I.
como te has ido
y no has vuelto:
he olvidado tu nombre
pero no tu cara
y cada día
nada más levantarme
pongo mis dedos sobre mi boca
y luego los llevo a esa imagen:
la tuya
y ese beso diario
me une cada día a ti
aunque ya no sepa tu nombre:
aunque no hayas jamás regresado
II.
y mi madre siempre me obligaba
a caminar por las aceras
(que de estrechas fueron pasando a ser
amplios caminos para transeúntes de paso)
estrechas anchas
vacías o pobladas
de pueblo de gran ciudad
con adoquines trampa
o lisas y resbaladizas:
en días húmedos
y en un momento de verano apareciste tú
y me olvidé de los charcos
y comencé a saltar sobre ellos:
y ahora voy siempre
por el medio de la calle
como esperando que se borren
de una vez por (y para) todas
esas malditas aceras
que constriñen
la respiración vaga y vulgar
de todos mis malos recuerdos

Este poema en letra de Laura Fjäder esperando que David González le de vida
Hace hoy una semana, estuve presente con este mismo poema en las reuniones poéticas (sí, podéis llamarlas jams si queréis), no personalmente, pero sí a través de la letra escrita de Laura Fjäder y la voz de David González, dos poetas muy grandes, gente comprometida con la palabra y lo que ésta significa, poesía disidente, directa a la neurona de quien tiene el placer de leerla, de escucharla. Laura y David organizan las sesiones poéticas de La Revoltosa en Gijón, los viernes, con monográficos, sesiones de micro abierto, versiones y, sobre todo, pasión, mucha pasión por darle a la poesía el lugar que se merece, el lugar de la gente, del pueblo. Si podéis ir un día, no os lo perdáis, no os lo podríais perdonar en la vida.
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