Diga 33. Llega ella a Oviedo.
XXXII.
Viernes, diez de la noche. En la estación de autobuses de Oviedo hay un intenso movimiento: unos que van, otros que vienen, y muchos que esperan. Entre estos últimos se encuentra Pedro. Está nervioso, ciertamente inquieto, no para de fumar, y cada quince o veinte segundos mira de nuevo su reloj. ¡Qué despacio corre el segundero! Se acerca decidido a la ventanilla de información, donde una empleada se lima las uñas con un aire de asumido desdén.
– Buenas. ¿Sabes si el “Alsa” que viene de Madrid lleva retraso?
– Pues no, no lo sé. De Madrid vienen cuatro, creo, pero no tengo ninguna noticia de que lleven retraso.
– Ya. Es que yo, por la hora de salida en Madrid, calculaba que llegaría aquí sobre las diez, y ya son y cinco.
– ¡Qué va! Nunca llegan antes de y media. Quédate tranquilo, que aún tienes que esperar…
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