Baila el genocidio,
desfile de gloria,
héroes del imperialismo
con gafas de ver de lejos,
de pasta,
con bilis y harina de maíz
Cocinada
y no en Zürich.
Un paso, luego otro,
todos al unísono.
¡Venga, vamos!
Que nos esperan viandas
nunca jamás probadas
por hambres
de expansión,
cautivas y ansiosas
por emigrar
sin rumbo y sin fin,
ilegales
hacia tierras
desconocidas
por nuestro magro mundo
de pelusas obtusas
anidadas
en nuestros ombligos,
que crecen y crecen
como cráteres
envalentonados
en volcanes magullados
por relaciones opacas
e ínfulas vehementes
de cruces mentecatas
y costumbres cortesanas,
aunque de pueblo
con gorrinos
sea originario
el hombre malo
de dios vengativo,
paladín de coraza
prieta, al pecho
y espada voraz.
dame con fe
ademán impasible,
versión imposible
de sangre,
de oro,
de orín
y pimentón picante,
de heces
ya resecas.
Madruga tú hoy
y ponle esa gorra
a la cabra,
que tiene que verse bonita
más tarde,
entre pedos y eructos,
en las noticias
de las tres en punto.
Regocijo inverso,
subvertidos en acción,
que ni la muerte
quiere ya
ser tu novio,
y mucho menos,
follar contigo.
(En el microondas
caliento la leche
antes de echarle
ese Cola-Cao
que espera paciente
para llegar a ser
de una maldita vez
el alimento
de los campeones.)