Y si me brillas
ya no te comprendo
que no siento tuyas
esas palabras extrañas
con sonidos sibilantes
sordos y repetitivos
¿Quién eres,
que yo no te conozco?
No me brilles
te repito
que no capto
tu semántica deforme
tu morfología cuadrúpeda
de máquinas sin tornillos
de alcaldes entre vino
de ascensores compartidos
entre alientos mortecinos
ya de por vida repetidos.
¡Que no me brilles, joder!
¡Que te apaguen esa luz de una puta vez!
Y ahora vas en ese coche
hablando sin sentido,
que si esto o lo otro,
que si mi madre que si la tuya,
con ese chófer
que asiente aburrido.
Apaga, apágame, apa
apaga, apaga esa sinrazón.
Volumen de crucero
de cabeza de melón
para peatones de paso lento
no para runners pijos, no,
para caminantes de cabeza gacha
y sonrisa con brillo de babas.
No puede ser, no puede…
¿Otra vez aquí?
¡Que no me brilles,
que te apagues ya
ahora y para siempre!
Deja que anidemos de nuevo
en lo limpio de nuestras cabezas,
ignorantes y limpios,
afeitados y carcomidos.
¿Es que no te das cuenta
de que lo único que queremos
es sacar nuestras manos de los bolsillos
para decirte adiós muy buenas,
por y para siempre?
Que te vaya, bonito,
hacia el norte
por allí,
el desvío hacia tu camino
de eterno regreso.