EL POETA PATÉTICO – UN POEMA, THE MAKING OFF (POESÍA O PLOMO)


“Sí, sí. Ese martes vino a la charcutería, cogió número y espero mirando su móvil a que llegase su número, el 73 si no recuerdo mal. Pidió doscientos gramos de chosco (siempre lleva chosco, le encanta, ye que ta muy bueno, la verdá) y una cuñina de quesu La Peral, que, aunque anda así así con el colesterol, no se priva de él ni una semana. Pero era una cuñina muy piquiñina, no se vaya usted a pensar… ¿Que si he leído algún poema suyo? Jajajajaja, no, qué va. La última poesía que yo leí fue en clase, uuufff, en 2º de la ESO, que la Pelos, la de lengua, nos hacía recitarlas en alto, vaya un corte… ‘Se equivocó la paloma, se equivocaba. Por ir al norte, fue al sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba’… ¡Hostia, si me acuerdo y todo! ¡Jodeeeer!… Y ni recuerdo de quién era, pero era bonita, sí, muy bonita…”

“Mediano con leche, sí. Ya no hace falta ni que lo pida, que se lo pongo yo porque no va a cambiar esa rutina, y si lo hace, te avisa con un gesto de su mano y te dice así con ese tono serio que él tiene, ‘Julián, ponme una caña, una tostada, que nun toy yo pa cafés hoy’, y se sienta p’allí, p’atrás del café en una de aquellas mesas del fondo, debajo de aquellos cuadros del Ché y de Fidel, y pilla el periódico, el que esté libre, le da lo mismo La Nueva que El Comerciu o el Marca; luego saca una libretina que tiene, así piquiñina de cubierta naranja, y un boli y se pone a pensar así, todo interesante, y escribe algo, aunque muchas veces acaba mirando el periódico o el móvil, supongo que el facebook o algo así, no sé. De vez en cuando mira de reojo a alguna chavala o paisana que entra a la cafetería, pero no con insistencia… ye como si sólo le pusiese una nota mental del uno al diez y luego ya siguiese a lo suyo. No ye que sea muy hablador, la verdá, pero ye buen chaval. No, no, ¿yo? Jojojojojojojojo… Si yo no leí un libro en mi puta vida. Lo más que llegué yo a decir alguna vez con los colegas es ésa de ‘con los dedos de las manos, los dedos de los pies, la polla y los cojones, todo suma veintitrés’ Jajajajajajaja… ”

“No es mal vecino, no. Muy educado; muy callado también, aunque a veces pone la música al altu la lleva, una música muy ruidosa, de ésas de voces que nun s’entienden, a gritos, ¡gua, gua, guaaaaaa!, pero eso pasa muy pocas veces, y nunca a horas impropias, hay que ser justos… No, pues no sé muy bien a qué se dedica. Ah, ¿que ye poeta? Pues mire usted que bien. No tenía ni idea. Ya le comentaré, ya, la próxima vez que me lo cruce. A mí sí que me gusta la poesía, Becquer, Machado, Alberti, pero no leo, no. Si a veces escucho a alguien recitar en la radio sí que presto atención. Hace poco escuché a Conchita Velasco en un programa recitando uno muy bonito. Los vellos como escarpias, oiga, como escarpias…”

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Foto de Hombre del Sur («robada» de su facebook)

