejo: comencé a cubrir quinielas con cuatro dobles y un triple. Al principio nada de nada: siete u ocho aciertos la vez que andaba más atinado. Puede parecer un poco absurdo, surrealista incluso, pero a mí el no ganar en lo que sea, en un juego, en un partido; en definitiva, en cualquier actividad que implique un mínimo de competición, me pone frenético. Ante mi creciente desesperación, y también por hacer un poco el tonto, decidí cubrir una quiniela al azar, sin mirar los partidos. Cuando terminé de rellenarla y me di cuenta de lo absurdo del resultado final, me entró tal ataque de risa que estuve en un tris de romperla y cubrir otra aplicando toda la lógica futbolística. Menos mal que en ese preciso instante sonó el teléfono y, después de una absurda discusión con los de la compañía del gas, se me olvidó por completo que debía rellenar otro boleto. Al final, por falta de tiempo, llevé a sellar aquel utópico papel del 1-X-2.

Pleno al quince; sí, así como suena: un pleno al quince. Y todo gracias a que el Celta ganó en el Bernabeu, el Oviedo en el Nou Camp, luego siete empates más y un dos, de los difíciles, en segunda división: el Langreo había derrotado al Sevilla en el Sánchez Pizjuán por uno a cuatro. La de dios, aunque a fin de cuentas una putada también: no era yo el único acertante, habían aparecido otros dos mamones que acababan de sisarme, así por el morro, casi setecientos millones. El caso es que, en total, recibí cerca de trescientos millones de pesetas… y ya no tengo ni un puto duro; ¡ni uno!

Otro buen amigo me explicó un día una especie de solución a mi adicción a las putas – al verme yo millonario ya las llamaba para que vinieran a mi casa, y casi siempre de dos en dos, y a veces hasta tres en un solo lote -. “Escucha, lo tuyo con las putas es como lo de un yonki con la heroína. Tú piensa, cada vez que tengas un impulso de ese tipo, que una puta es como un chute de caballo. Además, tío, ya sabes que ligar por ahí con una tía es hasta fácil hoy en día, y tú no estás tan mal, que sé yo de alguna que se metería en tu cama sin ningún problema… ¡Y gratis, tío! ¡Gratis!”

¡Ay!, el bueno de Joaquín… Intenté seguir su consejo al pie de la letra, pero no pude, al contrario, ahora no tengo dinero ni para pagarme una puta de setenta años… pero sí que soy un yonki de mierda que tiene que buscarse la vida cada día, en cada esquina. ¿Qué pasó con mi dinero? Preguntad a los toxicómanos y a las prostitutas de mi ciudad qué es lo que han hecho con él… aunque eso supongo que ya lo podéis intuir, que no sois bobos, ¿o no?