HABITUACIÓN, CUAL CEBOLLA RECIÉN CORTADA – PARTE VII


VII.

¿Quién si no yo abría las puertas?

¿Quién cortaba el viento en láminas finas

para que tú comieses de mis palmas?

¿Quién visitó las tinieblas,

quién los bajos fondos de tu entretenimiento,

y quién los vertederos de tus refranes?

¿Quién cocinó para ti suculentos platos

henchidos de ricas proteínas?

No me respondas, que no lo necesito.

No hables para soltar fuego por tu boca de dragón.

No me mires, que yo no puedo verte.

No me toques, que todavía hay sangre.

Microgameto en una pecera,

que nada y nada contra tu placenta.

Ictiófago en la sabana;

pero sólo se ve hierba seca,

también carne que huye,

y la sequía todo lo arrasa,

arruga la tierra,

la exprime y la mata.

Por suerte, mis microgametos no son ictiófagos,

son sólo camellos que cruzan el desierto

bien repletos de líquido,

bajo el sol,

libres de espejismos y de oasis malditos.

Si mi mano los malgasta,

será culpa de mi desenfreno,

de mi perspiración y de mis jadeos;

de tu desnudo atípico

y de mis ganas de salpicarte.

Me gustaría quedarme sin dientes,

sin encías, incluso.

Quisiera no poder tenerte

nunca más cerca de mi aliento,

sin dientes,

repito,

halitosamente podrido;

chimenea de mis malas digestiones.

Con un puré me basta,

con un vaso de agua me sobra;

con una caricia de perro corro a tu lado,

y con un silbido agudo, de urgente necesidad,

puedo hasta llegar al orgasmo;

hasta que se me llegue a partir la médula,

espinal, ficticia y mutante,

plastilina hecha bola entre las manos de un niño;

fado lisboeta saliendo airoso pero airado

de la garganta de una vieja borracha de fe;

persona sin rumbo.

Pessoa sin su “Brasileira”.

Niño negro sin su balón de reglamento.

Corazón independiente, gambeteo redundante;

Alfama vomitando coros de muertos vivientes.

Trapo enredado que entra por la mismísima escuadra.

Droga de inútiles y pasión de los débiles.

¿Cuándo se dignará llamar a mi puerta?

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