EL ESPÍRITU DE MAZEN
Mazen ni siquiera es capaz de recordar qué sucedió tras el último bombardeo, pero esta playa le parece el paraíso más hermoso que sus ojos hayan podido contemplar jamás. El mes pasado cumplió 10 años, sin apenas más celebración que los besos de su madre y de su hermana. “Mazen, recuerda que es una fecha importante, te haces mayor, y sólo una vez en la vida se pasa de una a dos cifras en la edad humana”, esas palabras de su madre le hicieron reflexionar, sentirse un poco más grande de lo que se estaba sintiendo en estos días de ataques y constantes miradas a un cielo portador de nuevas asesinas casi a diario. Recordó a su padre y se lo imaginó luchando contra los malos como un superhéroe lleno de valor y justicia, y esa leve sonrisa se volvió mueca de fastidio al contemplar el sabor amargo de la injusticia que asola a una ciudad con tanta historia como la suya, Alepo, ese tránsito apócrifo de Patrimonio de la Humanidad a Patrimonio del Horror en una breve mueca de dioses inexistentes. Rebeldes y fieles, fieles y rebeldes; da igual, en este caso todo desemboca en un sinónimo aterrador de muerte e injusticia.
“Como pude, con unas fuerzas que surgen de un lugar que ni sé cuál puede ser, llevé a hombros a mi madre, Ghada, al hospital sorteando gente que corría, una en silencio otra gritando casi desde el más allá. El silbido de las bombas que iban cayendo me mantenía alerta. No dejaba de decirle con cariño a mi madre que aguantase, que ya casi estábamos. En la puerta, una enfermera y un chico que parecía ser un médico me recibieron, se llevaron a mi madre mientras yo seguía su estela marcada por un reguero de sangre que se mezclaba en en suelo con otras sangres, como ríos que van a desembocar a un mar rojo que sólo indica muerte y destrucción… Es curioso, porque muchas voces gritan ‘¡necesitamos más sangre, más sangre!’, y la de mi madre, igual de roja que las demás, se va escurriendo directamente hacia el sumidero de la otra vida. No lo entiendo, de verdad, ¿por qué? No, no… ese silbido se escucha demasiado cercano…”
¡BOOOOOOOOM!
– Mazen, hijo, ven, acércate.
– Ya voy, mamá.
– He estado hablando con tu tío, con Mahmoud, y la situación aquí es cada vez peor. Nos bombardean casi cada día, nos están matando sin que a nadie parezca importarle… Y, ya sabes que tu otro tío, Samir, está viviendo en Europa ya, en el norte, en Suecia, y creemos que es una buena oportunidad para alejarnos de esta pesadilla. El tío Mahmoud tiene dinero ahorrado, y dice que nos podemos ir los tres con él. ¿Qué te parece?
– ¿Y papá? ¿Qué pasa con papá?
– Ay, Mazen, no sabemos nada de él. Seguro que está vivo, mi niño, y cuando todo esto acabe nos buscará y vendrá con nosotros, ya verás.
– ¿Y mis amigos? Esta es nuestra casa, mami, no sé…
– Mazen, ésta ya no es la casa de nadie, aquí sólo vive ya la muerte… más y más muerte…
– Me da miedo, mami, pero si tú crees que es lo mejor.
– Lo es, hijo, lo es… Ven, dame un abrazo, grandullón.
Amanece en la isla de Lesbos. A la playa de Tsonía, en el noroeste de la isla, llega esta mañana un bote con casi ochenta personas que huyen de una muerte segura en su país, Siria. Entre toda esa gente asustada, desorientada, podemos ver a Mahmoud Lakhdim, veterinario en su “vida anterior”, que ha logrado escapar de la barbarie de su ciudad natal, Alepo. Aunque ha hecho este duro periplo con mucha otra gente, está solo. Su sobrino, Mazen, lo ve y corre hacia él. “¡Tío Mahmoud, tío Mahmoud!”, grita contento mientras abre sus brazos para abrazarlo. Pero su tío no lo ve; no lo puede ver, es imposible que lo pueda ver porque Mazen nunca pudo salir de aquel hospital en el que se suponía que iban a curar a su madre. Al menos pudo llegar a cumplir dos cifras un mes antes; muchos otros niños, muchas otras niñas, jamás llegarán a acercarse a ellas.
Mientras tanto, otro cazabombardero Su-34 regresa a la base. Entre aplausos, los pilotos se quitan sus cascos, estrechan sus manos y se congratulan ya que han sido capaces de cumplir los objetivos programados trayendo incluso de vuelta dos bombas KAB-500S, de ésas que se conocen como “inteligentes”. Misión cumplida.
(Hace dos años me uní a un proyecto llamado Textos Solidarios en el que, autores y autoras de muchos países de habla hispana íbamos a colaborar con el fin de publicar un libro cuyos beneficios iban a ser íntegramente para Médicos sin Fronteras. Como no se sabe nada de tal proyecto y ya ha transcurrido mucho tiempo, aquí publico el texto que había enviado como colaboración.)
Hola Jose, buenos días, tu texto describe perfectamente la vida de tantos niños de dos cifras y de una, han pasado dos años, pasarán cuarenta y el texto tendrá el mismo valor…en esto no hay cabida al optimismo..para que no caiga en el olvido hay que seguir contándolo…
Gracias, que el proyecto no se llevara a cabo es un ejemplo más del optimismo mencionado con anterioridad.
Un abrazo litoral cantábrico amigo.
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Decían luego que ese proyecto seguía adelante, pero me parece a mí que nada de nada. En fin, será por proyectos, amigo Javier.
Otro abrazo.
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El mundo está herido de muerte. Tu Mazen es la representación dolorosa de lo que sufre la niñez inmigrante, en tu hemisferio y en el mío. Hoy pensaba en algo que me dijo mi madre cuando yo fui madre. Dijo algo así como que de ese momento en adelante vería en otros niños al mío. Y así ha sido, sin embargo me pregunto qué pasa con el resto de la humanidad. ¿Enterrarían a sus hijos de la misma manera? No me lo explico. Tu historia está muy bien escrita aunque no puedo decir que me gusta, creo que me entiendes. Un beso, amigo.
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Son historias que no resultan agradables de escribir, Mel, pero hay que hacerlo, hay que contarlas, dar voz a quienes nunca la van a tener en los cauces oficiales.
Un beso.
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Tienes mucha razón. Hay que darle voz a aquellos que no la tienen. También escribo historias desastrosas. Un beso.
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Felicidades por el texto, el proyecto parece tan interesante…
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
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Parece, Alberto, pero me da a mí la impresión que se ha quedado en nada.
Un abrazo.
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Supongo que te resultará un poco frustante. A mí me ha ocurrido algo similar alguna vez. Lo importante es ilusionarse con nuevos proyectos.
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Siempre. Que no pare de fluir esta imaginación, estas ganas de hacer algo nuevo, de pelear contra todo lo injusto con todas nuestras armas.
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Qué cierto: esta casa ya no es de nadie… Desoladora la situación vivida. El relato está genial Jose. Yo tengo también ganas de mover algo parecido, si me entero o te enteras nos ponemos al lío. Un abrazo
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Estoy aún pendiente de que publiquen el poemario de Somos Nombres, que ahí tienes un poema, Ana. Ya te iré contando.
Un abrazo gigante
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