Me vomitas con rabia
tu eterno fin del mundo,
y la noche
se vuelve romántica
al amparo de tu rutina,
de tus ganas de suplicar
una luz que nunca llega.
Son calles mojadas,
desiertas de almas,
en pena olvidadas,
miedos efímeros
que no saben caminar
entre otros humanos,
arrojo noctámbulo
entregado sin brillo
al arrullo de tu sangre,
que mana ahora
desperdiciada, oscura,
alimento de mi celda.
Tranquila,
mi almohada empapada
te lo volverá a contar
mañana,
despacio,
que lo comprendas
por fin
en otra noche
robada y triste
al pesar de tus párpados,
esos que no se unen,
que no conocen
otra meta distinta
al abrazo silencioso
del destello afilado
de mi estúpida oscuridad.