TRILOGÍA MANCHEGO-AUSTRALIANA, PARTE I: «QUÉ TE CREÍAS, PUES»

Todo lo que gano me lo gasto en putas. ¿Para qué complicarme la vida con una novia o algo así? No, no. ¡Qué va! Tengo mis amigos, con los que salgo de copas todos los fines de semana, y con eso me basta. Ni siquiera tengo familia. Soy hijo único. Mi madre murió en mi parto, y mi padre desapareció misteriosamente hace ya dos años cuando pastoreaba por los alrededores de Campo de Criptana. No sé qué habrá sido de él, y tampoco me importa en exceso ya que no nos llevábamos demasiado bien. Nunca alcancé a comprender sus aficiones zoófilas. ¡Si hasta decía que había una oveja mucho más guapa que las demás!

Ya hace once años que me vine a vivir a esta ciudad dejándolo a su suerte en el pueblo. Puede que se sintiera deprimido, que se hubiese muerto su oveja preferida, y que esa circunstancia le obligara a abandonar por completo su pasado para comenzar una nueva vida… No sé, no tengo ni puta idea de dónde puede estar este hombre, y tampoco me importa, para qué engañarnos.

En determinadas ocasiones, bajo la influencia del alcohol – y de alguna que otra sustancia que no voy a mencionar aquí por guardarme un poco las espaldas – me enrollo con una chica, me la llevo luego a mi casa para echar un par de polvos – cuando es posible, claro, ya que alcohol y sexo no suelen combinar muy bien -. Pero al final no sé qué coño les pasa que quieren quedarse a dormir o, si no, pretenden concertar una cita para ir otro día al cine o algo por el estilo. ¡No y mil veces no! No puede ser. Mi libertad la antepongo a todo; por eso es más sencillo ir con una puta: pagas, follas y además no tienes porque aguantar ninguna clase de histrionismo femenino ante lo que ellas pueden considerar como despecho. “Sólo me querías para follar”, suelen echarte en cara. “Sí, ¿qué te creías, pues?”, respondo extrañado ante semejante reproche, y sin ningún remordimiento de conciencia. Total, yo nunca prometo nada, son ellas las que se dan por aludidas sin que se les haya dado la vez.

El principal problema es que no gano mucho dinero, y con la inflación y todos esos líos, las tías no hacen más que subir los precios. El día que un partido político incluya en su programa electoral un proyecto de regulación del servicio de prostitución a través de la Seguridad Social, u organismo similar, entonces me decidiré a votar por primera vez. Otras veces lees en un periódico “Sexo Gratis”, llamas al número de teléfono que viene debajo de tan atrayente enunciado, y luego resulta que hay que pagar una cuota para que te manden teléfonos de señoras y señoritas que se lo hacen “por puro placer”. Una vez piqué y di veinte mil pesetas para que me enviasen, contra reembolso, un catálogo – si es que se podía denominar así – con una serie de teléfonos. Nervioso y sin más dilación, empecé a marcar el primer número: me contestó una señora con un tono de voz muy agradable – tanto que, sin yo percatarme conscientemente de ello, se me estaba empezando a poner dura – diciéndome que sí a todo lo que yo proponía… Pero faltaba la sorpresa final: “Mira, yo es que tengo problemas económicos; la empresa de mi marido fue a la quiebra, y bla, bla, bla”. Conclusión: había que aflojar la cartera. No te jode, así cualquiera monta un negocio de sofisticado proxenetismo. Lo más sospechoso es que la respuesta anterior se repetía llamada tras llamada… Se habían aprendido el guión de putísima madre.

Un día le comenté a un amigo que se me iba el sueldo en putas. “Juega a la quiniela, o a la primitiva… ¡Yo qué sé! ¡A mi que me cuentas!”; vaya una contestación viniendo de un supuesto amigo, ¿no? Pero seguí su consejo: comencé a cubrir quinielas con cuatro dobles y un triple. Al principio nada de nada: siete u ocho aciertos la vez que andaba más atinado. Puede parecer un poco absurdo, surrealista incluso, pero a mí el no ganar en lo que sea, en un juego, en un partido; en definitiva, en cualquier actividad que implique un mínimo de competición, me pone frenético. Ante mi creciente desesperación, y también por hacer un poco el tonto, decidí cubrir una quiniela al azar, sin mirar los partidos. Cuando terminé de rellenarla y me di cuenta de lo absurdo del resultado final, me entró tal ataque de risa que estuve en un tris de romperla y cubrir otra aplicando toda la lógica futbolística. Menos mal que en ese preciso instante sonó el teléfono y, después de una absurda discusión con los de la compañía del gas, se me olvidó por completo que debía rellenar otro boleto. Al final, por falta de tiempo, llevé a sellar aquel utópico papel del 1-X-2.

Pleno al quince; sí, así como suena: un pleno al quince. Y todo gracias a que el Celta ganó en el Bernabeu, el Oviedo en el Nou Camp, luego siete empates más y un dos, de los difíciles, en segunda división: el Langreo había derrotado al Sevilla en el Sánchez Pizjuán por uno a cuatro. La de dios, aunque a fin de cuentas una putada también: no era yo el único acertante, habían aparecido otros dos mamones que acababan de sisarme, así por el morro, casi setecientos millones. El caso es que, en total, recibí cerca de trescientos millones de pesetas… y ya no tengo ni un puto duro; ¡ni uno!

