Ya no quería volver más a la dentista porque sabía más que de sobra que acabaría quedándose sin dientes, que cada noche los rechinaba sin un propósito funcional específico, con los consiguientes y pertinaces dolores de cabeza mañaneros, por no hablar ya de los músculos del cuello y de la mandíbula, que eran pasto de constantes pinchazos del más ferviente dolor. Cuando le decían en el colegio de pequeño que su madre era una bruxa, nunca pensó que eso podría derivar más adelante en un galopante bruxismo del sueño. Va a intentarlo con unas sesiones de hipnosis a ver si acaba por fin con esta puta pesadilla. Mientras tanto, cuando duerme, Indalecio sigue rechinando sus dientes…