si una piedra nueva
llega a tu casa un día,
que el tejado no la acoja,
que la puerta se abra,
que no se esconda,
que alcancemos
abriendo bien
el ojo del entendimiento
a comprender su viaje,
su huida,
su llanto amargo de grava
que en su origen se queda,
triste y rabioso,
indicaciones de demora
para la muerte
que atrás
en la sombra
se suicida
en un tiempo
que a destiempo
no nos enseña
más amor,
nula empatía,
curiosa flor
que a sangre apesta
tras una imprevista ingesta
de odio multiplicado
por la potencia
elevada al cubo
de odio por plomo,
de asco por pólvora:
ahora ya,
baja despacio de mi tejado
y siéntate a la mesa,
tenemos macarrones
para cenar,
inventaremos conversaciones
antes de que regresen
y nos vuelvan a matar.
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Érase una vez un río que pasaba por mi pueblo, que se llenaba de niños y niñas cada verano, que tenía un trampolín desde el que saltábamos una y un millón de veces, por cuyo puente trepábamos para zambullirnos desde allí arriba…
Sí, éramos demasiado jóvenes y despreocupados, la vida esperaba nuestro aterrizaje forzoso, y no nos ha ido del todo mal.
Tranquilo este invierno en contraste con otros de riadas increíbles, el río Cúa sigue su curso, y seguirá mucho tiempo después de nuestro adiós, porque él es mucho más eterno e inmortal que todos nosotros. Es el alma del norte, es el frío del norte, y en el norte siempre recordamos.
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No puedes retener las piedras que quieren volver al río. Besos
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No, no, ni lo intentaría siquiera. El río es su casa. Besos
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Besos
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Sí, hay que acoger a esa piedra porque algún día, quizá rodemos como ella.
Un besazo.
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Ninguna piedra está a salvo de nada…
Besazo, María
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Estoy contigo, José!
Por cierto, pensé que mi comentario te lo había dejado en spam. Me tienen frita estos de WP.
Otro besete.
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No, no, aquí apareció, sin seamos ni nada 🙂
Y otro beso, que no falten.
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Cuando viajo me gusta llevarme de recuerdo una piedra de cada lugar. Tengo la casa llena de piedras, algunas del mar con formas que no parecen de este mundo, aunque mi imaginación siempre puede más que mi conformismo.
Saludos.
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Eso está muy bien y supone una grandísima filosofía vital, que la imaginación pueda vencer siempre al conformismo. Yo también tengo varias piedras, pero no tengo demasiado afán coleccionista.
Un abrazo.
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No nos vayas a entrar a pedradas. Me han gustado mucho tus poemas, sobretodo el del río de tu infancia. Un beso.
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Jajajaja. No, nunca, yo pedradas sólo contra enemigos de los de verdad.
Mil gracias y un beso.
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Un beso para ti también.
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Leyendo sobre ese río recordé que Ángeles Mastretta escribió que antes en «todas las infancias había un río». Lástima, mi infancia llegó tarde.
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Yo disfruté de «mi» río hasta decir basta. Fue una parte muy, muy importante de mi niñez, hasta creo que influyó muy positivamente en mi carácter, en mi espíritu nihilista…
Nunca es tarde, ya verás.
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Muy bonitos los dos poemas. El del río especialmente.
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Gracias. Puedo sentarme al lado de ese río durante horas, a leer, a pensar, a mirar como fluye, y parece que me insufla vida, como si tuviera magia…
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Qué suerte y no es que lo parezca es que seguro que la tiene
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