Otro buen amigo me explicó un día una especie de solución a mi adicción a las putas – al verme yo millonario ya las llamaba para que vinieran a mi casa, y casi siempre de dos en dos, y a veces hasta tres en un solo lote -. “Escucha, lo tuyo con las putas es como lo de un yonki con la heroína. Tú piensa, cada vez que tengas un impulso de ese tipo, que una puta es como un chute de caballo. Además, tío, ya sabes que ligar por ahí con una tía es hasta fácil hoy en día, y tú no estás tan mal, que sé yo de alguna que se metería en tu cama sin ningún problema… ¡Y gratis, tío! ¡Gratis!”

¡Ay!, el bueno de Joaquín… Intenté seguir su consejo al pie de la letra, pero no pude, al contrario, ahora no tengo dinero ni para pagarme una puta de setenta años… pero sí que soy un yonki de mierda que tiene que buscarse la vida cada día, en cada esquina. ¿Qué pasó con mi dinero? Preguntad a los toxicómanos y a las prostitutas de mi ciudad qué es lo que han hecho con él… aunque eso supongo que ya lo podéis intuir, que no sois bobos, ¿o no?

VIAJES AL FONDO DEL ALSA – LAS MICROAVENTURAS DE INDALECIO, EL CONDUCTOR – PARTE XII, GOD SAVE LEMMY!

– ¡Cagonsandiós bendito, que no domino yo eso de conducir por la izquierda! Pa que lo sepas, manguán, yo conduje un autobús de esos de dos pisos por todo Londres hace ya unos cuantos años.

– Hostia, ¿sí? Cuenta, cuenta…

Tarde de abril, de lluvia y partida de mus en el pueblo con los de siempre. Indalecio, entre chascarrillos varios, cuenta a sus amigotes que en dos semanas le toca llevar a Inglaterra a un grupo de estudiantes de un instituto de Oviedo, a Margate, concretamente, esa ciudad en la costa este que fue punto de encuentro y desencuentro entre mods y rockers allá por los años 60 del siglo pasado, y luego seguir como chófer por allí ocho días, que si un día a Canterbury, dos a Londres, otro a Cambridge, un no parar de conducción por el carril izquierdo, ningún problema para Indalecio. Pero escuchemos su historia, que si no empiezo a divagar y no paro (luego me riñe Indalecio, que me dice que, literalmente, “soy un cuentista, que charro más de lo aconsejable, que un día ve meteme un par de hosties bien daes”)

– ¿Te acuerdas, Milio, cuando fui a Hamburgo con el pobre Lolo – que en paz descanse, puta droga – a ver a los Motörhead, que andaban de gira con los Judas Priest?

– Hostias, sí, que yo nun pude ir, cagonmimadre… ¿En el 98 o 99, no?

check_out_bastards_beer– Sí, octubre del 98. Un conciertazo de la de su puta madre… Pues luego nos fuimos Lolo y yo a quemar Hamburgo, a la zona de San Pauli, y entramos en un local con una música cojonuda… joder, nun recuerdo el nombre… Bah, da igual; tamos allí con nuestras birras cuando de repente me dice Lolo, “Cagondiós, Inda, ¿no ye aquel el Lemmy?” Y miro yo así, ajustando bien los ojos y, “¡Su puta madre, que ye él, sí!” Y con un par nos fuimos a saludarlo… y con el inglés de Lolo y lo simpaticón que yera el jodío, pues que nos liamos por ahí con el Lemmy hasta las tantas…

– Mi maaadre, cabronazo, ¿pero todo eso qué tien que ver con lo de conducir pol otro lao?

– Calla, ho, calla y escucha, castrón, que yes muy impaciente, hostia. Pues a ver, que Lolo le dijo al Lemmy que yo era conductor de autobús, y el pavo va y nos dice que necesitaba un conductor de autobús pa rodar un vídeo en junio del año siguiente, que si yo quería, que taba contratau. Claro, íbamos muy pedo, pero el Lemmy fizo una seña y apareció allí un tío que apuntó todos mis datos y me dijo que firmara. Y allí fui, pa Londres en junio del año 99, a rodar el vídeo de la versión del “God Save the Queen”; un puto desfase, la doble de la reina, la xente saludándonos por todo Londres, ¡la de dios! Por eso te digo yo que lo de conducir por la izquierda, ta chupao, joder, ¡chupao!

– Entós, ¿cuando me dixo el Julio que había visto a Lemmy por el pueblo hace unos años, yera verdá? ¡Qué cabrón yes, qué cabrón, bien el Lemmy a vete y tú sin decir nada a los colegas!

– Anda, colega, colega… tate a lo que tas, joder, y mete órdago, manguán.

LOS AÑOS QUÍMICOS

se escuchaba aquella música

chunda

chunda…

el primer chunda me llevó al suelo

cuando llegó el segundo

ya yacía inerte sobre él:

pegajoso y sucio

chunda

y no me importó

que la vida hasta aquel momento

había sido interesante…

the-story-of-boys-own-the-acid-house-gang-who-changed-british-clubbing

corrí hacia la luz,

chunda

más rápido,

atravesando gente

que bailaba

chunda

botellas de agua al ritmo

al viento

de su propio sudor…

chunda chunda

y la intermitencia

me obligó a confundirme

un parpadeo eterno

sin fin

chunda

vi un puño acercarse a mi cara

Hey girls!

Ni siquiera lo noté

Hey boys!

toda la dureza de aquel foco

impactó con fuerza

contra mi frente

Superstar Djs!

nueve puntos,

de pura

sutura

Here we go!

Chunda

chunda…

otra botella de agua,

por…

favor

Here we go!