Vuelta al pueblo, a la infancia de Pedro como monaguillo.
XLVII.
“Desde los nueve hasta casi los trece años fui monaguillo; me pasaba muchas de las frías tardes del invierno cacabelense en la sacristía, jugando al ajedrez con Don Damián, el cual, por cierto, no tenía una sola gota de compasión: siempre me ganaba; siempre. Yo iba para católico convencido, de los que acaban estudiando en la Universidad de Navarra para luego anudarse de por vida al temible Opus Dei, los fariseos del siglo veinte; pero la vida da muchas vueltas, y la mía dio un giro total de 180 grados: de ser el brazo derecho del cura, a no saludarlo más por puras y simples convicciones anticlericales. Reconozco que Damián es un buen hombre, y como hombre (y hetero), muy mujeriego – se dice de él que tiene dos o tres hijos repartidos por las aldeas de la montaña: supongo que, en esto, habrá parte de palabrería popular…
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