Hace un mes, más o menos…
traan, tarará tra tra tra traaan, tarará tra tra traaa tinononino nino tinononino nino tinoninoninoninoninoniiii… God save the Queen, the fascist regime, they made you a moron, potential H-bomb… – la voz ronca de Lemmy Kilmister me avisa de una llamada entrante. Es Vicente, deslizo mi pulgar sobre la pantalla de izquierda a derecha:
– Hombre, Vicente, ¿cómo te va?
– ¡Qué tal, Josín?
– Sin novedad aparente.
– Te llamo porque me caso con Gloria el día 15, que ya son 16 años y ya va siendo hora…
– Joder, pues sí.
– Es para el sábado 16 de enero, una espicha informal para reunir a los amigos y celebrarlo.
– Genial, cuenta con nosotros.
– Informal, eh, nada de regalos ni de vestirse elegantemente. Es en Tudela-Veguín, en una sidrería, El Valle, a eso de las dos. Se llega perfectamente en el bus o en tren. Bueno, de regalo, algo manual, hecho con vuestras propias manos, un recuerdo…
– ¿Te vale un poema?
– Pues claro, un poema, cojonudo.
16 de enero de 2016
Pues sí. Se casaron el día anterior. Todo rodado, en perfecta armonía, salvo por un pequeño incidente con la salud de nuestro amigo Bernardino, que no fue a mayores. Por descontado, pasamos más que olímpicamente de aquella recomendación de “nada de regalos”, y decidimos (grupo de Whatsapp mediante, como mandan las tradiciones, y a pesar de mis meteduras de pata con las confusiones entre el llamado ‘Fiesta’ y el específico para el regalo.) ¿Vamos en el autobús urbano, línea L1, o en el tren de cercanías? Tras varias alternativas, decidimos ir un grupo muy “selecto” en el cercanías, que el bus son 30 paradas hasta llegar a nuestro destino final, El Valle.
Salimos a la 1,25 pm. Vamos en el tren comentando nuestras vidas y disfrutando de este maravilloso paisaje astur en un día de sol – raro porque la previsión meteorológica no era nada buena, que daban agua y más agua; alguien comentó que había sido gracias a Tom, que se había encargado de llevar los huevos a Santa Clara (de gallina, no los suyos) –. Nos íbamos también acordando del gran Tino Casal, originario de Tudela-Veguín, Nuria comenta lo que Paco Clavel dijo en el documental ‘Tino Casal: Más Allá del Tiempo’, de Pep Navarro, acerca del pueblo natal de Tino, algo como que cuando llegaron al entierro y vieron Tudela-Veguín comenzaron a comprender muchas cosas. Bajamos en la estación; sigue siendo impactante ese contraste paisaje – fábrica de cementos, ese combate en dura pugna entre la naturaleza y el más digno feismo industrial. Caminamos intuitivamente en busca de nuestra sidrería, de nuestros amigos, pero como vamos más perdidos que encarrilados, acaba Álex preguntando a un paisano, que nos dirige con precisión y una sencilla indicación hacia el lugar correcto. Y entramos en la Sidrería El Valle, y allí nos reciben Vicente y Gloria muy contentos y emocionados (el propio Vicente rodilla en suelo con una cámara Go-Pro de ésas que lo va grabando todo desde tu cabeza; una imagen impresionante, de auténtico impacto). Abrazos, emoción, enhorabuenas, cervezas y sidra, y a esperar por el resto de invitados.
Como el día lo permite, vamos hasta la terraza que allí, con las vistas, la cerveza y la sidra entran mucho mejor.
El convite, entre risas, cerveza, calamares fritos, huevos cocidos, pastel de cabracho, tortillas y demás viandas típicas en cualquier espicha asturiana de pro, va avanzando, y llega el turno de los regalos, de que la pareja pronuncie esas palabras emocionadas que todos esperamos ya medio borrachos. Álex, perfectamente ataviada con pañuelo, guantes y bolso de azafata de Iberia de los años 70 (casualidad, ya que se lo habían regalado a Ana Emilia el día anterior), va entregándoles varios sobres (sí, lo sé, suena un poco mal, corruptamente hablando, pero hay que devolver al sobre de toda la vida su perdido prestigio, ¡joder!), y en uno de ellos va mi poema dedicado a ellos, y quien mejor que el propio Vicente para recitarlo a su manera, con gracia y retranca, como debe ser:
¡A MÍ, LOGARITMOS!
Nada de lenguas paganas, infernales, impronunciables, ¡logaritmos neperianos! Formulación mágica, obscena de melenas resguardadas, vestigios arqueológicos de pelos Pantene del pijo, de pasados impecables. Ay, ¡qué sería de ti sin ella? Ni la canela sobre tu piel esculpiría así tus poros. No te acuerdes ya más de la gnosis del Samael aquel, que de arcanos habla el tarao, y no son neperianos, no, en su “Matrimonio Perfecto”. |
¿Y el comunismo redentor, dónde quedó? En el camino, adoquín olvidado; ni la hoz ni el martillo, tan sólo esta panda de rojillos. Y si el mundo es un vampiro, no os agobiéis, que juntos, seguro, mucho mejor; ciencia y matemática, unión mística, el puro fuego, mochila y montaña… y así será, cada día. (Pero nunca olvides, amigo, que si Neo fuese liberal, Matrix habría sido otra peli porno más.) |
El baile posterior, el photocall autóctono e intransferible, más cervezas, chupitos, gin-tonics… todo aquel humo de tabaco que inundaba antiguamente los bares (como comentó Fernando al día siguiente, “hacía años que la ropa no me olía a tabaco a la mañana siguiente de salir”, casi un homenaje sin querer ni serlo a aquellos años llenos de humos varios en sitios míticos como el Monster o el Channel).
De la música, recuerdo estar como posesos bailando y cantando ‘Embrujada’, de Tino Casal. Ya lo dijo Nuria, “bailar a Tino Casal en Tudela-Veguín es como bailar a Elvis en Tupelo o a los Beatles en Liverpool”. En fin, una jornada memorable llena de buenos, de grandes amigos en torno a la pareja que hizo posible que tal día pudiese ser vivido y disfrutado a tope, Gloria y Vicente. Alguno se va pronto para Canadá (y no me refiero a los recién desposados), y aún no sabe si hacerlo en solitario o en compañía de su recién adquirida musa («todo era derroche, reina de la noche…»); otros seguimos con nuestras vidas, felices o al tran tran, pero con muchas ganas de repetir una celebración similar bien pronto, que la vida corre y la muy cabrona lo hace mucho más de prisa que nosotros.