CUT YOUR FINGERS, BUY A VIBRATOR

Otro viernes más. Las ocho menos veinte de la mañana, las ruedas del autobús giran y giran, giran y giran, siguen girando todo el día, al menos será así hasta las 23.30. Es el F1, que me lleva raudo hasta el Naranco, y a más velocidad que el MacLaren de Fernando Alonso, aunque eso es demasiado sencillo como para tenerlo en cuenta. Todavía está oscuro el día, y miro absorto por la ventana como otros seres zombificados se dirigen parsimoniosos a sus respectivos puestos. Canturreo para mis adentros aquella canción que decía “Friday, Friday, kicking down on Friday”, y me acuerdo de aquel videoclip tan, tan horriblemente malo que no podías dejar de mirarlo y alucinar con la letra, el ritmo, las caras de la gente, los escenarios elegidos. Demasiado pegadiza para sufrirla solo, y ahí estaba ese cachondeo en las redes sociales, que acaba convirtiendo como por arte de magia algo tan espantoso en una cosa buena, hasta de culto (“So bad, it’s good, people!”) Yo me curé del todo con la estupendísima versión death metal.

Rebecca Black, claro, no podía ser otra la que atacase de improviso desde ese paralelo subliminal con su Friday de destrucción masiva. Ya puestos (o sobrepuestos, según se mire), pienso ahora un rato en que para Rodrigo todos los viernes eran Black. Chollo libre de polvo y paja, de culpa venérea entre putas y varios. Debe ser la norma entre esa gentuza, reflexiono justo antes de apearme. Llego al instituto, el I.E.S. Monte Naranco, con tiempo más que de sobra para organizar mis clases del día. Dos alumnos estudian contra reloj muy agobiados mientras ocupan todo el ancho de la escalera. De 2º de bachillerato, lógicamente. Me dejan pasar con suma condescendencia sin darme siquiera un monótono ‘buenos días’ a pesar de lo atronador que debió sonarles el mío previo. Toda la sala de profesores para mí. Durante poco más de dos minutos ésos serán mis dominios, esa mínima Invernalia engullendo contenta todo el frío reciente de este otoño. ¡Ahí está el periódico de hoy! La Nueva España, ¡Cuál si no? Todo mío. Un recorrido rápido hasta que llego a las esquelas del día y me acuerdo de repente de aquel juego que hacíamos hace ya unos años en un instituto de la Cuenca del Nalón en el que trabajé muy a gusto. Tal juego consistía en que una persona escogía el nombre de pila de un difunto o una difunta de entre todas las esquelas, lo decía en alto y el resto tenía que intentar adivinar su edad. (Si no recuerdo mal, un compañero lo había visto en una película y lo había importado a nuestro contexto.) En este momento estoy jugando yo solo. Joder, no doy ni una. Llega una compañera.

– Buenos días.

– Buenos días.

– Parece que llegó ya el invierno.

– Así es…

Venga, una última esquela… ¡Al fin acierto una edad, carajo! I am the Champion, my mates!! Pero dura poco la alegría del ganador porque a mi mente llega ahora triste esa idea que me cuenta ufana que el pobre Edelmiro ya no podrá disfrutar hoy de esos maravillosos descuentos importados que nos proponen en el Black Friday… (¿o es más bien “Black Fraude”?). En El Corte Inglés lo echarán de menos, seguro; en Media Markt irán directos al grano y harán un póster póstumo en el que podamos leer “Edelmiro no era tonto.”

Vamos, ya poco le queda a este noviembre. Empieza el lío, el descontrol…