VIAJES AL FONDO DEL ALSA – PARTE XXXV (SCHOOL’S ALMOST OUT…)

Domingo 21 de junio de 2015.

¡Albricias!, interjección pelín pija que se utiliza un fin de semana en Asturias cuando ves que el sol no es sólo ese ajeno huevo frito que ponen en la información meteorológica por la zona del levante.

Decisión en firme, a Gijón a la playa.

Viaje de ida

Perdemos el primer alsa porque tan sólo quedaban dos sitios cuando éramos cuatro, toda la familia, los que íbamos. Al menos quedamos en pole position para el siguiente. Viaje normal, de algo de lectura y contemplación de paisaje astur bajo la luz de un sol radiante, para variar. Llegamos a la estación de autobuses de Gijón.

  • ¡A QUIÉN LE LLAMAS TÚ CHUPAPOLLAS, IMBÉCIL!
  • A ti…

Y de repente, un empujón que casi nos saca por la puerta a cinco personas en tropel. Gracias a mi envergadura, puedo frenar a una pobre adolescente que, de lo contrario, se habría ido de bruces contra el pavimento.

– ¡QUE ERES UN MIERDA, QUE TE VOY A REVENTAR LA CABEZA, HIJOPUTA!

00 girl fighting boyBrama con violencia una chica de unos treinta y cinco años, en bikini desde mucho antes de la playa, que ya había subido al autocar introduciéndose el dedo índice de su mano derecha a modo de pseudo mamada mientras miraba desafiante al resto del pasaje. Va acompañada de un francés que, más que ir a la playa, parece que va a hacer hoy mismo la ruta de los Apalaches, demasiada ropa para tanto calor sin ser el Doctor Livingstone, supongo. Ya fuera del autocar el gabacho se dirige a mí.

  • A ver si contgolamos mejog a su hijo.
  • ¿Cómo? Mis hijos están dentro, todavía no han salido del autobús.
  • Eh… Ah, pegdone, cgeía que… Mil pegdones, ya sabes, sang-gue caliente, ufff – y hace un gesto así como premonitorio moviendo su mano derecha rápido de arriba abajo poniendo cara de silbido preocupado, como previendo el día que se le estaba viniendo encima.

El guaje que llamó chupapollas a la chica, y que por un momento alguien nacido al norte de los Pirineos incluso llegó a pensar que era mi vástago, ya ha huido de la escena. Ahora, con mucha vehemencia, la chica se queja amargamente a dos guardas de seguridad que se han acercado al intenso olor del alboroto. Nada más que hacer u observar allí. Nos vamos para la playa de San Lorenzo. Ya huele casí como a vacaciones, ¿no?

Viaje de vuelta.

Bastante cola para regresar a Oviedo a eso de las ocho de la tarde. Según mis cálculos, entramos los cuatro de sobra en el siguiente, aunque tenemos bastante gente delante de nosotros en la fila. ¡Bien, primera batalla ganada! Llegamos al fondo, tenemos sitio juntos de dos en dos. En la última fila, cuatro adolescentes de 4º de ESO discuten amistosamente sobre sus notas de fin de curso y acerca de las asignaturas optativas que van a tener que elegir en el primer curso de bachillerato. Se levanta el conductor para contar el número de asientos que quedan libres. Son tres. Suben un padre y su hijo y otro paisano ajeno a ellos. Yo, en el asiento de pasillo de la penúltima fila, a la derecha, veo como el señor simétrico a mi posición en el autocar se levanta y dice, “el niño aquí, que yo soy muy grande, y dos grandes juntos van incómodos.” Lleva en su mano un libro sobre el Románico en Asturias y una película en DVD que no alcanzo a distinguir. A partir de este momento, que fluya el diálogo. ¡Atención!

Chico 1: Pues yo de momento sólo sé que apruebo Inglés y Ética.

Señor Grande: Eso está muy bien. Con esas dos materias superadas ya puedes viajar sin problema por todo el mundo.

Chico 1: Ya, me imagino.

