A Miguel Hernández Gilabert (1910 – 1942), poeta eterno, poeta del pueblo.
luz, oscuridad;
olvido y recuerdo;
fachadas blancas
hoy relucientes
y plenas de grafitis,
que Orihuela arde,
y en sus paredes respira
esta mañana el arte:
alcalde de barrio, miliciano;
prisión, pan y cebolla:
la muerte antes
de la misma muerte
en el ataúd, seca,
la juventud perdida,
el fascismo en la cresta
de su ola represora,
de señores con bigote
ajustando bien sus boinas:
los ojos cansados
mas nadie te los cierra,
la voz secuestrada,
y la risa de una niña sola
que desconoce
el tacto infinito
del cañón de una pistola
que deviene en tuberculosis:
la cárcel infinita
vomita
sobre la revisión
de un juicio
eterno.
Jose Yebra