Y te pintaba la luz de colorines
sin pretender otra cosa
que quererte.
Mas
era un sueño,
mordaz y sarcástico
de tus genes hallado,
nunca bienvenido.
En modo realidad,
no existen besos ni cariño;
nadie te dice «lo has hecho bien»
La norma,
lo opuesto.
Exigencias adultas
para mundos de juegos sin fin.
Tortazos,
palos de escoba,
oscuro y frío sótano
de ratas poblado.
Y te duermes,
y abres tus ojos
en otra casa,
más humilde,
tan falta de dinero
como rebosante de complicidad.
Me asusta,
porque yo no sé
cómo comportarme
ante
actos desconocidos de amor.
Y si veo una mano acercarse,
giro instintivamente mi cara
para recibir sin reparo
una caricia que me cuenta
que todo está bien,
que mi viaje ha terminado,
que ahora ya siento el dolor,
y frunzo mi ceño
sin contemplación alguna,
acumulando odio venidero,
que se irá disimulando
con el transcurso de un tiempo
ambiguo
y
mentiroso,
hasta el estallido final
de la basura acumulada,
sentimentalismo vano
de telefilme
de un sábado tarde;
intangible,
aún siendo
taladro inútil de descendencia
humanamente inhumana.
Como punto y final,
te vas directamente
a ese infierno
en el
que pareces
creer.
Allí podrás quemar
todos esos billetes
que tanto adoras.