HABITUACIÓN, CUAL CEBOLLA RECIÉN PICADA – PARTE I

He bajado hasta el sótano de mi existencia y me he encontrado con esto, una serie de poemas de 1997, que ahí os van, por partes. Hoy la primera.

I.

Hiere la pasión inerte de la fuga no conseguida.

Sufren mis vísceras,

mi roja cuenca hidrográfica interna

me avisa del peligro de tu ausencia.

¡Pam, pam! ¡Pam, pam!

Sístole y diástole; acústica del desenfreno.

Infierno de los consentidos.

Yo no sé cuándo voy a morir,

pero él sí…

¡A tomar por culo!

Ya no quiero más poesía.

No quiero enredarme entre las intrincadas redes del léxico,

entre palabras y más palabras,

siempre tan inútiles,

siempre tan opacas, tan frágiles y vanas;

nunca luz del reflejo de mi auténtica competencia comunicativa.

Debo aprender a ser más pragmático,

abandonarme al dictado del rifle automático de mi pasión.

Dentro de algún tiempo,

entre la indefinición de lo improbable

y la catarsis autóctona de la sorpresa,

tan sólo tendré flores que comer.

No necesitaré más bufanda

que proteja mi quebradiza garganta.

No necesitaré tus besos, ni tus disculpas,

ni el sabor amargo de tu sexo.

Se acabarán todas las películas, todas las novelas del mundo,

el tiempo, sus límites, el norte, el sur…

Africa, el hambre, el poder y todas sus rémoras,

adictas impolutas al fracaso imantado de las repúblicas.

Ahora que lo pienso fríamente,

no sé por qué estoy perdiendo el tiempo

entre estas líneas desesperadas.

Mejor busco dentro de la inmundicia que anida en mi cerebro

un pensamiento positivo, y regreso en breve.