Vamos ya por la cuarta entrega. De bodas de pueblo y despertares al mundo…
Pedro siempre había sido un ser humano muy correcto, muy educado, muy obediente; muy gilipollas, en definitiva. Era el orgullo de sus padres, que no cesaban de cantar sus alabanzas y sus actos de buena persona. Nadie podía odiarlo, ni tan siquiera quererlo. Su vida era una línea demasiado recta para ser una vida. No se atrevía ni a masturbarse porque aún se creía esos cuentos católico-populares, leyendas urbanas de sacristía, que dicen que te salen pelos en las palmas de las manos si osas sucumbir a la maldición de Onán (eso sí, las poluciones nocturnas eran inevitables, que la Madre Naturaleza manda y obliga, y más en este lugar: el Universo reducido a un pueblo de cuatro mil y pico habitantes). Pedro no tenía intención de abandonarlo nunca; quizás sólo para estudiar una carrera con el firme propósito de ejercer posteriormente de lo aprendido, a ser posible, en su…
Ver la entrada original 761 palabras más
mm que mala compañía esa Ingrid, abrirle tanto los ojos a Pedro de golpe no puede ser bueno.
Me gustaLe gusta a 1 persona
A ver cómo va evolucionando esa relación… (No puedo contar nada más, de momento, jejejeje). 🙂
Me gustaMe gusta
jajja siempre después de la publicidad,of course 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
Habrá que ir de vez en cuando al baño, ¿no? 😉
Me gustaMe gusta
ajjajaja no lo había pensado pero si, es importante.
Me gustaLe gusta a 1 persona
De todos modos, tanto Pedro como Ingrid irán cambiando, que en este momento no son más que dos adolescentes en «apuros»,
Me gustaMe gusta
Yo veo mas en apuros a Pedro que Ingrid,que es una espabilada.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Bueno, al principio sí que sucede así… Luego él va espabilando.
Me gustaMe gusta