Los pies sobre la tierra. Julia Navas, gran poeta, transmisora de sensaciones…
Confieso que he perdido el miedo
No podemos habitar el cielo
por mucho que lo soñemos
como un espacio sólido
donde deambulan nuestros delirios.
Su color es un efecto óptico cambiante,
caprichoso e inestable.
Siempre, “cielo azul”.
Suena extraño nombrarlo negro,
rojo o anaranjado.
Concebida manta protectora,
¿quién imagina que tras él
acecha el universo
ignoto, extremo;
oscuro y brillante.
¿Qué sucede cuando descubres
que no es habitado por dioses,
Ícaros imprudentes o ángeles?
¿Qué sientes cuando sólo intuyes
la tierra firme como cierta
y el infierno incandescente
del núcleo terrestre?
Sólo nos pertenece
el lugar intermedio,
artificial y hecho a medida
con elementos otorgados
desde ambos espacios.
Cuchillos de piedra volcánica
o cristales líquidos
como sustancias sólidas.
Ese es nuestro dominio.
Y la inquietud de avanzar,
crear y destruir,
nuestra naturaleza.
Julia Navas.
Siempre diremos que los dioses se encuentran más allá de lo conocido. Necesitamos rellenar el vacío de explicaciones lógicas que se nos plantea ante lo que no entendemos, no conocemos o, sencillamente, no estamos capacitados para comprender…
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Así es. Yo tengo días transcendentales en los que pienso mucho en ello, en cambio otros, me tomo unas cervezas y vuelvo a ser ese ser primario que tanto añoro ser.
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Probablemente desde lo primario y tras tomar unas cervezas uno conecta con lo trascendental mucho más fácilmente.
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Eso es, se va acercando más y más cuánto más lúpulo se va para adentro…
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