Señor Grande: Hablo de ética, de la de verdad, no de eso de lo que presumen ésos que llamáis cracks, que no son más que unos minusválidos intelectuales… Sí, sí, el Messi ese y el Cristiano. Nada de nada en sus cabezas, sólo serrín.

Chico 2: Ya.

Señor Grande (mirándome y dirigiéndose ahora a mí): ¿Ves? Me parece que habría que ponerles esta película, ¿no te parece? (Me enseña una copia de Matar a un Ruiseñor, de ésas que daban hace tiempo con El País.) ¿La conoces?00 atticus & scout

Yo: Claro, el gran Atticus Finch.

Señor Grande: Ése sí que es un hombre con principios, rediós, aunque sea abogado. «Uno no comprende realmente a una persona hasta que no se mete en su piel y camina dentro de ella.” ¡La hostia en verso! Aunque yo prefiero la novela de Harper Lee, lógicamente. ¿La leíste?

Yo: Sí, hace ya unos años, sí.

Señor Grande: ¡Qué importante es leer, coño! Niño, que te veo aburrido (se dirige al niño que subió en el último momento y que se sienta a su lado mirando distraído por la ventanilla.), ¿quieres leer un poco sobre el Románico en Asturias?

Niño: No me gusta leer.

Señor Grande: Ay…

Transcurren unos diez minutos en silencio. Señor Grande lee con detenimiento lo que ese libro antiguo le tiene que enseñar acerca del Románico Astur. Se acabó el silencio. El niño juega ahora con un globo amarillo del MacDonald’s haciendo con ello bastante ruido, y muy molesto. Shhhñiiieeek, de ese aire que va saliendo a duras penas por la boquilla casi cerrada. Su padre le riñe a voces desde varias filas más adelante. “¡Iván, para ya, joder, deja de molestar con ese puto ruido!”

Señor Grande: Iván… ¿Sabías que Iván es Juan en ruso?

Niño: No, ni idea.

Señor Grande: Pues sí, así es. Iván IV, el creador del estado ruso, el primer Zar, más conocido por el sobrenombre de “El Terrible”, ¿y sabes por qué le llamaban El Terrible?

Niño: No.

Imagen de Iván el Terrible, Primera Parte (1945), de Serguéi M. Eisenstein

Imagen de Iván el Terrible, Primera Parte (1945), de Serguéi M. Eisenstein

Señor Grande: Porque era un psicópata. Estaba loco, tan loco que hasta mató a una de sus esposas a puñetazos. Todo el mundo le tenía miedo. Y te preguntarás, “¿por qué este señor que tanto habla sabe todo eso?” Pues muy sencillo, Iván, porque leo. Llevo leyendo a diario más de cincuenta años. Ahí radica todo el saber.

Niño: A mi no me gusta leer.

Señor Grande: Ya. Es muy triste. Así nos va. Vivimos la época del chandalismo ilustrado. Premiamos a gente que patea pelotas y no a la gente que aporta sabiduría e intelecto a la humanidad. Muy triste. Ahora os gusta mucho más flexionar que reflexionar. Piénsatelo bien, Iván, piénsatelo bien. Un libro es mejor amigo que un balón.

Llegamos a la parada del Milán en Oviedo. Ahí nos bajamos más de la mitad del autocar, incluido Señor Grande. La cara de Iván es un poema. La de los cuatro chicos que a punto están de finalizar la Educación Secundaria Obligatoria también. Más que un poema, parecen recién sacados de un pasaje sombrío de La Tierra Baldía, de T. S. Eliot. Callados, cuasi petrificados. “Adiós, chicos, no os olvidéis de leer en verano, aunque se haya acabado la escuela, que es el único entrenamiento que os hará libres”, les grita ya desde la puerta. Yo voy justo tras su estela. Se despide también de mí con un fuerte apretón de manos. Parece tener prisa por llegar a casa y ponerse a ver al Atticus Finch tan magistralmente interpretado por el gran Gregory Peck. Ya se huele el perfume intenso de las vacaciones de verano.

School’s out for summer.

School’s out forever.

School’s been blown to pieces…