3 de diciembre de 2014
– Pues nada, Manolo, que así fue como pasó…
– La de dios, tío… Para una vez que tienes suerte y triunfas.
– Ya te digo…
– Aquí ando yo, con este condón en la cartera desde el día que nombraron Papa al Bergoglio. Imagino que acabará convirtiéndose en “Durex Gran Reserva”
– Jajajaja.
Viajemos en el tiempo, tan sólo unos minutos atrás, en el preciso momento que conecto con la conversación que estos dos pipiolos acaban de iniciar.
– Tanto puto rollo con esa mierda del Black Friday, y voy y pillo con una consumista convencida, de las de libro.
– Bueno, pero ya metidos en el tema, eso te daría casi igual, ¿no?
– ¡Qué va! Justo en ese momento ponen el la tele el anuncio ese de los geles lubricantes de Durex…
– Ni puta idea, no sé de qué anuncio me hablas…
– Sí, joder, ése de “y ahora descubre el gel Durex Lovers Connect, con efecto frío para él y calor para ella…” ¿No me digas que no lo viste?
– Sí, sí que lo vi, pero no le presté mucha atención. Esos anuncios sólo consiguen hacerme sufrir…
– Ya, la hostia…
– Bufff, acojona, ¿verdad?
– Pues a lo que iba, coño. La tía, superlanzada. Va y me dice, “aquí cerca hay una farmacia.” La miro como apijotao. Tiene que repetirlo, más claro, “el anuncio, una farmacia cerca, ¿lo pillas?”
– Salgo a toda hostia, ya casi palote perdido. Me gasto una pasta en esa mierda de gel para él, para ella…
– Joder, ¡qué suerte, cabrón!
– ¿Suerte? ¡Y una puta mierda! Con el lío y la impaciencia del momento, pues que vamos y nos confundimos, que me pongo yo el de calor y ella el de frío…
– ¡Bah, qué pijada! ¡Qué más dará! Eso no es más que palabrería floja para engañar al consumidor…
– ¡Pues ya podía haber sido así…! A la tía se le van las ganas, se duerme, yo como una moto venga a machacármela una vez, y otra, y otra más… Ahora no puedo ni cogérmela para mear…
– Jajajajaja. ¡Me parto! Nada, tío, llámala, mándale un guas…
– ¡Imposible, la muy hijadeputa se piró mientras estaba dormido y no me dejó ni su teléfono!
– Pues vaya… No sé ni qué decir…
De fondo ya suena música navideña. Recurro a mis auriculares para escaparme presto hacia los mundos perdidos de Nick Cave. La calle está llena de pringaos sin suerte, de seres anodinos en un mundo supuestamente versátil y pleno de oportunidades para emprendedores de todo oficio y calaña.. Llega el alsa y nos subimos a él. Entramos en otra dimensión. Lo sabemos y, por tanto, nos callamos. Ahora toca sólo respirar.