“Joder, que anoche me lié con el Netflix ese de los cojones, viendo Narcos, observando como Wagner Moura se esfuerza en eliminar su acento brasileño, y le cuesta, le cuesta mogollón, aunque ye bueno, no nos engañemos. El caso es que fue meterme en la cama y venga a crear poesía, un poema tras otro, a chorros, oíste, que si ‘plata o plomo’, ‘hojalata o mayordomo’, y así, pero no tuve ganas de salir del calor de las mantas y me dije, ‘mañana ya los escribes, deja ya de darle vueltas al coco de una puta vez y duérmete ya, hostias’, pero nada… Bueno, al final lo conseguí, no sin esfuerzo, y con la inestimable ayuda de la música clásica muy bajita que puse en la radio de la mesilla de noche. Me despierto esta mañana, tío, y veo que ya son las doce y media. Joder, a espabilarse, vago de los cojones, me estuve diciendo un buen rato a mí mismo hasta que cerca de las dos ya logré sacar un pie fuera de la cama. A partir de ahí, ya fue todo rodado. Dudaba si ducharme o no, y tras olerme por encima los sobacos decidí que no era necesario aún. En la silla que tengo en la habitación, una de aquellas de rejilla de las que hacía mi abuela, estaba mi ropa de ayer. Inspección al canto: los calcetines aún tiraban, que sólo los había usado dos días; vaqueros, por descontado, relucientes; camiseta, bueno, puede pasar, aunque la primera de las tres veces que la olí con detenimiento parecía indicar un camino directo al bombo de la lavadora, pero no, no se puede ser tan tiquismiquis con las pituitarias propias, coño, y aún puede tirar un día más; los calzoncillos, esos sí, para lavar, y sin inspección olfativa de ningún tipo, que ya de lejos se veían esas dos rayas marrones que indicaban varios días de uso (no recuerdo ahora cuántos), las rayas de la nicotina, que decíamos de muy jóvenes en mi pueblo en los vestuarios del equipo de fútbol… y las risas que nos echábamos por aquel entonces, ay… joder, que me pongo nostálgico y parezco gilipollas, hostia ya. Pues eso, que me visto y bajo directo al bar a desayunar un café. En el ascensor me doy cuenta de que olvidé mi bolsa con mi cuaderno y mis bolis, el móvil y la cartera. ¡Qué puto desastre soy! En el café, ya boli en mano y libreta abierta, me dispongo a escribir todos esos poemas tan cojonudos que había pensado la noche anterior antes de quedarme dormido… pero nada… nada de nada. Pasa siempre, te inventas unos poemas de la hostia en momentos en los que no tienes a mano con qué escribir, te dices que ya los escribirás luego, y cuando ‘luego’ llega, a tomar por culo los poemas. Ahí es cuando tienes que tirar de oficio e improvisar, dejar que lleguen palabras y frases a ti mismo y trasladarlas como buenamente puedas al papel. Nada aún. Agarro el móvil. A mirar el facebook, ese demonio que nos succiona el intelecto. Una chica me pide amistad. Interesante. Acepto casi sin mirar ni quién es ni la foto ni hostias en vinagre. Una flor como foto de perfil y un paisaje como foto de portada. No está buena, o no es ni siquiera una tía, deduzco. A los dos minutos me deja un mensaje en el muro: ‘Gracias por aceptar mi amistad. Que tu palabra ilumine los rincones de mi muro. Un beso’ ¡QUÉ? ¡Que mi palabra ilumine no sé que hostias de no sé dónde? Joder, otra de estas personas con el rollo ese de los mensajes positivos y toda esa mierda. Me cago en el puto coaching y en toda esa gente que empieza con esa cantinela de ‘no quiero personas tóxicas en mi vida, sólo gente positiva’… ¡A la puta mierda! Cómo hostias podrá el personal aguantar tanta estupidez, de verdad. ¡Cómo no va la gente a ahogarse en vasos de chupito, joder? Que el estar mal está bien, hostias; que hay que saber gestionar el dolor, el sentirse chungamente, que no todo tiene que oler a putas flores, joder. Claro, luego queremos prohibirlo todo, acabar con todo, cagondiós ya. Leo en el periódico que el gobierno de Colombia quiere que en Madrid retiren ese cartel que dice ‘Oh, Blanca Navidad’ acompañado de una imagen de Wagner Moura, el actor que interpreta a Pablo Escobar en Narcos. Ya han elevado la queja a Netflix y al Ayuntamiento de Madrid. Para un cartel que me hace gracia, joder, el cartel del mayor capo del mayor cártel de la droga jamás creado… ¡Hijueputas malparidos! En fin, que iba a eliminar a la chica esta de mi face, pero no lo hice. ¡Qué más da! Que me lea, que para eso escribo, para que alguien que no sea yo me lea… o no. Yo paso. Vaya paja mental que os estoy contando…

En el Alimerka compré pan, algo de chosco y un poco de quesu La Peral, que es lo que voy a comer hoy en todo el puto día. La vecina de al lado, una señora demasiado habladora, me acaba de contar que no sabía que yo era poeta. ‘No, no, si yo no… bueno, yo escribo, sí, pero todo es muy patético, tanto, que así me conocen, soy El Poeta Patético, y ahora voy a casa a ver si soy capaz de escribir un poema que me lleva rondando desde anoche.’ Y con las mismas entro en mi casa y voy hasta a cocina a dejar el chosco y el quesu en la nevera. Nada más cerrar la misma, llega a mí la luz y me siento en una silla y aparto el plato sucio que aún sobrevive encima de la mesa, saco mi boli de la suerte y mi libretina y comienzo a escribir a toda caña. Ahí va:

de plata si no quieres

plomo malparido

va y no viene;

ya no se estila

tanto polvo blanco

y las fosas nasales

viven muy felices

sin ese polvo de talco:

ya los tabiques

de platino se extinguieron

canciones y melodías

que un día nos dijeron

que todo por la napia se iba

son ahora, nomás

ritmos latinos

de amor machote

de escaladas

inversas

a las puntas de un cipote

que reclama babys

sin merecerlas siquiera;

ya tu sabeh

que mis babas

te pertenecen

y sin ellas no viviría

ni aunque a buscarme

a casa

viniera

la mismísima pasma,

la policía:

porque soy malote

y mi gorra es más alta

que las vuestras;

mis cejas brillan

por su misma ausencia

y todas mis neuronas

las he donado a la ciencia.

ja, pues todo es mentira

porque de blanco

se tiñe

no sólo la navidad

del culto de tu persona,

es ya costumbre casi atávica

el perreo de pupilas

dilatadas

y del movimiento sexy

me quedo nada más

con el espíritu de la carcoma.«

Y así, recitando ya inspirado, nuestro amigo poeta termina otro día, un día tan patético como todos los anteriores, porque al final no folla, al final…

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